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Rajoy descarta ofrecer apoyo militar a Francia antes de las elecciones
El Ejecutivo no se da por aludido ante las palabras del ministro francés de Defensa, Jean Yves-Le Drian, que espera la decisión de Madrid
Francia espera la propuesta de España en la lucha contra el ISIS
“Vamos a ver lo que proponen los españoles”, asegura el ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian
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Tenemos mucho miedo
Cristina Losada en LD, 241115.
Los atentados de París han sido un test para los partidos políticos españoles. Pocos lo han pasado. Puestos por las circunstancias en el dilema de hacer frente al terrorismo yihadista o hacer campaña electoral, la mayoría optó por lo segundo. La situación requería manifestarse acerca de la estrategia para combatir al ISIS tanto sobre el terreno, esto es, en Irak y en Siria, como en Europa, ante la radicalización islamista que está nutriendo desde hace tiempo las filas de la yihad. Sobre todo, requería como mínimo una toma de posición clara: ¿estamos por cooperar con Francia en aquello que sea necesario para combatir el terrorismo islamista que la ha golpeado o no?
Pues va a ser que no. El primero que dijo que no fue el Gobierno de España. Para empeorar las cosas, antes dijo que sí. Conviene recordar la secuencia de esta retirada preventiva. El jueves, según informaciones periodísticas, el Gobierno estudiaba reforzar los contingentes militares que España tiene en Mali y en la República Centroafricana. El ministro de Exteriores prácticamente confirmó la información durante una entrevista esa misma noche en un canal de televisión. El propósito de aumentar las tropas españolas en la región africana era contribuir más a la lucha contra grupos yihadistas en el Sahel, y relevar así parcialmente al ejército francés desplegado en la zona para que pudiera concentrarse en el ISIS.
Era una señal de cooperación con Francia después de la masacre parisina, y una señal de que España no se iba a quedar atrás en los esfuerzos internacionales por acabar o reducir, al menos, la amenaza yihadista. Las dos señales se apagaron horas después, y de la peor manera posible. El viernes, terroristas de una filial de Al Qaeda asaltaron un hotel en Bamako, la capital maliense, tomaron rehenes y asesinaron a una veintena de ellos. En cuanto se difundió la noticia, el Gobierno de España se dio una prisa loca por desmentir que fuera a proponer el despliegue de más tropas en Mali y en la zona. “Francia no nos ha pedido nada”, fue la muletilla vergonzante. Como si hiciera falta, tras lo sucedido, que Francia nos pidiera algo: en casos así, uno se ofrece.
Para contar toda la historia, hay que decir que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, no estaba por la labor de aumentar el despliegue en Mali. Eso ya antes del asalto al hotel. Después, para qué preguntar. Naturalmente, el Gobierno se ha cubierto con otra hoja de parra: no quiere, dice, dividir la unidad de partidos que pretende lograr para hacer frente al terrorismo yihadista. La excusa no es sólo endeble: es risible. En especial, si esa unidad de partidos empieza y acaba en el llamado pacto antiyihadista, suscrito por PP y PSOE después del atentado contra Charlie Hebdo. Ese pacto es básicamente una cáscara vacía. Nada con sifón.
Reforzar las tropas en Mali, donde ahora hay 117 soldados, o en la República Centroafricana, donde hay 22, no parece una acción desmedida ni lo es. No se trata de hacer ninguna machada. Se trata de cooperar con un aliado y de hacerlo, además, porque también redunda en nuestro propio interés. Si el Gobierno decidió no hacerlo después del asalto en Bamako fue por puro interés electoral. Por nada del mundo quiere arriesgarse a que en plena campaña del 20-D unos soldados españoles en África sean atacados por terroristas yihadistas y el electorado, siempre tan firme contra el terror, se pregunte por qué demonios estamos poniendo en peligro la vida de españoles sólo, sólo porque Francia sufrió una masacre. ¡Que se las arreglen los franceses! ¡Vamos nosotros a meternos en líos! ¡No repitamos la foto de las Azores! Sí, hay gente en España que cree que el terrorismo islámico nació el día en que Bush, Blair y Aznar decidieron invadir Irak.
Tal vez el más claro exponente de esta priorización de la campaña electoral sobre la campaña contra el terrorismo fue, involuntariamente, Pablo Iglesias Turrión. No ya por su peculiar noción de un ejército que no debe hacer nunca nada que ponga en riesgo la vida de un militar. No por eso, sino por esto: sostuvo que las decisiones de Hollande después de los atentados de París están movidas por su “pánico al Frente Nacional”, por el temor a que ese partido pueda ganar las elecciones. El grado de mezquindad y cortoplacismo que Iglesias Turrión le atribuye a Hollande es lo que en términos freudianos llamaríamos una proyección. Se estaba retratando a sí mismo. Lo único que le preocupa a Iglesias Turrión son los resultados electorales. Lo malo es que en esa actitud no está solo, sino muy acompañado. Para empezar, por el partido del Gobierno.
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La rabbia e l’orgoglio [La rabia y el orgullo]. Oriana Fallaci [Italia, 1929-2006]. Madrid, La Esfera de los Libros, 2002.
