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Ahí queda eso

Habrá mucha gente que disfrazará sus esperanzas democráticas en las cifras de la movida del domingo o en la posible actuación de la Fiscalía contra el Artur.

Pero no nos engañemos: el mal, enorme, ya está hecho.

Vivimos en un país donde un representante ordinario del Estado se cisca en él, en el Principio de Legalidad, en el estado de Derecho, en Tribunal Constitucional, en el Gobierno de España y en toda la soberanía ciudadana y nadie tiene previsto un plan para impedirlo.

A posteriori, ya verán, la Fiscalía hará como que hace, consumado el delito, pero la sangre no llegará al río nacionalista: se trataba y trata de devolver el independentismo a sus cuarteles de invierno del 25% y de seguir considerando al pujolismo nada menos que como la vanguardia del progreso en España: no podéis imaginaros cuánto os queremos, dixit Pedrito el guaperas.

Trágica, también, la situación en que queda el nuevo Rey, oculto entre bambalinas -pensando quién sabe qué y en qué Estado le gustaría reinar- y preparando nuevos textos criptográficos de hablando se entiende la gente, a exponer con cara de poker.

Quizás un tren así ya no le vuelva a pasar.

No nos vuelva a pasar. Muy interesante, al respecto, la aportación del lunes, colateralmente, a cargo de H. Kamen en El Mundo:

“En este punto no puedo dejar de citar una de los más brillantes observadores españoles de la política exterior, Ramiro de Maeztu, que escribió hace un siglo, en un artículo en inglés sobre La política internacional de España, en el número de diciembre de 1922 de Foreign Affairs (Washington): la cuestión fundamental para España es: ideales. Ninguno de los problemas con que se enfrenta el país es tan importante como su propio problema espiritual. El pueblo español es completamente cuerdo, pero no tiene ideales. Siguen lentamente el curso de la civilización moderna, con el fin de no quedar totalmente atrás, pero no muestran entusiasmo creativo. Si pudiéramos descubrir la manera de convencer a los españoles de que el negocio de la vida cotidiana también tiene un significado eterno, entonces el nombre de España pronto volvería a ser oído más allá de sus propias fronteras.”

EQM

Adéu independència, y lo que ahora nos espera

Marcus Pucnik en Crónica Global, 111114.

Fue divertido. Detalles como cuando Joan Herrera dijo que eso no sería un voto, pero que participaría igualmente, y Forcadell agradeciéndole su voto, no tienen precio. Pero dejémoslo todo atrás: el tema ha muerto. Que un 30% haya ido a votar después de tantísimo esfuerzo (la montaña que parió un ratón) evidencia que debemos dejarlo descansar en paz.

Muchas comparaciones se han hecho con elecciones del pasado. Aquí va la mía: en 1991, los albaneses de Kosovo organizaron un referéndum, también desde la ilegalidad y en contra de la voluntad del estado. La participación fue de más del 80%, con prácticamente todos los votos a favor de la independencia. Si un pueblo quiere, puede. Hasta sin TV3.

Estamos ya en la Cataluña post-separatista y es tiempo de dirigir la mirada hacia adelante. Artur Mas ha sufrido una derrota social, pero ha ganado su especial pugna política, que le ayudará ya en las municipales de mayo.

Rajoy, que en connivencia con el PSOE dejó hacer, gana lo suyo. Le conviene que gobierne un partido hermano en Barcelona, que ahora puede continuar en su esfuerzo de reconducir la política catalana otra vez hacia el autonomismo.

Pero no puede ser un autonomismo a la vieja usanza. Estos tiempos también se han acabado. Nos tenemos que preguntar: ¿De qué autonomismo se trataría? Ya hace meses que se habla de «blindar» competencias. Desde el plano internacional también se espera una ampliación de las competencias de la Generalidad, para zanjar el tema. Y, por supuesto, CiU quiere el poder. Si puede cumplir con sus objetivos sin tener que crear un nuevo estado, empresa costosa y arriesgada, tanto mejor.

El separatismo ha muerto, el nacionalismo está más vivo que nunca. Representa un riesgo para el ciudadano del que me temo demasiado pocos aún son conscientes.

El nacionalismo catalán ha mostrado que tiene una extraordinaria habilidad de pervertir todo concepto positivo. «Democracia» y «libertad» se han convertido en irresponsabilidad y la ley del más fuerte. Así seguirá siendo.

