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A la izq., una senadora australiana, Pauline Hanson, acude al Parlamento con vestida con burka completo, del que se desprende, para solicitar su prohibición en el país, y fracasa. A la dcha., imagen de Julian Cadman, el niño australiano asesinado en Barcelona por los yihadistas en el atentado de Las Ramblas. Ambos hechos se produjeron el 17 de agosto de 2017.
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De fobias, cautelas y defensa propia
La actual y suicida corriente occidental progre-analfabeta ha puesto de moda las fobias, repartiendo a la sociedad demonizadores carnets de falso odio.
Como todo el mundo debería saber si hubiera sido instruido, la fobia es una aversión exagerada a alguien o a algo; un temor angustioso, incontrolable y absurdo, casi obsesivo, ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones; en definitiva, un miedo irracional.
Y lo que el buenismo califica como ‘islamofobia‘ no tiene nada de aversión exagerada, absurda, incontrolable, obsesiva e irracional.
Antes al contrario, se trata de una predisposición, prejuicio, recelo, desconfianza, suspicacia, duda e incluso rechazo, de una sociedad que se ve cuestionada, en su propio seno territorial, por un grupo social inmigrante -extranjero, venido, por tanto, de fuera- de cultura antitética, con ninguna voluntad colectiva de integración entre quienes les acogen, que trata de vivir al margen del sentido común y del marco jurídico de la sociedad receptora, estableciéndose en guetos donde reina con sus hábitos, y, por si poco fuera todo ello, otorga complicidad -activa o pasiva- a terroristas minorías propias, que tienen como objetivo sustancial asesinar a la hospitalaria ciudadanía occidental con el fin de derruir su cultura y someterla a la propia.
Y todo ello, en nombre del Islam.
Podría continuar pero creo que lo dicho es suficientemente explícito.
Sólo daré un dato más: si tienen un rato, traten de confeccionar una lista de países musulmanes en cuya sociedad se tolere el establecimiento de una simple capilla cristiana.
De modo que tenemos lo que merece nuestra inmensa decadencia, también como inventores de ‘fobias‘.
pd. El silencio, también cómplice, de ecofeministas y LGTB, así como la ‘comprensión’ de los antiSistema y sus votantes, da una complementaria idea de hasta qué punto el germen suicida y, al tiempo, analfabeto, ha anidado entre nosotros, los llamados a defender, digo yo, nuestra propia cultura.
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JM Nieto [España, 1973] en ABC, 220817.
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Emanaciones
Estampas / 3333
Juan Abreu [escritor; Cuba, 1952], en su blog Emanaciones, 240817.
Con lo de la matanza en La Rambla a cargo de los religiosos musulmanes y del islam me entero de que la Generalitat desde 2003 desarrolló una política anti sudaca y de brazos abiertos para los marroquíes y musulmanes. No a los sudacas, sí a los marroquíes y musulmanes.
Y todo porque los sudacas (nosotros) hablamos español. No saben cuánto me ha dolido eso. Yo que siempre he tratado de ser un buen sudaca y portarme bien y cumplir con las leyes del país en que vivo porque es lo correcto pero además porque, como nacido en la isla pavorosa, me considero español. Con su poquito de negro es verdad, pero español. Y ahora me entero de esto.
Cualquier sudaca como yo tiene más en común con los españoles y con los catalanes (que no son más que españoles con una jerigonza extra) que con un marroquí. ¿No? Dicen que fue un Ángel Colom (y sus jefes, colijo) quien dispuso la política de brazos abiertos para los marroquíes y musulmanes y de brazos cerrados para los sudacas. Los sudacas no matamos infieles ni ponemos bombas o atropellamos a inocentes ni acuchillamos a viandantes mientras chillamos imbecilidades sobre la grandeza de algún Dios. ¿No?
Así que eso de que discriminen a los sudacas en Cataluña en beneficio de los marroquíes y de los musulmanes me ha dolido mucho, la verdad. Los sudacas hemos sido buenos para Cataluña. ¿No? Tal vez alguien nos deba a los sudacas una explicación. Una explicación. A nosotros los sudacas, y a los familiares de los muertos en La Rambla, sobre todo. Porque sin esa política habría muchísimas menos posibilidades de que estuvieran muertos. ¿No?
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JM Nieto [España, 1973] en ABC, 240817.
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El fantasma de la islamofobia
Jorge Vilches en vozpopuli.com, 240817.
La construcción de falsos enemigos es un arte de la política que se ha ido perfeccionando con el tiempo gracias al avance tecnológico. Su éxito no tiene misterios, sino eficaces técnicas propagandísticas aplicadas a una sociedad infantil y sentimental, que se cree la mejor preparada de la Historia.
El fantasma
Tras el atentado del 17 de agosto en Barcelona faltó tiempo para que los políticos izquierdistas y sus terminales mediáticas salieran avisando del supuesto rebrote de la islamofobia. Las noticias sobre los muertos y desaparecidos, las investigaciones mal llevadas y sus avances, el debate sobre los bolardos, y las inquietantes sonrisas de Ada Colau en el duelo, se cruzaban con las alertas sobre los islamofóbicos, el racismo y el fascismo.
El ardid es evidente: airear el fantasma de la islamofobia permite salvar de la crítica al fracasado multiculturalismo y, al tiempo, ahondar en el sentimiento de culpa de Occidente y continuar con la demolición de las tradiciones para crear la Sociedad Nueva.
Sin embargo, el islamismo es un fenómeno muy complejo y variado que no se puede despreciar ni apreciar con una sola frase. Su funcionamiento responde a una mentalidad diferente a la occidental. No se articula sobre las ideas de izquierda o de derecha, ni siquiera con las nacionalistas. Tampoco tiene una visión territorial equiparable a la del mundo cristiano, que evolucionó con los Estados nacionales, racionales y burocratizados, sino de clanes y comunidades religiosas.
Tampoco es cierto el “choque de civilizaciones”: quienes más combaten a los musulmanes son los mismos musulmanes. La mayor parte del terrorismo yihadista es contra el kafir, el impío, el que no profesa el verdadero islamismo; es más, la muerte entre unos y otros ha sido una constante desde el año 622. Pondré algunos ejemplos recientes.
El islam contra sí mismo
Palestina vivió una guerra civil desde 2007 a 2009 entre Fatah y Hamás que se saldó con miles de muertos, que aquí los medios obviaron. La Autoridad Nacional Palestina no es reconocida por Fatah, que gobierna la mitad del territorio del país, al tiempo que Mahmud Abás, líder de Hamás, se niega a celebrar elecciones desde 2005.
Los Hermanos Musulmanes, vinculados con Hamas y Qatar, ganaron las elecciones en Egipto tras la Primavera Árabe; sí, ese movimiento que algunos podemitas saludaron como “la revolución de los pueblos para una democracia social”. En fin. Dicha organización egipcia es el origen en buena medida de la yihad contra Occidente y en especial contra EEUU, no por su capitalismo y democracia, sino por ser el “Gran Satán”; es decir, por la difusión de costumbres “liberales” que “contaminan” a la Umma, a la comunidad islámica.