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Fallaci predijo la Cruzada al Revés: “Destruirán nuestra identidad”
Oriana Fallaci (1929-2006) vomitó una columna periodística dieciocho días después del 11 de septiembre de 2001 mientras “el hedor de la muerte entraba por las ventanas”. La periodista había elegido Nueva York para el exilio moral. Era incapaz de vivir con el asco y la impotencia que le producía una Italia, una Europa, ya entonces rendida a la cobardía del buenismo, de lo políticamente correcto. Fallaci por “la coherencia y la disciplina que requiere el exilio” se autoimpuso una mordaza de diez años. Por tanto cuando escribió su largo “sermón” para el Corriere della Sera en 2001 ya sólo el hecho, fue noticia.
Hay momentos de la vida en que callar se convierte en una culpa. Hablar, una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del cual no te puedes evadir.
Recogemos su dolor, perdido como lágrimas en la lluvia, del libro La rabia y el orgullo (La Esfera, 2002). No recomendado para todos los públicos.
La célebre Fallaci gritó hace casi quince años que “sobre el fundamentalismo islámico hoy lo sabemos todo”. Sin importarle las consecuencias, como siempre. En el combate cuerpo a cuerpo es ambidiestra, por la izquierda y por Alá.
“Querido sostenedor de Las-Dos-Culturas, las mezquitas que en toda Europa florecen a la sombra de nuestro (vuestro) olvidado laicismo y de nuestro (vuestro) pacifismo hipócrita y desbocado están llenas de terroristas y futuros terroristas. Protegidos por el cinismo, el oportunismo, el cálculo, la estupidez de quienes nos los presentan como si fueran tibias de santo.
Estoy hablando a las personas que no siendo estúpidas ni malas, se hallan en la prudencia o en la duda. Y a ellas les digo: ¡Despierta, gente, despierta! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas no entendéis, o no queréis entender, que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. En su esencia, la nuestra es una guerra de religión y quien lo niegue, miente (…) una guerra que ellos llaman Yihad, Guerra Santa (…) No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Fallaci sostiene que el enfrentamiento no es militar.
Acostumbrados como estáis al doble juego, cegados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. (…) Que puede ser que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas.
A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra manera de comer y beber, de vestirnos, divertirnos, informarnos… No entendéis o no queréis entender que si no nos ponemos, si no nos defendemos, si no combatimos, la Yihad vencerá. Vencerá y destruirá el mundo que bien o mal hemos logrado construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente. (…).
Destruirá en suma nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores, nuestros principios, nuestros placeres… Sí señores: nuestros placeres también. ¿No comprendéis que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis la barba larga o el chador o el burkah, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis a Mozart y canturreáis una cancioncilla, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque miráis la televisión, porque lleváis minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina estáis desnudos o casi desnudos, porque jodéis cuando y donde y con quien os da la gana?
¿Tras los atentados de París, hay miedo o hipocresía a llamar a las cosas por su nombre? ¿Por qué a gran parte de Occidente el judío recreado por Shakespeare en Shylock no le inspira ninguna empatía y el cristianismo le produce picores alérgicos? ¿Por qué incluso esa gran parte de ciudadanos son capaces de pedir perdón por su ateísmo ante el Islam?
Se preguntaba la escritora,
¿A dónde ha ido vuestro laicismo? ¿A dónde ha ido el Sol del Porvenir, la libertad, la justicia, la repulsa, la injerencia, ejercitada por las autoridades eclesiásticas en la vida del ciudadano? La tolerancia religiosa, primer punto de todos los principios civiles, no anula el laicismo. Al contrario, es el laicismo que la garantiza. (…) ¿Nos importa ni siquiera eso, tontos? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por lo tanto irremediablemente atea. Y no tengo alguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores a la Tierra. (…) Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia, tolerancia o esperanza, un suicidio.
Más preguntas de Fallaci:
¿Qué lógica tiene respetar a quien no nos respeta, qué dignidad tiene defender la cultura o presunta cultura de aquellos que desprecian la nuestra.
Y concluye:
Lo importante es que ciertas infamias no me las impongan a mí. Declaro que este asunto me concierne por completo. Nos concierne a todos.
Otro de los puntos que ya abordaba la periodista es que “entre los kamikazes de Nueva York y de Washington no había un solo afgano”.
Se constata que los terroristas más peligrosos suelen estar en posesión de pasaportes reglamentarios y renovados por las autoridades europeas, de carnets de identidad y permisos de residencia expedidos con gran generosidad. (…) Seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestro gobernantes, sostenida por los cálculos de la iglesia católica y por el oportunismo de la soi-disant (supuesta) izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Se infiltran dentro de los ganglios de nuestra propia civilización.
Fallaci trabajó como corresponsal de guerra en muchos países musulmanes y sabe de lo que habla. Advierte de que “todos los árabes deben tomar partido” y que si se mantienen neutrales, renegarían del Islam, “son infieles”. Los musulmanes de los que habla Ayaan Hirsi Ali en su libro Reformemos el islam lo tienen complicado para atreverse a reconocer otra legitimidad que no sea la del Islam.