Soy alemán; republicano y federalista. Me parece del todo positivo que las entidades federales tengan ciertas competencias, precisamente aquellas que mejor se gestionan lo más cercano posible al ciudadano. Educación, servicios y justicia, por ejemplo, son tales competencias. Cataluña las tiene, por lo menos en gran parte. Si estas se «blindaran» ante cualquier influencia del gobierno central, lo que podemos esperar de sucesivos gobiernos nacionalistas no es una mejor gestión, sino su perversión. De cada una de estas competencias sacaría provecho. Veamos.

Educación (y también los medios de comunicación públicos) en manos nacionalistas significan el control del pueblo, el control ideológico. Este es un hecho ya asumido, conocemos las consecuencias y las sufrimos cada día.

Servicios como Sanidad o el agua en manos de un nacionalismo del que aún ni sabemos bien lo corrupto que es realmente, aunque sí nos hemos podido hacer una idea escalofriante, significan dinero. Sacar tajada en cada operación.

Por último, y para completar el panorama, controlar Justicia significaría impunidad. Control, dinero e impunidad dan un poder casi absoluto. Añádese a esto la tan deseada «hacienda propia» del «pacto fiscal» de Mas, y téngase miedo, mucho miedo.

Estas serían las consecuencias perversas de la aplicación de unas ideas en principio positivas en un entorno como el actual, y esto es lo que se nos avecina si no estamos muy al tanto. En la campaña que nos ha ocupado en los últimos años hemos podido comprobar que la separación de poderes y el estado de derecho son conceptos ajenos a la mentalidad nacionalista.

Por supuesto, hay que encontrar una manera de salir del presente conflicto institucional. Se usa la palabra de la «singularidad» catalana, y es ciertamente bueno y necesario respetar a las minorías culturales. Pero ojo: en la física, una singularidad es un agujero negro.

Ya me entienden.

Xavier Pericay: ‘Rajoy no está capacitado para seguir gobernando’

Este portavoz de ‘Libres e Iguales’ señala que “Mas ganó el domingo” y pide al presidente del Gobierno que “deje paso a alguien que tenga capacidad de gobernar este país”.

La Gaceta, 111114.

El filólogo Xavier Pericay, portavoz de la plataforma ‘Libres e Iguales’, denuncia que la “dejación” del Gobierno frente a Artur Mas nos deja en una situación “muy grave”, en la que “todo es posible”. “Veremos lo que judicialmente ahora puede dar de sí la denuncia de la Fiscalía contra Mas, pero el partido se jugaba el domingo, no el miércoles o jueves siguiente y ese día, el Gobierno no actuó”, subraya.

Pericay dice que el president “se ha subido a un caballo” y que o el animal lo tumba o Mas no va a frenarlo y bajarse de él porque no puede. Destaca que Artur Mas se ha cargado a su propio partido”, que “ya no está en sus cabales políticos” y que éste “está convencido de que está predestinado a llevar a Cataluña a la independencia”. “La gente así es muy peligrosa porque no atiende a razones”, advierte.

-¿Esperaba que Mas consumase su desafío?
-Estaba convencido de que algo haría. Lo que nunca imaginaba es que lo haría de un modo tan descarado, retador, desafiante, chulo. Pensaba que en los últimos días lo pondría en manos de esa gente a la que financian y que con eso salvarían el expediente. Ha sido mucho más grave. Han desafiado la ley, como vienen haciendo desde hace mucho tiempo, pero en este caso de una forma flagrante y con un tema especialmente grave, como es el de la unidad territorial del Estado.

-¿Rajoy está descalificado para poder seguir cumpliendo su mandato?
-Si quien tiene que cumplir la ley como el primero y hacerla cumplir a los demás es el presidente del Gobierno y no lo hace, ésa persona, sea quien sea, no está facultada para seguir gobernando. Cuando alguien es el responsable del Estado y tiene a un funcionario o representante político, que está sometido a una normativa parecida, que infringe esa normativa de forma reiterada y, además, ostensible, eso tiene que tener una sanción. Si todo el mundo aplica la ley como le parece es muy difícil vivir en democracia.

-La Fiscalía denunciará a Mas por desobediencia…
-Veremos como acaba esto. Me hubiera gustado que todo lo que está sucediendo ahora hubiera ocurrido antes o durante el día de autos y hubiese servido para impedirlo. El problema va más allá de quién votó y cuanta gente votó. Eso es intrascendente. Ni siquiera llegan al 30 por ciento los ciudadanos en Cataluña que están a favor de la independencia, lo que desmiente muchísimas encuestas. El presidente tendría que haber indicado a sus representantes políticos las consecuencias de su acción. Por poner un ejemplo: a mucha gente le parece una barbaridad la suspensión de la autonomía, pero en el Reino Unido el Gobierno de Tony Blair suspendió  cuatro veces la de Irlanda del Norte y aquello sirvió para reconducir la situación. No puede ser que haya una ley, alguien la infrinja y eso quede impune.