Pero, y he aquí lo que no se señala habitualmente, los Hermanos Musulmanes son salafistas, y consideran que primero hay que “limpiar” el islam en Oriente Medio. Cuidado, porque lo mismo pensaba el Frente Islámico de Salvación, en Argelia, que ya en la década de 1980 aseguraba que su objetivo final era instaurar el califato, el gobierno teocrático, en todo el planeta.
Por último, por no alargarme: El Estado Islámico (EI), o Daesh, ha declarado tener ese mismo propósito, para lo cual debe depurar la comunidad de infieles de todas las religiones, incluido el islam. Ese califato no es solo territorio, sino comunidad, y necesita la guerra. La mayor parte de las muertes generadas por el EI son musulmanes que no profesan la “verdadera fe”.
Occidente es para ellos un enemigo más, y en su concepto de guerra –tan distinto del que barajamos nosotros, anclado en el siglo XX-, el terrorismo es otra vía. En Oriente Medio el terror sirve al EI para la liquidación social, aquí para manejar a la opinión pública y que se culpe a nuestros gobiernos, que, dependientes de las elecciones, cambian la política exterior. El mejor ejemplo es lo sucedido tras los atentados del 11-M en España.
Los yihadistas conocen las debilidades de nuestras sociedades, y usan el combate político que aquí se produce. Saben que después de un atentado habrá quien alerte sobre la islamofobia, convirtiéndose el alarmista en una pieza más, a veces títere, de la guerra psicológica que se está librando.
La doble moral
La doble moral de los que alertan sobre el fantasma de la islamofobia es fácilmente comprobable verificando sus incoherencias cuando hablan de derechos humanos. Repasemos.
Algunas de las asociaciones, políticos y periodistas que denuncian la incitación al odio y la apología de la violencia, callan cuando se producen ataques similares al cristianismo y al judaísmo. Es más; son furibundos críticos del Estado de Israel, sobre el que vierten insultos y denuncias, lo equiparan al nacionalsocialismo, le acusan de Holocausto, y piden su disolución, al tiempo que apoyan a grupos palestinos.
Son los mismos que aplaudieron o justificaron, por ejemplo, el asalto a la capilla de la Complutense, donde se gritó “¡Arderéis como en el 36!”, diciendo que es libertad de expresión. ¿Qué dirían esos mismos críticos si un grupo hubiera asaltado una mezquita con gritos amenazantes, y luego hubieran sido elegidos como cargos públicos? ¿Y si un partido, como la CUP, en lugar de proponer convertir la Sagrada Familia en un centro cívico lo hubiera dicho de una gran mezquita?
Muchos de los que alertan sobre la islamofobia en nombre de los derechos humanos amparan la simbología comunista, que ha sido la ideología más criminal del siglo XX. Así, al tiempo que denuncian la incitación al odio y la apología de la violencia cuando se refiere, a su juicio laxo, al islam, callan cuando la víctima es el cristianismo, el judaísmo, o la democracia liberal. Por ejemplo: no dicen nada cuando la dictadura del narcogobierno de Venezuela asesina o pisotea los derechos más esenciales, o aplauden entusiasmado el régimen castrista.
Falta autoridad moral. Sin embargo, les resulta útil. Las ideologías totalitarias, sobre todo cuando están trufadas de estilo populista, necesitan pergeñar un enemigo. Cuanto más grande, poderoso y omnipresente se muestre, mejor, porque más justificada estará la movilización y la radicalización de la acción y del discurso.
La islamofobia existe, claro, como las fobias a toda religión, pensamiento político, orientación sexual, nacionalidad o profesión, aquí y en el resto del mundo, ahora y siempre, así como el conflicto y el crimen dentro del propio islamismo. Aun así, el propagandista magnificará al enemigo porque lo necesita. “Nos conviene que haya tensión y dramatizar un poco”, que diría Zapatero.
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Fuente: Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y el Observatorio Andalusí +.
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Radiografía del islam en España. Noticias de España
En los últimos años, la comunidad musulmana ha experimentado un importante crecimiento en todo el país y ya representa el 4% de la población
Álvaro G. Zarzalejos en El Confidencial, 240817.
En España ya se estudian los versos del Corán. Casi dos millones de personas -1.887.906, concretamente- profesan la fe islámica en el país, según el ‘Estudio Demográfico de la Población Musulmana’ que publica anualmente la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) junto al Observatorio Andalusí. En total, los musulmanes ya representan el 4% de la población.
Por nacionalidades, el 41% es español mientras que el 59% es inmigrante, marroquíes principalmente. Con respecto al año anterior, hay un 8,4% más de musulmanes españoles pasando de 718.228 a 779.080.
¿A qué se debe este crecimiento? Los datos revelan que desde 1968 hasta 2014 han sido nacionalizados 251.517 musulmanes, siendo el septenio que comprende desde 2008 hasta 2014 el periodo donde más nacionalizaciones se concedieron: un total de 161.404. Otro de los motivos que explica el crecimiento de esta comunidad es su elevado nivel de natalidad con respecto al de la población española.
De forma paralela a los cambios demográficos, España ha ido incorporando el islam al sector educativo, cultural e incluso político, siempre en virtud del Acuerdo de Cooperación que España firmó con la Comisión Islámica en 1992. Aún así, la comunidad musulmana ha denunciado en varias ocasiones que el acuerdo no se está cumpliendo y han reclamado un mayor compromiso político.Además del cristianismo, el islam es otra de las religiones más populares del mundo y la que más seguidores ganará en los próximos años, según un estudio del Pew Research Center. Aunque el cristianismo seguirá siendo la religión imperante, está previsto que en 2050 el 10% de la población europea se declare musulmana. A nivel mundial, representarán un tercio de la población.
Este aumento de la población musulmana, lejos de percibirse como algo positivo, genera un profundo rechazo entre los españoles. Según un informe publicado este año por el Pew Research Center, el 50% de los españoles tiene una opinión “desfavorable” hacia esta comunidad. Una radiografía del islam en España revela hasta qué punto la religión de Alá está penetrando en la sociedad española.
Feminismo islámico: ¿un oxímoron?
En el imaginario colectivo de gran parte de la población, el islam es sinónimo de opresión y falta de derechos, en especial de las mujeres. “Hay muchos musulmanes y musulmanas luchando desde hace años contra la visión patriarcal y machista que, como en todas las esferas de la vida, también afecta a los musulmanes”, explica la periodista musulmana Amanda Figueras.
Dentro del islam, pocos saben que cada vez más voces se han unido en torno al llamado feminismo islámico. “Es una actitud decolonial, es decir, busca como objetivo descolonizar el Alcorán y las lecturas patriarcales y teológicas que se hacen de los textos”, apunta la investigadora musulmana Laure Rodríguez Quiroga.