Los ejemplos que recogió la italiana sirven de espejo:
A pesar de las escandalosas riquezas de sus amos, Arabia Saudí vive aun en una miseria medieval, vegeta aun en el oscurantismo y el puritanismo de una religión que produce solamente religión. Se ahoga en un analfabetismo del 60% y 80%. Una mujer musulmana no puede ir sola al médico, a la escuela, a la peluquería. Todos están bajo el yugo de una religión que regula cada momento y cada aspecto de sus vidas.
Datos de aquel 11 de septiembre
Las últimas voluntades del terrorista islámico Muhammed Atta antes de matar a miles de personas en las Torres Gemelas fue: “En mis funerales no quiero seres impuros. Es decir, animales y mujeres”. Otro que dice: “Ni siquiera cerca de mi tumba quiero seres impuros. Sobre todo los más impuros de todos: las mujeres embarazadas”.
Aquellos días, el Imán de Bolonia sacó la siguiente conclusión tras el 11-S: “Fue la derecha americana la que abatió las dos Torres Gemelas y ahora utiliza a Bin Laden como tapadera. Si no fue la derecha americana, fue Israel”.
Es lo que hay…
Cuanto más democrática y abierta es una sociedad, tanto más expuesta está al terrorismo. (…). Caen en la trampa de su invulnerabilidad. Y pocos comprenden que su vulnerabilidad nace precisamente de su fuerza, su riqueza, su potencia, su capitalismo, su modernidad. Nace también de su liberalidad, de su esencia multi étnica, de su respeto por los ciudadanos y sus huéspedes. Nadie les prohíbe que se inscriban en una universidad para estudiar química y biología.
“El primero de los derechos humanos es la Libertad de no Tener Miedo: no tengáis miedo”, dijo hace casi quince años el alcalde que todo cómic querría, Rudolph Giuliani. Leemos en La Rabia y el orgullo,
La espina dorsal de América, la linfa vital de esta nación. Porque convierte a los súbditos en ciudadanos. Porque transforma a la plebe en Pueblo. Porque la invita, mejor, le ordena rebelarse contra la tiranía y gobernarse. Expresar su propia individualidad, buscar su propia felicidad.
El letargo de la osa Europa. Cambiemos la mitología.
Con los hijos de Alá el conflicto será duro. A menos que Europa apague su miedo y razone un poco y eche una mano. El Papa incluido. Lo peor para todos está todavía por llegar. He aquí la verdad. Y la verdad no se coloca necesariamente en el medio. A veces está solo en un lado.
Final.
Un sermón se juzga por los resultados, no por los aplausos o los silbidos que recibe. Y antes de ver los resultados del mío tendrá que pasar mucho tiempo.
Fallaci perdió su último intento “destinado a taladrar las orejas de los sordos, los ojos de los ciegos, inducir a los descerebraos a usar el cerebro”.
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Notas.-
Enlaces [en azul cuando se trata de textos ajenos] y corchetes son aportados por EQM. También, por razones discutibles de legibilidad en internet, el incremento de párrafos en textos ajenos, respetando el contenido, que puede leerse en el original pinchando el enlace.
Algunos datos:
Llevamos en guerra con el Islam desde el siglo VII, o séase 14 siglos:
622: Mahoma funda la religión del Islam con su predicación por el mundo árabe.
632: Comienza la denominada expansión musulmana.
634: Comienzan las Guerras arabo-bizantinas, muchos territorios bizantinos serán conquistados por los árabes.
636: En la Batalla de al-Qadisiyya, los árabes vencen de manera decisiva a los Sasánidas.
638: Los árabes conquistan Palestina.
639: Los árabes conquistan Egipto y Armenia.
642: La Biblioteca de Alejandría es incendiada por los árabes por orden del califa.
651: Desaparece el Imperio Sasánida tras el asesinato de Yazdgerd III y la toma de Ctesifonte por los árabes.
664: Los musulmanes conquistan Kabul.
674-678: Los árabes inician el asedio de Constantinopla, los bizantinos triunfan gracias en gran medida al fuego griego.
680: El califato Omeya asesina a los familiares de Mahoma en la Batalla de Kerbala.
698: Los árabes capturan Cartago, ciudad en manos de los bizantinos.
711: Táriq ibn Ziyad desembarca cerca de Gibraltar, derrotando a los visigodos en la batalla de Guadalete y poniendo fin al reino visigodo de Toledo.
717-718: los árabes inician el asedio sobre Constantinopla.
732: Carlos Martel derrota a los musulmanes en la batalla de Poitiers, frenando el avance musulmán en el Reino Franco.
Y así…hasta 2015.
Dato positivo: si en 14 siglos no lo han conseguido, ¿nos esperamos otros 14 a ver qué pasa?
De puta madre tu post de hoy, Quicio, ¡de puta madre!
Blas
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Cuando un gobierno está pendiente de lo que dice la extrema izquierda, malo, muy malo.
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Uno pertenece a un grupo para ser solidario y Europa espera de nosotros lo que nosotros esperaríamos de ella. Es muy sencillo: hoy por tí (y nosotros) y mañana por mi (nosotros). ¿Está claro?