“A diferencia de otros movimientos feministas, el feminismo islámico ha contado con la aportación de los varones desde el inicio”, apunta Rodríguez Quiroga, quien a su vez insiste en que no necesitan un portavoz masculino para poder reivindicar sus derechos.
Aunque también se considera feminista, Vanessa Rivera, comunicadora social musulmana, mantiene un discurso mucho más crítico: “¿Son las religiones dispositivos de opresión, machismo y negación de derechos para las mujeres y grupos alterizados? Sí, lo son”, explica a este diario. En su opinión, la culpa de la mala imagen que tiene el islam es la forma con la que hemos aprendido a ver el mundo: “Eurocentrada, arrogante y dicotómica”, apostilla.
Por su parte, Wassyla Tamzali, intelectual feminista y exdirectora del área de derechos de las mujeres de la Unesco, echa por tierra todos esos argumentos: “El feminismo islámico no existe. No nos engañemos, feminismo es libertad y el islam es obediencia”, ha declarado en numerosas ocasiones.
Cárcel de tela vs. elección personal
El velo. La sempiterna pregunta sobre el islam. ¿Es obligatorio? ¿Denigra a la mujer? Tamzali también es crítica en este sentido y cree que “ni es musulmán ni es un símbolo religioso”. A su juicio, el velo es un acto de “terrorismo psicológico, un ataque contra las mujeres y contra sus derechos y libertades”. Dos musulmanas explican a El Confidencial su postura sobre este asunto.
“Este tema suscita debate entre la comunidad islámica, aunque formalmente las grandes escuelas de pensamiento creen que su uso es obligatorio”, explica Amanda Figueras, que sí lleva velo. “Es algo que sólo le concierne a quien lo lleva. Que cada mujer ejerza sus derechos y se vele o desvele según prefiera”.
Una opinión algo diferente tiene Rodríguez Quiroga, de origen vasco y convertida al islam a los 28 años. “Desde mi punto de vista, el uso de pañuelo no es obligatorio ni tampoco tiene una carga islámica. El Alcoran no dice nada de cubrir la cabeza”, apunta. “Considero el uso del velo un derecho individual e intransferible”. En la misma línea se expresa Vanessa Rivera, quien cree que su uso no es obligatorio aunque opina que la decisión de llevarlo o no debe tomarla cada mujer: “Como no tenemos Vaticano, no existe un Magisterio de la Iglesia que trabaje una línea única sobre temas de fe”, apostilla
En lo que las tres coinciden es en la excesiva atención que los medios prestan a este asunto. “Resulta obsesivo cómo nuestra manera de vestir es siempre el centro de atención, cómo estamos en el punto de mira por lo que llevamos o lo que dejamos de llevar, ya sea la falda muy corta o muy larga”, subraya Figueras.
Ramadán ‘made in Spain’
El pasado 5 de junio, un día antes del comienzo del Ramadán, el alcalde musulmán de Londres, Sadiq Khan, publicó una tribuna en ‘The Guardian’ en la que pedía aprovechar estas fechas para tender puentes entre comunidades: “Es una oportunidad para acabar con el misticismo y la superstición en torno al islam”, reza el texto. En España alguien escuchó a Khan y durante este Ramadán algunas mezquitas organizaron desayunos abiertos a los que podía acudir cualquier persona.
Esta festividad se celebra una vez al año y constituye uno de los pilares sobre los que se fundamenta el islam. ¿En qué consiste? Los creyentes conmemoran que el profeta Mahoma recibió la primera revelación del Corán, el libro sagrado. Para celebrarlo, deben abstenerse de comer, beber y tener relaciones sexuales durante las horas de luz. Cuando cae el sol, suelen reunirse para organizar copiosas comidas con las que reponer fuerzas.
Aunque se trata de una celebración obligatoria, los niños, las mujeres con la menstruación y los enfermos pueden saltarse el ayuno si es necesario.
Para los musulmanes residentes en España, la ley les permite “solicitar la interrupción de su trabajo los viernes de cada semana, día de rezo colectivo obligatorio, así como la conclusión de la jornada laboral una hora antes de la puesta de sol durante el mes de ayuno”.
Figueras, que durante más de diez años trabajó como redactora en ‘El Mundo’, confiesa que al principio no supo cómo encajar la situación en su trabajo. “A veces recorría el edificio buscando lugares apartados con cierta intimidad en los que me pudiera sentir bien para rezar”, explica a este diario. “Creo que en parte tenía miedo a lo que pudieran decirme. Con el tiempo he descubierto que muchos de esos miedos no son reales, sino una especie de autocensura”.
El negocio halal
Como ocurre en otras religiones, la alimentación juega un papel importante. Para organizar su dieta, los musulmanes siguen las directrices de la alimentación halal, la cual permite consumir todo tipo de alimentos excepto aquellos identificados como haram por la Sharia (ley islámica) tales como el cerdo, la sangre o los animales sacrificados incorrectamente.
Según datos del Instituto Halal, el sector de la alimentación movió 1,1 billones de dólares en 2014 y está estimado que en 2020 esa cifra alcance los 1,5 billones. Un lucrativo negocio que camina parejo al aumento de la población musulmana a nivel mundial:
El pasado mes de diciembre, la Comisión Islámica de España anunció que iba a preparar un informe sobre la demanda de alimentación halal en los colegios, proyecto que por ahora se encuentra paralizado. “Si un alumno pide un menú halal la decisión depende del centro escolar. No hay un criterio unificado”, explica Isabel Romero, directora del Instituto Halal. “A veces se pone un menú sin cerdo o sin carne y se les dice que es halal, pero no es cierto”.
A Rodríguez Quiroga, quien tiene un hijo en edad escolar, esta historia le suena familiar: “En España, ningún centro escolar ofrece un menú halal”, señala. “Creo que la única solución viable es activar la presión a través de organizaciones de consumidores independientes. No se está pidiendo una dádiva, sino el cumplimiento de la legislación vigente”.
El caso de esta madre musulmana no es residual. Romero admite que en España es muy complicado conseguirla. “Nos llama mucha gente pidiendo información sobre dónde comprar”, señala. “Hay muchos sitios que afirman vender alimentos Halal, pero si nosotros no los hemos certificado no podemos asegurarlo”.
El islam en las aulas
En 1996, el Gobierno aprobó y publicó el currículum de las clases de Enseñanza Religiosa Islámica y el convenio para contratar profesores cualificados para impartir la asignatura. Pese a ello, el UCIDE denuncia que la realidad es otra: el 95% del alumnado musulmán no tiene acceso a la educación islámica y el 60% del profesorado de religión islámica está en paro.
En su informe anual, los representantes de la comunidad musulmana denuncian que “actualmente solo se atiende una demanda básica, en la etapa de Educación Primaria, de clases de religión islámica en las autonomías de Andalucía, Aragón, Canarias, Ceuta, País Vasco y Melilla, sin aumento ni contratación para Secundaria”. Se estima que hay un total de 181.275 estudiantes musulmanes en el país.
Respecto a la educación superior, el pasado mes de abril la Comisión Islámica de España (CIE) envió una carta al Gobierno en la que solicitaba adaptar el calendario de exámenes, especialmente los de Selectividad, al mes de Ramadán. “En los próximos años, el mes de Ramadán transcurrirá en los meses de junio y mayo”, reza la misiva. Es tradicional que en España se celebren exámenes durante esos meses.
El objetivo es que los alumnos musulmanes puedan realizar las pruebas de manera que no coincida con la celebración, ya que el ayuno podría afectar a su rendimiento académico. El Gobierno, por su parte, afirmó que estudiaría la petición.
Desde la comunidad musulmana explican que estudiar el islam no solo contribuye a la formación de los alumnos, sino que es la mejor forma de hacerles menos permeables a los radicalismos.
“En España no hay facilidades para ser musulmán ni vivo ni muerto”, se lamenta Figueras. Y no lo dice por decir. Al problema de la educación se añade que muchos musulmanes no tienen donde ser enterrados. A lo largo del país hay repartidos unos 27 cementerios musulmanes –también llamados raudas o almacabras- y no todas las comunidades autónomas disponen de uno.
A la escasez de espacio se suma la propia idiosincrasia del rito. Los musulmanes deben ser enterrados mirando a La Meca y el cuerpo debe introducirse en el nicho sin ataúd para estar en contacto con la tierra, algo que durante un tiempo chocó con la normativa sanitaria del país y generó algunas tensiones con las administraciones. La última, con la Comunidad de Madrid a cuenta del cementerio de Griñón.
Un musulmán en La Moncloa
Es posible que no haya oído hablar de él. Sus miembros no salen en las tertulias televisivas y no cuenta con un importante cuerpo electoral. Hablamos del Partido Renacimiento y Unión de España (Prune), la primera formación musulmana de nuestro país.
Aunque nacieron en 2009, el partido no dio el salto a la política nacional hasta un año después. “Somos un partido inspirado en el islam y centrado en representar a las minorías”, explicó por entonces Mustafá Bakkach, uno de sus fundadores. “Si hay partidos de inspiración cristiana, no sé qué problema hay en que la nuestra sea el islam”.
Bakkach, poseedor de la doble nacionalidad española y marroquí, aseguró en la presentación del partido que su objetivo es trabajar en pro de la justicia, la igualdad y la solidaridad. “No vamos a reconstruir el Al-Andalus ni a aplicar la Sharia”, aseguran.
Actualmente, la formación cuenta con delegaciones en Madrid, Toledo, Cádiz, Ceuta, Valencia, Murcia y Asturias, siendo esta última comunidad donde está la sede central. A pesar de su nula presencia en las instituciones, explican que su intención es “tener el honor” de que su partido alcance la presidencia del Gobierno en 2030.
Hacia una sociedad multicultural
Con los datos en la mano, ¿podemos hablar de una España multicultural? “No lo somos”, explica Ignacio Cembrero, periodista y autor de ‘La España de Alá’. “Aunque está claro que el número de musulmanes va a seguir creciendo, actualmente solo representa el 4% de la población”.
Cembrero, experto en el Magreb, cree que hay varias razones que explican el paulatino crecimiento de esta comunidad. “Tienen un índice de natalidad más alto que los españoles y se producen muchos matrimonios mixtos”, explica a El Confidencial. “Si se mantiene el crecimiento del país, España va a necesitar más inmigrantes. Somos un país muy envejecido”.
¿Cómo ha digerido España el auge del islam? Además del ya citado estudio del Pew Research Center, otros como el informe sobre la islamofobia en España publicado por el UCIDE y el Observatorio Andalusí en 2015 ofrecen una imagen más edulcorada: “La sociedad española, en general, acepta la presencia musulmana en su entorno con normalidad ciudadana, aunque permanezca un cierto porcentaje, variable según localidad, a quienes no le gusta nuestra visibilidad”, concluye el documento.
Mucho más cruda es la realidad que pinta la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia. Según los datos que ofrecen, en 2015 recogieron un total de 278 casos de islamofobia en España, un 567,35% más que en 2014 de los que el 5,3% fueron agresiones físicas.
“España, con matices, ha reaccionado bien al islam. El nivel de islamofobia comparado con el de otros países europeos es mucho más bajo y los grandes partidos no tienen actitudes xenófobas”, señala Cembrero. En su opinión, el discurso político más beligerante se encuentra en Cataluña, una de las regiones con mayor inmigración de todo el país.
En cualquier caso, el rechazo hacia los musulmanes no es algo endémico de España. La misma encuesta del Pew Research Center eleva las cifras de rechazo al 72% en Hungría, el 66% en Polonia y el 69% en Italia, entre otros países.
La desconfianza hacia el islam, sumada a la ola de terrorismo yihadista que golpea el continente, ha derivado en una pirotecnia verbal anti-islam que alimenta las retóricas de los partidos de ultraderecha europeos.
Como ya publicó El Confidencial, el miedo, la sensación de fracaso de la Unión Europea y la aparente decadencia del ‘status quo’ han actuado como una suerte de catalizador de las formaciones ultraderechistas que si bien ya existían, ahora gozan de un apoyo que antaño no tenían. Pese a todo, España no cuenta todavía con ningún partido relevante que articule su mensaje en torno al odio a los musulmanes y extranjeros como sí ocurre en Francia, Austria o Hungría.
Para hacer frente a la islamofobia que carcome Europa, los musulmanes que han participado en este reportaje comparten la receta que Miguel de Unamuno -¿o fue Pío Baroja?- prescribió el siglo pasado para curar los males que asolaban por entonces (y que no distan mucho de los actuales): viajar y muchas, muchas horas de lectura.
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Notas.-
Los enlaces en textos propios son aportados por EQM. En los ajenos sólo cuando así se indique con un color azul. También es cosa de EQM, por discutibles razones de legibilidad en internet, el incremento de párrafos en textos ajenos, respetando el contenido, que puede leerse en el original pinchando el enlace correspondiente.
¿Islamofobia o cristianofobia?
Santiago Blanco Rico
22/08/2017
A raíz de los terribles atentados de Barcelona se están sucediendo multitud de reacciones contra la islamofobia por parte de la clase política. Me parece estupendo. Lo que me asombra es que desde hace años se ridiculiza y ataca la fe de los cristianos y no abren la boca. Basta recordar el Padrenuestro blasfemo en el Ayuntamiento de Barcelona con la presencia de la alcaldesa, la misma que ha dedicado 100.000 € de los contribuyentes al Observatorio contra la Islamofobia. O la exposición sacrílega con Hostias Consagradas en locales del Ayuntamiento de Pamplona, cuyo alcalde no se atrevió a retirarla por respetar la “libertad de expresión”. O la retirada del Belén en la Puerta de Alcalá de Madrid. O la última ocurrencia en las fiestas de Bilbao, con la “Carnicería Vaticana”: me temo que el alcalde no moverá un dedo para censurarla. Y así un largo etcétera. ¿Qué hay más en España, islamofobia o cristianofobia?
http://www.elconfidencialdigital.com/opinion/la_voz_del_lector/Islamofobia-cristianofobia_0_2988301147.html
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La fobia como aversión irracional debe de ser tratada.