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Bárbaros a las puertas
Gabriel Albiac en ABC, 241115.
Paseo, con la melancólica certeza de estar viendo llegar el fin de una historia de mil trescientos años. Los bárbaros entrarán en Roma. Porque Roma ya es bárbara
LOS bárbaros entrarán en Roma. Porque Roma es ya bárbara. A menos de doscientos metros del piso en el que Abaaoud y su banda fueron acribillados por balas de gendarmes o estallido de sus propios cinturones, se alza el epicentro cristiano de Francia: la basílica de Saint-Denis. Sobrevolando el inmenso semillero islamista.
La calle principal de Saint-Denis, intercambiable con las de cualquier ciudad norteafricana, sigue cortada en parte. La Policía impide todavía el paso a transeúntes y periodistas. Puede que la investigación científica no esté todavía acabada. Puede que el riesgo de derrumbe sea grande. Desde la esquina, se aprecian bien las ventanas chamuscadas, a través de los cuales volaron cuerpos en pedazos, después del estallido. La prensa jugó, durante un par de días, con la muy morbosa hipótesis de haber asistido a la primera operación suicida de una mujer yihadista en suelo europeo. Fue menos literario. Hasna Ait Boulahcen quedó hecha trizas al estallar el cinturón de su acompañante. Al jefe de los asesinos, su primo Abaaoud, se requirió más de un día para identificarlo. La tempestad de balas lo había reducido a una masa informe.
La ciudad norteafricana de Saint-Denis ha recuperado, salvo ese pequeño detalle de las dos manzanas cortadas, su normalidad de fin de semana. Allí, poco pesan las llamadas de la autoridad musulmana oficial. Los imanes que el viernes pidieron el respeto a la república y la aceptación de sus leyes, son aquí juzgados como traidores a Alá y merecedores de la misma pena que los cristianos, de los cuales son cómplices.
Las mezquitas oficiales han dejado de ser el corazón de las comunidades musulmanas. En Francia, en Europa. Los jóvenes huyeron de ellas. Se refugian en pequeños antros salafistas que operan como clandestinas casas de oración. En ellos, una generación forjada en el camelleo y en los diversos grados de la delincuencia halla el consuelo de trocar el crimen en acto sagrado. La historia de los yihadistas franceses, belgas, europeos en general, se repite: de la calle a la cárcel, de la cárcel a las mezquitas clandestinas. Luego, el viaje a Siria y la formación militar. Finalmente, el retorno a casa para poner a prueba lo aprendido. Sólo la comunidad musulmana tradicional podría acabar con ellos. Pero, generacionalmente, esa comunidad teme demasiado que sean los jóvenes bárbaros quienes acaben por ganar la batalla por el islam en Europa.
Paseo por las criptas reales de la basílica de Saint-Denis. A menos de doscientos metros del sórdido agujero tintado por la pólvora en el cual fueron cazados los asesinos de EI. En el silencio de la catedral está toda la historia de Francia. Desde Charles Martel, que detuvo la expansión musulmana en el siglo octavo, hasta los útimos Capetos, decapitados por la revolución en la Place des Grèves. Paseo, con la melancólica certeza de estar viendo llegar el fin de una historia de mil trescientos años. Que es la mía. Los bárbaros entrarán en Roma. Porque Roma es ya bárbara.
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http://www.abc.es/opinion/abci-barbaros-puertas-201511241543_noticia.html
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Cajas de madera
DAVID GISTAU – ABC – 25/11/15
· A los niños les está permitido creer que de las armas nos protegerán las flores.
Uno de los momentos más desprovistos de sentido del ridículo del siglo XX ocurrió cuando John Lennon y Yoko Ono se metieron en la cama de la habitación 1742 del hotel Queen Elizabeth de Montreal para recrear la horizontalidad estática de la paz y el amor. ¡No a la guerra! Encomiable esfuerzo el de estos militantes que habrían fenecido de no existir el servicio de habitaciones.
Como una nuevas «précieuses», Lennon y Ono se pasaron días recibiendo en la cama a celebridades de la cultura que peregrinaron hasta ahí como hasta el santuario de un gurú sanador con poderes de levitación. Entre ellos, se coló un impertinente, el dibujante Al Capp, que enfureció a la pareja hasta el punto de hacerle perder el karma hippie con una sola pregunta: «¿Qué habría sido del mundo si las democracias se hubieran quedado en la cama en lugar de combatir a Hitler?». Como mínimo, el mundo se habría convertido en un lugar parecido al de la ucronía de Philip K. Dick, con campos de exterminio instalados a las afueras de Nueva York. ¡No a la guerra!
La analogía sirve para comprender la insensatez del rebrote del no a la guerra. Que no se encama, sino que ansía achicar espacios tomando la calle como ya hizo en el advenimiento de Zapatero. Este intento de reactivación pacifista tiene sentido en un contexto electoral –una pistola láser para desintegrar gobiernos de derecha– y si se asume que el no a la guerra, además del antifranquismo después de muerto Franco, es el único relato glorioso que cohesiona a la izquierda: no está dipuesta por ello a perder ninguno de los dos. El del no a la guerra dejó al PP tan traumatizado que, mientras es requerido por las potencias, Rajoy pide a su secretaria que alegue siempre que está reunido para ver si así logra estirar la decisión hasta después de las elecciones.