Pero la fobia como temor y rechazo fundamentado tiene pleno sentido.
Aquí se ha demonizado el término cuando se usa en contra del Islam radical, que nos asesina, y el moderado, que calla, pero resulta muy comprensivo cuando, en nuestra propio país, distintos sectores sociales agreden al mayoritario catolicismo.
Es una lástima que tanto imbécil analfabeto no se pregunte el porqué las sociedades, la ciudadanía, de los paises musulmanes no permiten en sus territorios se levante una sola capilla cristiana…
Nos asombramos de la voluntad sucida yihadista y aquí no hacemos más que poner el culo en pompa…
Han dicho que vienen a por nosotros, seamos cristianos o laicos, y ya esta viniendo.
Rosa
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Quicio, el día que una -o uno- de la colonia ‘burka’ de Australia, esconda una metralleta debajo del sayo negro y ejecute una matanza, Dios no lo quiera, verá vd que pronto el Parlamento australiano cambia de parecer y acepta el sensato criterio de que ni su cultura, ni su sensatez, ni la dignidad de la mujer, ni la seguridad ciudadana, son compatibles con el disfraz medieval…
Por cierto, no comprendo cómo el nudismo no aprovecha esta suicida ola de buenismo para ir por la calle en pelota picada…
Porque si el argumento es la libertad y convicciones de cada quien, ellos también deberían tener ese derecho.
Ricardo
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Doon Ricardo dice:
“Quicio, el día que una -o uno- de la colonia ‘burka’ de Australia, esconda una metralleta debajo del sayo negro y ejecute una matanza, Dios no lo quiera, verá vd que pronto el Parlamento australiano cambia de parecer y acepta el sensato criterio de que ni su cultura, ni su sensatez, ni la dignidad de la mujer, ni la seguridad ciudadana, son compatibles con el disfraz medieval…”
Don Ricardo, y si esa matanza tiene como víctimas a los políticos de ese país, el Parlamento cambiaría de parecer aún con más rapidez.
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Quicio, aunque no haya completado su página de hoy, puede dejar su comentario, tal como está, por ser el que mejor resume la situación del Islam en España y en Europa:
[En construcción]
Blas
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Islamofilia y cristianofobia. Esa es la cuestión.
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Me imagino a una mujer vestida de negro con burka total, demostrando su orgullo de mujer sometida a las santas normas de su tribu, paseando por las ramblas de Barcelona y encontrándose de frente con un hombre totalmente desnudo, mostrando con postín su pertenencia a la liga internacional nudista, exponiendo sus atributos con orgullo. Me los imagino cruzándose en paz y sosiego, con naturalidad inteligente, pero es una quimera, un imposible, porque una de las dos partes está contaminada de odio. Y el rechazo visceral, la rabia, la fobia, el rencor, el desprecio, la carencia de respeto… es el camino negro de la muerte.
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Sexadores
LUIS MIGUEL FUENTES
Puede que lo más sincero, honrado y útil tras el atentado sea hablar de su politiquilla. De Puigdemont como en un funeral de El padrino, de los Mossos como la Guardia Suiza de una teología nacional, de la lengua como látigo o visillo, de la autarquía de los barrenderos, de las manifestaciones de dos pisos, de los bolardos que matan la libertad más que las ortodoxias de la patria. Hablar de la guirnalda de sangre que se pone el procés, de una nación espejada en el domingo de los cementerios, de los que clavan su bandera en la blandura de los muertos como en un montón de algas. Incluso del ridículo artículo de Suso del Toro en Ara, aún más ridículo porque, al ser él gallego, parece la redacción de un niño enamorado de la maestra.
Más sano, más decente hablar de eso, porque hablar de lo otro es inútil. Seguimos el ciclo estacional del sentimentalismo, el ciclo de los muertos que es como el del agua: del silencio al silencio pasando por el cielo y la tormenta. La incredulidad, el horror, la rabia; los artículos a borbotones como el que hice yo mismo, o los bellos homenajes de florista a la ciudad; los rezos, las velas, los altarcitos colgantes de banderillero; los minutos de silencio, el luto de los futbolistas. Y otra vez la taxonomía del islam desde la tetería al asesino, las soluciones de oenegé o de petardazo; el wahabismo y el salafismo, Oriente y Occidente, Arabia Saudí, USA e Israel; el “eran niños como todos”, la banalidad del mal. Como sociedad infantil, volvemos a descubrirlo todo cada vez. Para los niños, el tiempo es circular, y todo se olvidará hasta que en el próximo atentado saquemos de nuevo las luces, los dulces, los ausentes, las melancolías navideñas de la muerte.
Dice Javier Otaola que “ser islamófobo es deleznable, pero ser islamocrítico es imprescindible”: “La umma tiene la responsabilidad histórica de salir de la Edad Media”. ¿Y nosotros? Nosotros, además de perseguir a los violentos, tenemos la obligación de no permitir que, por encima de las leyes, se imponga o se cuele esa Edad Media no ya religiosa, sino social, política y moral. Pero da igual, todo esto se nos olvidará. Siempre se olvida. Contemplaremos el horror otra vez como los eclipses. Por eso es más útil hablar de la politiquilla. Que sirva al menos para revelar a los estúpidos, los miserables, los sectarios, los incompetentes, los oportunistas, los catetos, los cobardes; los traficantes y sexadores de cadáveres. Alguna lección sacaremos.
http://www.elmundo.es/opinion/2017/08/25/599f09a3268e3e9a048b46cd.html
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Y dicen que no tienen miedo
FRANCISCO D. GONZÁLEZ
EL 12 de septiembre de 2011, apenas horas después del atentado de las Torres Gemelas, el diario El País salió a la calle con un histórico titular en portada a cinco columnas: «El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush». El problema no era Bin Laden, ni los miles de muertos, ni el miedo a más matanzas, sino el presidente de los USA. Tras el 11-M en Madrid, y después de buscar en los trenes volados terroristas suicidas afeitados y provistos de varias capas de calzoncillos, se endilgó al Gobierno de entonces la responsabilidad de la masacre por su apoyo a la intervención militar en Irak: «Estas son las consecuencias de la guerra», decía la consigna de la enorme pancarta que se mostró el 12 de marzo de 2011 en el tenderete colocado al final de la Rambla de Alicante tras la terminación de la manifestación de repulsa por los atentados de Atocha. Una vez más, el desvío interesado de la responsabilidad.
Ahora, tras «el atropello» de Barcelona, que diría Alberto Garzón, y de lo ocurrido en Cambrils, no hay tribunal popular, ni mediático, ni social ni callejero, que endose la culpa de la salvajada al político de turno (el PP ha mejorado en este aspecto), salvo los/las camaradas de la CUP, que responsabilizan a Rajoy, al «Borbón» y al fascismo «surgido del capitalismo (sic)».