Para ocultar las diferencias del momento actual con Azores, el no a la guerra necesita hacer dos esfuerzos cínicos: humanizar al ISIS y pretender que la guerra es de agresión porque habría empezado con los bombardeos franceses, y no con Bataclán o hace cuatro años y 300.000 muertos que Occidente contempló desde la cama. O sea, como decir que la guerra de Hitler no empezó con la invasión de Polonia, sino con una agresión de las democracias en Normandía.
De toda la pornografía verbal que circuló estos días, una de la más demagógica –qué sorpresa– fue la reflexión de Iglesias acerca de los soldados que vuelven metidos en cajas de madera. Como si él no supiera que los Estados y los militares de países en serio tienen asumida por sentido de la vocación y de la responsabilidad la teoría romana del «limes» según la cual el riesgo de que los soldados regresen metidos en cajas de un confín del mundo se asume cuando hay un riesgo alternativo, el de que acaben en cajas de madera los asistentes a un concierto de rock en las mismas calles de tu capital. Esto ya es para adultos. A los niños les está permitido creer que de las armas nos protegerán las flores. Y Kichi diciendo no a la guerra.
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http://paralalibertad.org/cajas-de-madera/
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Las palabras no van a derrotar al ISIS
MAX BOOT – LIBERTAD DIGITAL – 25/11/15
· La idea orwelliana de que se puede controlar la realidad controlando el lenguaje está viva y bien viva en la guerra contra el ISIS.
Por lo general,manipular el lenguaje es una de las tácticas preferidas por regímenes totalitarios que gustan de denominarse “repúblicas democráticas populares” cuando no son nada por el estilo. Pero ahora un montón de gente bienintencionada parece pensar que la manipulación del lenguaje puede ser un arma formidable contra el más poderoso grupo terrorista que jamás se haya visto.
Estuve este fin de semana en Canadá, en la Conferencia Halifax de Seguridad, donde una serie de oradores incidieron en lo de referirse al ISIS como “Daesh”. Se trata de un vago acrónimo árabe de Al Dawla al Islamiya al Irak al Sham, es decir, el Estado Islámico de Irak y “al Sham” (que se traduce como “Siria” o como “el Levante”). Al parecer, el ISIS detesta que se le denomine Daesh porque tiene “varios trasfondos negativos”, dado que suena similar a las voces árabes daes (que alude a quien pisotea algo) y dahes (“el que siembra la discordia”).
El ISIS prefiere ser denominado “Estado Islámico”, designación que muchos rechazan porque se niegan a conceder que el ISIS sea Estado eislámico. Incluso he oído a una mujer sugerir que no se use el acrónimo ISIS porque es el nombre de una importante deidad del Egipto antiguo.
Valoro la intención de aquellos que quieren denominar al ISIS con un nombre que el ISIS detesta, pero están incurriendo en una suerte de pensamiento mágico si piensan que el ISIS va a ser severamente lastimado, y mucho menos derrotado, por el mero hecho de ser denominado de otra manera. Lo cierto es que Estado Islámico es una descripción adecuada, porque el ISIS es una organización islámica (por mucho que difícilmente represente al islam preponderante) y es un Estado en la medida en que está siendo capaz de controlar y administrar una porción sustancial de territorio, aunque otros Estados no lo hayan reconocido formalmente.
Hay algo tonificante en afrontar la realidad del Estado Islámico, en vez de incurrir en acrobacias verbales que tienen nulo impacto en la derrota de esta organización maléfica. Pero eso no quiere decir que con sólo repetir una y otra vez que el enemigo que afrontamos es el “extremismo islámico” –como insisten en hacer algunos republicanos– se vaya a vencer en la guerra contra el terrorismo. El presidente Obama y sus asistentes han ido tan lejos como para evitar la expresión “Estado Islámico” por temor a ofender a los musulmanes respetuosos de la ley, pero algunos republicanos han llegado tan lejos como para abrazar el término como si el etiquetado del enemigo bastara para vencer.
Igualmente fútiles son los bienintencionados esfuerzos para contrarrestar el atractivo online del ISIS tratando de convencer a su audiencia digital de que no es una organización admirable. Ahí se ignora la realidad de quehay gente a la que atraen organizaciones como el ISIS, como las hubo atraídas por las SS o por los Jemeres Rojos; y precisamente por, no a pesar de, sus infaustas intenciones.
Derrotar al ISIS requerirá tropas sobre el terreno y poderío aéreo. Serán necesarias decenas de miles de soldados. Esas fuerzas de tierra no las ha procurado EEUU, pero pueden ser aportadas por otros; no obstante, por el momento no es una opción que se vislumbre en el horizonte.
No puedo dejar de pensar que la gente que se enreda en juegos retóricos a fin de replicar el mensaje del ISIS se están apartando de la dura realidad de qué es lo que hay que hacer para derrotarlo.
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http://paralalibertad.org/las-palabras-no-van-a-derrotar-al-isis/
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En defensa de occidente
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR – ABC – 25/11/15
· «La cosecha sangrienta de estos días debería llevar a poner punto final al estado de mendicidad cultural en que Occidente ha ido cayendo a lo largo de las últimas décadas. Somos herederos de una dilatada trayectoria que levantó, en siglos de progreso material y depuración espiritual, una idea del hombre y un concepto de la vida en comunidad»
En estas semanas de espanto, Occidente parece haber cruzado la línea de sombra que protege su singularidad. Desde el otro lado del espejo, el mundo en el que las cosas se conciben de modo inverso a los imperativos de nuestra moral ha irrumpido en nuestras calles. Nuestra existencia ha sido oscurecida por el interruptor que siempre tienen a mano los adversarios de la civilización occidental. Nuestro pavor lo han provocado quienes, en sus gritos de guerra y crimen, dicen no temer a nada ni a nadie, pero que solo son miserables instrumentos de una ideología fanática, sustentada en la desesperación terrenal y la voluntad sumisa. A otros corresponderá fijar las condiciones de seguridad física de nuestra comunidad.
Es uno de los derechos que ha de garantizar el Estado; un bien común al que deben someterse las pintorescas reticencias de los equidistantes de turno, fatuamente abrumados por la escalada del autoritarismo y la vulneración de las garantías cívicas. Y que responden, más bien, a esa estúpida debilidad de carácter, a ese blandengue destino que nos obliga a repetir la historia, o a esa pura y simple ignorancia de lo que toda civilización ha hecho consigo misma: defender su vigencia histórica.
Dejemos que los responsables políticos acuerden las particularidades del indispensable estado de alerta en el que sitúan las fuerzas y cuerpos de seguridad. Invitémosles a que manejen la información del mejor modo posible, y que asuman los riesgos que la solución radical de esta grave crisis nos ha arrojado a la cara, sumando al espectáculo insoportable de las atroces migraciones de seres indefensos que huyen de la barbarie la violencia ejercida por unos desalmados en nuestras ciudades. Como si no fuera ya bastante lo que nos han hecho sufrir en los lugares de su abyecta soberanía, destruyendo vidas humanas y cercenando el patrimonio universal de una cultura que desprecian en lo que refleja de conciencia de continuidad, progreso y genealogía del hombre en sociedad.
A quienes no tenemos responsabilidades en los ámbitos de la seguridad, nos incumbe abordar de nuevo las circunstancias de emergencia en las que se mueve Occidente. Situación prolongada ya demasiado y que corresponde a una inaudita capacidad para negar nuestras raíces en un proceso suicida de automutilación cultural que acaba por hacernos irreconocibles, despersonalizados y mínimos. Hoy se nos exige, firmemente, que salgamos en defensa de lo que Occidente aún significa como referencia de civilización. Porque, bajo las petulantes exhibiciones de cosmopolitismo nunca encontramos ni la dimensión universalista, ni la voluntad de aprendizaje ni la apertura a lo foráneo que durante siglos nos han caracterizado. Lo que sobresale, por el contrario, en ellas es la enfermiza predisposición a desdeñar los fundamentos en los que se sostiene nuestra generosa mirada al mundo, en los que se alimenta nuestra permanente voluntad de hacer de cada individuo del planeta una persona equivalente a todas las demás.
Nuestra singularidad, aquello que nos ha distinguido de las distintas culturas, a lo largo de los siglos, es esa contemplación del conjunto de la humanidad como algo que nos concierne, que forma parte de un gran diseño universal. Nuestra peculiaridad consiste en no habernos encerrado en la confortable exaltación de nuestro solitario perfil moral, sino en convertirlo en plataforma de liberación, camino de dignidad y mensaje de esperanza.
Otros han creído que debíamos abandonar todo concepto de civilización o promover que el encuentro entre diversas culturas se hiciera igualándolas y atribuyéndoles análogo protagonismo en el crecimiento y perfección de la persona. Que ese encuentro se realizara borrando lo que nos diferencia y resaltando, en un apocado mínimo común denominador ético, lo que nos hace idénticos. Que la conciliación de las sociedades posmodernas solo podría basarse en la quiebra de cada una de sus identidades, para encontrar en el ensamblaje de un apresurado multiculturalismo la perfecta confusión entre convivencia ciudadana y promiscuidad cultural. Lo que se ha logrado, en definitiva, no es el producto de una sana apertura a quienes comprenden la vida de otro modo y disponen de un linaje propio de acontecimientos y tradiciones.
Antes al contrario, estamos al límite de nuestra resistencia, de nuestra cohesión cultural, de la conciencia de nuestra identidad. Se ha confundido la convivencia con la homogeneidad y, lo que es más grave, ha llegado a considerarse que un proceso de influencia mutua acabaría por eliminar nuestras diferencias. El relativismo atroz de una élite de ignorantes y despreocupados ha hecho que la nuestra sea la única civilización que se ha considerado materia de desguace, mientras cualquier forma de identidad alternativa pasaba a convertirse en objeto de veneración, exenta de los de recortes culturales que aquí se han practicado.