Dado que los filoetarras de la CUP están fuera de concurso, han salido los que siempre lo justifican todo, y encuentran razones para entender (sí, entender) los motivos que mueven a estos chicos integrados en nuestra sociedad a morir por Alá matando a sus vecinos. Y sobre todo, los que temen (¡oh, qué miedo!) que se aproveche el caldo de cultivo de las últimas carnicerías para que cuaje el odio, el racismo, la xenofobia, la islamofobia y todo lo que lleve el sufijo -fobia. Ese es el debate ahora: el odio, que es malo si se odia lo que el antinacionalprogresismo comprende que no se debe odiar. No obstante, si se odia a los curas o a Israel, el odio mola, te sacan en La Sexta y hasta te dan el Premio Carlomagno si se ponen. Y si odias el fascismo ya ni les cuento. Si usted odia el comunismo, su odio es reaccionario y peligroso. Le odiarán.
Y es que el odio es bizcochable y manejable. Uno odia y teme (yo sí tengo miedo, disculpen) que le maten. Manías. Y odia que maten a sus amigos y semejantes, y por extensión, odio a los que nos quieren aniquilar para fornifollarse 72 vírgenes en el paraíso prometido por Mahoma. Debo resultar odioso. Dicen que no tienen miedo. Ni vergüenza. «Señoría, no exagere», que dirían els Mossos dEsquadra.
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/alicante/2017/08/25/599f0bb2e2704ed9728b45c8.html
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No se lo pierdan:
El padre del niño australiano fallecido en la Rambla y el Imán de Rubí se funden en un abrazo
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http://www.diariovasco.com/politica/padre-nino-fallecido-rambla-5550649232001-20170824200805-vi.html
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Tragar
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al amanecer, los barrenderos (los Caballeros de la Basura de Alfonso Reyes: por la basura se deshace el mundo y se vuelve a hacer; la inmensa Penélope teje y desteje su velo de átomos, polvo de la Creación) recogen los cascos de cientos de botellas rotas en la verbena del Santo Patrón. Tras de ellos, adolescentes beodos alargan la juerga rompiendo más cristales.
–¿Y qué vas a hacer? ¡Hay que tragar! –resume un barrendero, y resume el espíritu de tolerancia de esta hora volteriana, cuando hasta los ideólogos peperos recomiendan la “tolerancia” de Voltaire, martillo de católicos y judíos.
En España, el “hay que tragar” empieza en el jefe del gobierno en Madrid y termina en el barrendero de la verbena en el pueblo. “Hay que tragar” porque la domesticación socialdemócrata no admite líos: para ello, el gobernante no toma decisiones y el gobernado no hace preguntas. Todo el sistema educativo se basa en el “hay que tragar”: los nuevos educadores vienen avisados, y ya en el sistema recurren al escaqueo de la baja psicológica, mientras los viejos educadores, en vez de educar, rellenan papeles para la inacabable estadística ministerial.
–¿Cómo puede ser, Younes? –se pregunta la educadora de Younes, el asesino de la furgoneta en Las Ramblas.
Con Younes vuelve a los medios el buen salvaje de Rousseau, que es un salvaje como el de Camba, es decir, con narices y manos, mas como generalmente atiende a las unas con las otras no necesita guantes ni pañuelo. En los rótulos de una TV gubernamental llaman “enfermos” a los heridos de Barcelona, al mismo tiempo que en sus tuits “informan” de que uno de los “lobos solitarios” intentó “convencer a la célula para atentar de noche y causar menos muertos”. Más la exclusiva del diario gubernamental con el papá de Younes: “La culpa es de la Policía”. Y de remate, la media verónica de los leones de “El Jueves” (nada que ver con la dignidad moral de “Charlie Hebdo”) y su “castellet” de buen rollito.
Que hay que tragar
http://salmonetesyanonosquedan.blogspot.com.es/2017/08/tragar.html
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Los cientos de miles de musulmanes de Cataluña, se manifiestan en Barcelona, en apoyo al ‘pueblo español y al ‘pueblo catalán’:
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Y esta otra pancarta:
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La permanente presencia de los marroquíes en los atentados yihadistas, de Ignacio Cembrero en El Confidencial
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http://www.caffereggio.net/2017/08/25/la-permanente-presencia-los-marroquies-los-atentados-yihadistas-ignacio-cembrero-confidencial/
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El terrorismo de los idiotas,
de José Luis González Quirós en vozpopuli.com
La brutalidad salvaje y casi inhumana del terrorismo tiende a hacernos olvidar que sus actores persiguen objetivos, que tras su aparente irracionalidad hay un análisis de las debilidades de sus enemigos, y, sobre todo, hay hipótesis, planificación, cálculos.
Toda esta urdimbre, específicamente bélica, es lo que queremos negar cuando nos refugiamos en interpretaciones lenitivas, en absurdas proclamas de valor cívico, en toda una serie de actitudes escapistas que, allá en el fondo, se apoyan en un egoísmo feroz, en la gozosa certeza de que el impacto del terror nos ha afectado de manera sumamente relativa, lejana, como si se tratase de un cuento de miedo, de una pesadilla funesta de la que podemos desembarazarnos con toda facilidad al despertar de nuevo a la normalidad.
Salvo que creamos en la absoluta imbecilidad de los líderes fanáticos, creencia sin base alguna, no debiéramos olvidar que calculan sus acciones en función de las reacciones que consideran previsibles, y que, si en verdad estamos dispuestos a enfrentarnos a sus objetivos, tendríamos que evitar cualquier reacción que les fortalezca, una conducta idiota que, desgraciadamente, no escasea.
El negacionismo
Uno de los resortes más importantes de la mente humana es el que nos induce a negar la realidad de las amenazas, y, en último término, la evidencia, por misteriosa que resulte, de la necedad y del mal. El yihadismo nos puede golpear inmisericordemente porque calcula que nunca va a encontrar una respuesta similar, porque, afortunadamente, todavía distinguimos entre quienes nos matan y quienes, simplemente, se les parecen, pero en esta virtuosa distinción se oculta una trampa dolosamente negacionista: es verdad que no nos atacan 1300 millones de musulmanes, pero sí nos atacarían si pudiesen, y nos masacran en cuanto ven un descuido, un pequeño porcentaje de esa enorme población, un contingente que puede estimarse superior al de muchas de las grandes naciones, porque hay más yihadistas que alemanes, que franceses, que ingleses o que españoles, incluso si los contamos en conjunto. Además, esa minoría es la que lleva una parte importante del control político y religioso sobre esa inmensa multitud pacífica. Empeñarse en no ver un gravísimo problema en este asunto, es tan idiota como sería negarse a comprobar la seguridad y resistencia de un puente alegando que apenas quiebra uno entre miles. En fin, no porque exista la palabra islamofobia, dejaremos de ser víctimas potenciales de algunos cientos de millones de musulmanes radicales absolutamente insensibles a nuestros distingos, y, por supuesto, como se ha visto, a cualquier Cataluña is not Spain.