La cosecha sangrienta de estos días debería llevar a poner punto final al estado de mendicidad cultural en que Occidente ha ido cayendo a lo largo de las últimas décadas. Somos herederos de una dilatada trayectoria que levantó, en siglos de progreso material y depuración espiritual, una idea del hombre y un concepto de la vida en comunidad. Cuando hablamos de la civilización cristiana no nos referimos a un espacio dogmático, que queda para aquellos que disponen de su fe, sino a un sistema de creencias sociales, principios arraigados en los orígenes de nuestro mundo, valores que iluminan nuestras decisiones. Cierto es que la nuestra no ha sido una sociedad cerrada al conocimiento de otras maneras de entender la vida.
Pero pongamos las cosas en su sitio. ¿Qué es exactamente, sin alusiones genéricas ni engreído paternalismo, lo que esta civilización debe a las que se reclaman como iguales? ¿En qué aspecto concreto, que se refiera a asuntos esenciales de nuestra visión de los derechos de la persona, de su proyección social, del orden legítimo, de la búsqueda del bien común, hemos dependido de una catequesis exterior? Seguimos preguntando en espera de respuestas precisas. ¿En qué terreno sustancial de nuestra experiencia humana somos lo que somos gracias a la labor de quienes se han formado en civilizaciones ajenas a la nuestra?
Lo que no debemos confundir es nuestra convivencia cordial entre vecinos de otras creencias con la abolición de lo que somos como depositarios de una compleja trama cultural, que no nos equipara ni nos iguala, sino que nos hace valerosamente diferentes, solidariamente distintos. Y además, y lo creo con firmeza, superiores en nuestra forma de vida material y espiritual. De no ser así, habríamos escogido, por supuesto, otra manera de constituir y organizar nuestra civilización, un medio más liberador de nuestra vida, un mejor camino de perfección y preparación para nuestra plenitud personal. No lo hemos hecho, y es evidente que no ha sido ni por simple pereza ni por el ciego fervor de la costumbre. No lo hemos hecho porque somos conscientes de esa diferencia, de esa superioridad de nuestra civilización, de ese destino que nos obliga a preservar lo que somos. Entre otras cosas, para que el mundo entero contenga en nosotros lo que quiere llegar a ser como proyecto universal.
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http://paralalibertad.org/en-defensa-de-occidente/
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Diez razones por las que España no puede sustituir a Francia en Malí
Argumentos de expertos en planificación de operaciones militares: no poseemos drones, no tenemos inteligencia, no nos manejamos en francés, pasaríamos a ser objetivos prioritarios de Boko Haram, Al Qaeda…
España no puede hacerse cargo de la operación militar francesa contra el yihadismo en África. Así lo admiten altos mandos militares, que analizan los requerimientos, consecuencias y riesgos que entraña una misión de esta naturaleza.
Los atentados del 13-N en París pueden afectar a los planes militares de las Fuerzas Armadas españolas. El ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian, ha admitido que su país está “a la espera” de conocer la propuesta de España sobre el aumento de la cooperación militar en la zona del Sahel, donde Francia inició una misión contra el yihadismo en 2013 en la denominada ‘Operación Serval’, que posteriormente pasó a llamarse Operación Barkhane.
Le Drian ha admitido que su nación “está muy satisfecha con la cooperación” actual de España, que mantiene operativa una misión de entrenamiento para fuerzas militares locales en Bamako y Koulikoro (Malí). Pero insinuó que España se había ofrecido para relevarles al frente de la Operación Barkhane, y que Francia está valorando positivamente esa opción.
Sin embargo, fuentes militares expertas en el diseño y planificación de operaciones para el Estado Mayor de la Defensa, consultadas por El Confidencial Digital, ven “como poco, muy complicado” que las Fuerzas Armadas españolas puedan protagonizar ese relevo. Y ofrecen los siguientes argumentos:
1. Supondría iniciar una ofensiva contra varios grupos terroristas
A lo que se enfrenta Francia en el Sahel no es a un solo enemigo, sino muchos. Según destacan las fuentes consultadas, las fuerzas armadas galas mantienen varios frentes contra grupos terroristas y ‘pseudoejércitos’ con intereses muy distintos.
Citan a los nigerianos de Boko Haram, a Ansar Dine, Al Qaeda en el Magreb Islámico –responsable del reciente ataque a un hotel de Bamako- o el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO). Grupos que, desde su nacimiento, han amenazado directamente los intereses franceses en la zona.
Tomar el control de la Barkhane, explican las fuentes militares consultadas, sería dirigir hacia España “muchos enemigos” de una sola vez.
2. No tenemos drones
Francia inició la misión Serval en 2013 tras el avance de los grupos yihadistas en el Sahel. Cuando lo hizo, sólo disponía de dos drones del modelo Harfang, insuficientes para cubrir las largas distancias de la zona de operaciones del desierto. Por ello tuvo que comprar de urgencia dos drones Reaper, de fabricación estadounidense.