Los causalistas
Hay una especie de imbéciles que no descansan hasta que creen haber llegado a la causa de la causa que, como decían los escolásticos, es la causa de lo causado. Para esta clase de merluzos, los meros hechos suelen ser irrelevantes, y hay que preguntarse siempre por lo que hay detrás, es decir que prefieren siempre la conjetura a la evidencia, tal vez porque han comprendido que las verdades que defienden son definitivamente incompatibles con el mundo común.
Es la misma especie de personajes capaces de identificar a un pacífico turista con un agresor implacable del orden natural, al tiempo que reconocen a cualquier imam como un espléndido representante de otra forma de ver el mundo tan legítima, por supuesto, como la nuestra. Son relativistas de todo, menos de sus gilipolleces, faltaría más. Esta especie ha identificado, sin merma alguna de duda, a nuestro buen Rey como el responsable de las masacres de Barcelona, tal es la clase de teoría política que les cumple. Cuando se piensa en lo enorme que es la muchedumbre de los tontos, se comprende que estos sujetos obtengan decenas de miles de votos, al fin y al cabo, se tienen por los más listos de la clase y así se ven también quienes secundan sus bravatas.
No tinc por
Es muy probable que en los cuarteles generales del ISIS se estén replanteando su estrategia del terror ante las muchedumbres envalentonadas de la Plaza de Cataluña, ante esas decenas de miles de bravos ciudadanos que han gritado no tener miedo, me parece que, entre otros, con Rajoy al frente, lo que le añade su punto de picante al lema. Si se toma como una primera ocurrencia frente al brutal asesinato, todavía cabría un adarme de disculpa, pero que haya quienes crean que no hay que tener miedo a la amenaza yihadista es una muestra realmente solemne de los abismos que puede alcanzar la estupidez común. Pero no sólo de estupidez, sino de hipocresía moral porque esa actitud solo puede sostenerse cuando del terror se tenga una mera imagen, no una experiencia vivida.
El miedo, ese fantasma que, como se decía del diablo, se oculta haciéndonos creer que no existe, es, por otra parte, un elemento demasiado evidente de la realidad, aunque no lo sea de las bravatas. Sin miedo no habría política alguna, pero tampoco cabe formular ninguna estrategia de defensa. Claro es que los valientes de ocasión no esperan, en realidad, que jueces y policías actúen con su fingida desenvoltura, se trata, simplemente, de ponerse estupendos, de prepararse para ir a colocar cartelitos y velitas como las de Diana de Gales, otro infalible remedio contra la barbarie.
Libertad frente a los bolardos
Es normal que frente a esa manifestación de arrojo ciudadano la alcaldesa de Barcelona se haya lucido con una estupenda consigna: no hay que instalar obstáculos en las ramblas porque Barcelona es una ciudad libre. No tardará en retractarse, porque no es del todo mema, solo sabe hacerse la tonta cuando le conviene, y no iba a desaprovechar la oportunidad de decir una solemnidad pretenciosa en momentos de tanta energía moral inundando las avenidas.
Como una buena parte de los ciudadanos se ha dejado llevar, de momento, por ese ataque de idealismo idiota, es posible que se tarde en pedir responsabilidades por no haber puesto en práctica una precaución tan obvia, pero el ataque de euforia que ha afectado a las autoridades catalanas ante sus supuestos éxitos antiterroristas pasará, aunque la propaganda se empeñe en retrasarlo, los ciudadanos dejarán de pensar bobadas y se harán preguntas cuya respuesta ya debiera ser obvia.
Cataluña, ese baluarte
Los secesionistas intentan sacar pecho ante la eficacia de sus mozos, de su policía exclusiva y, al parecer, un poquito excluyente. Es demencial que se pretenda presumir de eficacia insolidaria ante una amenaza que está zarandeando a Estados mucho más fuertes y precavidos que ninguna autonomía, por soberana que se pretenda. Que algunos catalanistas desorejados intenten argumentar la eficacia de sus polis frente a un fenómeno tan global como insidioso es una prueba más de su mentalidad de campanario, también de una mezquindad cultivada con primor y denuedo.
El responsable de la VII flota de la US Navy ha sido destituido casi de oficio porque dos de sus destructores han chocado con barcos de tamaño nada escaso en apenas unos meses, pero aquí, el curioso Parlamento de Cataluña condecora con presura a unos Mozos, y solo a ellos, que no han sabido ver en la explosión de Alcanar sospechas de islamismo, que no tenían ni a un guardia en las inmediaciones de una avenida con millares de turistas, que han sido incapaces de pegar un solo tiro a la furgoneta asesina, y que han acabado acribillando al último protagonista y testigo para que pueda ilustrar sobre el caso con su silencio mortuorio.
Para que nadie nos reclame estas u otras carencias, lo mejor es honrar con denuedo a los nuestros, reconocer a los mozos de Forn y Trapero como unos genios, incluso aunque el homenaje apresurado sirva para tapar obvias carencias de un Gobierno que, con Rajoy y Zoido al frente, ha parecido conformarse, en todo momento, con que el atentado no sirva para armar más jaleo, por decirlo a la manera de Moncloa, que estos sí que son realmente severos, unos auténticos fenómenos.
http://www.caffereggio.net/2017/08/25/terrorismo-los-idiotas-jose-luis-gonzalez-quiros-vozpopuli-com/
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Rafael Latorre
25 agosto, 2017 03:00
Por alguna razón misteriosa el islam dulcifica a los más furibundos laicistas. Por algún extraño motivo muchos de los que solo ven ignorancia y superstición en el cristianismo se afanan en advertir contra la simplificación de lo islámico. Señalan con gravedad que el imán que predica la violencia no es un verdadero imán y sin embargo ven el verdadero rostro de la fe católica en cualquier desvarío evacuado desde el púlpito de una iglesia.
Hay un extendido y curioso agnosticismo para el cual la Biblia no es más que un compendio de relatos fantásticos mientras que la radicalización en el islam nace del escaso conocimiento del Corán. Para el cual la jerarquía católica es el mal y el mal del islam es la falta de jerarquía.
Por alguna misteriosa razón, este laicismo bipolar cree que la sátira es una saludable desmitificación de lo cristiano y una pérfida invitación al odio contra lo mahometano. Por algún oscuro motivo, la cristianofobia no es para ellos más que una mascarada contra la libertad de expresión y entierran bajo la acusación de islamofobia a quien cita las numerosas aleyas que permiten que el yihadista diga actuar en nombre de Alá.
No me siento agraviado, la mía es la visión de un ateo estupefacto. Habrá alguna razón por la que el ejemplo Salman Rushdie no tiene el glamour que tendría si fuera víctima de unos cruzados y por la que nadie jamás se preguntará en qué ha podido fallarle Noruega a un Anders Breivik o Estados Unidos al nazi de Charlotteville. Por algún motivo esta semana la portada de El Jueves se ha tornado sedosa y sus titulares vagos y poco precisos. Alguna razón habrá para esta fingida normalidad y para este luto tan discreto.
Es muy interesante un artículo que ha publicado la analista Ana Belén Soage en El Periódico de Catalunya y que concluye que “cabe cuestionarse si muchos de los occidentales que han adoptado el término ‘islamofobia’ han reflexionado sobre sus implicaciones; en particular, que sirve los intereses del inmovilismo religioso y alimenta el victimismo injustificado”.
Hay un motivo, y yo intuyo cuál es, por el que descreídos occidentales dispensan un trato especial al islam. Por el que han levantado un cordón sanitario con un tufo colonialista tan bientencionado como desagradable y que confirma que no hay islamofobia más insidiosa que la de este laicismo culposo que trata a los musulmanes como si fueran incapaces de enfrentarse a los mismos debates que el resto de los habitantes libres de las sociedades democráticas. Es la siempre grimosa condescendencia. Y como todo paternalismo es muy insultante. Definitivamente, aunque parezca paradójico, tratan mejor a los cristianos.
http://www.elespanol.com/opinion/columnas/20170824/241605844_13.html
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La trampa de la “islamofobia”
Ana Belén Soage
El neologismo “islamofobia”* se ha popularizado para indicar la aversión hacia el islam y los musulmanes. Es decir, se refiere tanto a la religión como a aquellos que la profesan, metiendo en el mismo saco el rechazo de ciertos aspectos del islam y la xenofobia hacia los seguidores de esa fe. Claramente, esos comportamientos no son equiparables. Por buscar un paralelo, es como si el antisemitismo se denominase “judeofobia” e incluyese no solo odiar a los judíos, sino también criticar los pasajes del Antiguo Testamento que dictan la pena de muerte por desobedecer a los padres, trabajar durante el Sabbat o, en el caso de las mujeres, no sangrar la noche de bodas. Pero el término no solo es ambiguo; también es nocivo, incluso para aquellos a los que supuestamente pretende proteger.
Que no quede ninguna duda: la hostilidad hacia los musulmanes por el mero hecho de serlo debe repugnar a cualquiera que se identifique con valores como la igualdad, la libertad de expresión y la libertad de conciencia. Empero, eso no debería significar abstenerse de expresar críticas del islam, como si este mereciese un estatus diferente al de cualquier otra religión o ideología. Así, una sociedad democrática debería aceptar que una mujer decida libremente cubrirse el cabello con el hiyab, y condenar cualquier discriminación o abuso que pueda sufrir. Del mismo modo, los críticos del hiyab tienen derecho a cuestionar la narrativa que intenta justificar el uso de esa prenda. Lamentablemente, existe una creciente tendencia a evitar esta y otras cuestiones por miedo a la etiqueta de “islamófobo”. En algunos países de nuestro entorno ya solo se atreven a plantearlas aquellos que tienen una agenda xenófoba, lo cual ha contribuido de manera significativa a la popularidad de la extrema derecha.
Quizá la cuestión que mejor ilustra el problema de equiparar la crítica de ciertos aspectos del islam con la xenofobia anti-musulmana sea la violencia de grupos que se identifican de ideología yihadista. No debemos olvidar que los musulmanes son las primeras víctimas de dicha violencia, a tres niveles: numéricamente, porque la inmensa mayoría de los ataques yihadistas se producen en países de mayoría musulmana, y en Occidente los musulmanes se ven afectados como cualquier otro ciudadano. Por asociación, puesto que no pocos se empeñan en ver al conjunto de los musulmanes como una masa uniforme y, por consiguiente, colectivamente responsable del terrorismo yihadista. Y, por último, a nivel emocional, porque las acciones de esa minoría extremista mancillan la imagen de sus creencias más íntimas, reduciendo una fe que para ellos es una fuente de identidad, inspiración y consuelo a una caricatura odiosa y casi irreconocible.
No obstante, ello no significa que el terrorismo yihadista no tenga nada que ver con el islam, a pesar de lo que se empeñan en repetir muchos musulmanes y no-musulmanes bienintencionados. Los yihadistas pueden citar numerosas aleyas (versos coránicos) y hadices (narraciones de las palabras y hechos del profeta Muhammad) para justifican sus acciones. La religión islámica no es la única cuyos textos contienen pasajes que hoy en día nos parecen inaceptables, y sería anacrónico juzgar las atrocidades cometidas en el pasado con los estándares actuales. Sin embargo, es innegable que dichos textos existen y que dichas atrocidades tuvieron lugar, y que ambos inspiran a los radicales contemporáneos. Además, a diferencia de otras tradiciones religiosas, que se han alejado del literalismo, el islam mayoritario continúa considerando el Corán la palabra literal de Dios, y al profeta Muhammad, el ser humano más perfecto que jamás haya vivido, lo cual impide afrontar los aspectos más controvertidos del islam y llevar a cabo una verdadera reforma.
Los musulmanes liberales son conscientes de este dilema, pero se enfrentan a autoridades políticas y religiosas y a grupos islamistas que los intimidan y silencian con acusaciones de blasfemia o apostasía, amenazando su libertad e incluso su vida. En las sociedades occidentales, caracterizadas por el multiculturalismo y un alto grado de tolerancia hacia las minorías étnicas y religiosas, esas fuerzas han promovido el término “islamofobia”, que mezcla la xenofobia anti-musulmana y la crítica del islam, a fin de que esta sea tan inaceptable como aquella. Tal es la agenda de la Organización para la Cooperación Islámica, basada en Yedda (Arabia Saudí), que en mayo 2007 condenó la islamofobia como “la peor forma de terrorismo” en el curso de una reunión en la que se denunciaron tanto los ataques contra los musulmanes en Occidente como las caricaturas del profeta Muhammad que habían aparecido en algunas publicaciones europeas. Es revelador que la OCI también pretende criminalizar la blasfemia a nivel internacional.
Cabe cuestionarse si muchos de los occidentales que han adoptado el término “islamofobia” han reflexionado sobre sus implicaciones; en particular, que sirve los intereses del inmovilismo religioso y alimenta el victimismo injustificado. Podemos combatir actitudes negativas hacia los musulmanes sin demonizar a los que realizan críticas legítimas de ciertos aspectos del islam que muchos musulmanes reconocen como problemáticos. Por otra parte, debemos prestar atención a las voces reformistas que claman por el cambio desde dentro del islam y reconocer la existencia de multitud de interpretaciones de la religión islámica, en lugar de doblegarnos ante los que intentan reprimir todo debate y se aferran a las versiones más tradicionalistas. Finalmente, hemos de reconocer que optar por una corrección política poco convincente permite que los xenófobos monopolicen la discusión sobre el islam. No es demasiado tarde para salir de la trampa de la islamofobia.
*El término “islamofobia” equipara la xenofobia anti-musulmana con la crítica legítima del islam
http://agendapublica.elperiodico.com/la-trampa-la-islamofobia/
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