Son prácticamente iguales a los que –como todo parece indicar- va a adquirir España en los próximos meses, con la diferencia de que los españoles sí podrán ser artillados (son Bloque 5 frente a los Bloque 1 galos).
Sin embargo, las fuentes consultadas aseguran que “pasará mucho tiempo” hasta que los futuros drones españoles sean operativos hasta el nivel que requiere una misión de identificación y vigilancia (ISR) como la que necesita una misión como la de Malí. Esa capacidad debería ser cubierta por otro país europeo o mantenida activa por Francia, explican.
3. Falta inteligencia
Francia lleva años ayudando a los países de la zona, aportando inteligencia propia. Para ello, dispone de un equipo de inteligencia militar desplegado en Niamey, Niger.
España, explican las fuentes consultadas, apenas conoce la zona más allá de los destacamentos españoles en Malí. “El relevo, en este sentido, es imposible” insisten las fuentes consultadas.
4. Operaciones especiales
Una consecuencia del anterior punto, aseguran las mismas fuentes, es que los equipos de operaciones especiales que requiere la misión no dispondrían de la información de inteligencia necesaria para mantener una operatividad como la que tienen los franceses en estos momentos.
España, advierten, tiene todas las capacidades operativas de las fuerzas francesas, pero sin inteligencia “no sirven de nada”.
5. No hablamos francés
Otro condicionante que restaría efectividad a una misión española en el Sahel es la comunicación. Malí, Mauritania, Burkina Faso, Niger… son países francófonos, como consecuencia de su pasado colonial francés.
Asumir el liderazgo de las operaciones en la zona “supondría un nivel de coordinación y entendimiento muy alto”, algo que se complicaría con el uso de intérpretes. Además, afectaría a las operaciones sobre el terreno de militares españoles con fuerzas locales.
6. La mayor operación de la historia reciente de España
Asumir las tareas de Francia en el Sahel supondría, explican estas voces, emprender la “mayor misión militar de la democracia”. España siempre ha participado como aliado en grandes misiones, casi siempre bajo el mando de la OTAN, la ONU o la Unión Europea. Irak, Afganistán, Yugoslavia, Libia o Somalia son algunos ejemplos.
Y en esas misiones “España ha tenido el mando en momentos puntuales, pero siempre con mucho respaldo aliado”. Relevar a Francia en el Sahel supondría “tomar todo el peso de la operación”. España, afirman, “nunca se ha enfrentado a una intervención tan compleja”.
7. El coste económico
“Francia tiene capacidad militar suficiente como para mantener la Barkhane y la Sentinelle –el despliegue militar especial para proteger las ciudades francesas del terrorismo- y aumentar a la vez su presencia en Siria”, explican las fuentes consultadas.
Capacidad militar pero no económica. Según aseguran, el coste económico de las operaciones militares que planea Francia provocan un “agujero” considerable en las cuentas públicas galas. “Es prácticamente inasumible en términos económicos para Francia” dicen los expertos citados.
La situación española no es muy distinta: todo el presupuesto para misiones ya está asignado, aumentar el peso en operaciones en el extranjero supondría la necesidad de dotar a Defensa de fondos extraordinarios.
8. El coste político
La política condiciona severamente el alcance de las operaciones militares de un país. Y en el caso español, el momento es especialmente singular con unas elecciones generales en menos de un mes.
Una operación de este tipo, explican estas fuentes, necesitaría de un “apoyo político mayoritario, casi unánime”.
9. Tiempo de planificación
Antes de los atentados de París, sí existían planes relacionados con un posible aumento de la presencia española en el Sahel. Se trata, dicen, de planes de contingencia que los Estados Mayores elaboran ante hipotéticos escenarios internacionales cambiantes.
Sin embargo, la envergadura de un relevo de Francia en el Sahel “no está contemplada”. La planificación que requiere una misión así “son muchos meses de trabajo”, por lo que nunca sería “ni inminente, ni a corto plazo”.
10. Los intereses franceses
España es el país europeo más cercano al Sahel, por lo que cualquier problema que se presente en este ‘patio trasero’ afecta gravemente a España, como se comprobó en varios episodios de secuestro de cooperantes en la zona. Pero hay que decirlo todo: los intereses de Francia y España en la zona no son los mismos.
África es “territorio de Francia”, en referencia a las ramificaciones sociales y económicas –empresas que operan en esa zona- que existen en esta área, así como los convenios de cooperación militar y pactos que mantiene el Elíseo con los gobiernos locales.
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http://www.elconfidencialdigital.com/defensa/razones-Espana-sustituir-Francia-Mali_0_2606739319.html
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No se que es lo que pasa con el miedo a la guerra, en España. Ahora se han hecho todos católicos a muerte: ponemos todos la otra mejilla Y la pregunta del año: ¿Y luego, qué?
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Por cierto, ahora los rusos a la menor ocasión que tengan dispararán sus misiles de tierra aire de ultísima generación para abatir como mínimo un caza turco. Es la ley de la reprocidad. Y lo harán diciendo que estaba en cielo sirio y temían ser atacados de nuevo. Tiempo al tiempo. Putin no gasta bromas.
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