-¿En qué situación nos deja esta “dejación”?
-En una situación muy grave.  A partir de ahí, digamos que todo es posible. Uno comprueba atónito cómo se infringe la ley, sin consecuencias, algo gravísimo. La situación de indefensión política y de desamparo político por parte de los ciudadanos es absoluta. Hay quien puede no verlo y quien puede pensar, como mucha gente insinúa, que en realidad esto es fruto de un acuerdo entre el Govern y el Ejecutivo central. Es posible que lo haya, pero eso no me preocupa. Me preocuparía que lo hicieran a escondidas, pero que hablen no me inquieta en absoluto. El problema es sobre qué base, qué es lo que se negocia. Al margen de todo esto, parece que la Ley en España no vale nada.

-Ciutadans advierte precisamente de un pacto entre ambos gobiernos “para repartirse el país y tapar la corrupción”…
-Es una hipótesis. Tanto el PP, como CiU y el PSOE son partidos altamente castigados por la corrupción. Lo que evidentemente necesitan los ciudadanos, suponiendo que hay estas sombras de dudas es que éstas desaparezcan. Quienes formamos parte del Estado necesitamos sentirnos seguros. La seguridad es en gran parte la seguridad jurídica. Que el presidente deje paso a alguien que tenga capacidad de gobernar este país. Él no la tiene, como ha demostrado. Mas ganó el domingo. Hizo el referéndum que quería. Veremos lo que judicialmente ahora puede dar de sí la iniciativa de la Fiscalía, pero el partido se jugaba el domingo, no el miércoles o el jueves siguiente, y ése día el Gobierno no actuó. Las soluciones a toro pasado siempre son malas.

-¿Confía en que Mas pare con este desafío?
Mas se ha subido a un caballo y no puede bajarse de él. Puede que el caballo lo tumbe, es una posibilidad, pero lo que no puede hacer él es frenarlo y bajarse, porque eso significaría perder toda opción de seguir en el poder. Está arrastrando a todo el país a una crisis institucional tremenda. Políticamente, incluso, se ha cargado a su propio partido, lo cual le impide con mayor motivo frenar, bajarse y recular. Es imposible para él. Además, ya no está en sus cabales políticos. Es una persona convencida de que su papel en este mundo es llevar a Cataluña a la independencia. La gente así es muy peligrosa porque no atiende a razones.

-¿Qué le pediría a Rajoy?
Que ejerza como presidente. Arcadi Espada recordaba el otro día en un artículo un encuentro que mantuvimos con el presidente en Moncloa en el que le preguntábamos qué iba a ocurrir en Cataluña. Él contestaba que estaba convencido y esperaba que Mas no llevase la provocación hasta el final. Nosotros, periodistas todos, le decíamos, pero ¿Y si Mas llega al final? Entonces señalaba: “Ésa pregunta yo no la puedo responder porque estoy convencido de que no llegará hasta el final”. Nosotros insistíamos en, pero ¿y si llega? y de ahí no pasábamos. Desgraciadamente, Artur Mas ha llegado al final. Parecía que el presidente que no sabía qué hacer. Ése es el drama que un país no debe permitir.

-¿El 9-N incrementará la fractura social?
La fractura en las familias, en los lugares de trabajo, en general en la sociedad, la fractura interna en España no hay quien la cure ya. Otro drama. Vamos a necesitar muchísimas décadas para poder curar eso, suponiendo que lleguemos a verlo. Seguir ahondando en la fractura es el propósito del nacionalismo catalán.

-¿Cómo ha sufrido usted el “acoso” de los nacionalistas?
-Sobre todo en la imposibilidad de ser no nacionalista en Cataluña. Por ejemplo, la imposibilidad profesional, desde el punto de vista de la presencia pública. El hecho de que exista una radio o una televisión autonómica a la que, por supuesto, determinadas personas no podemos acudir nunca y el hecho de no poder utilizar una determinada lengua en la escuela. Todo esto es acoso y da la percepción de que estás en un Estado en que los ciudadanos tienen unos derechos que en una zona determinada de su territorio no pueden aplicarse.

SEAN MACKAOUI em 10114Ilustración de Sean Mackaoui [Suiza, 1969] para el artículo.

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Aprovechar nuestra silla del Consejo

El autor considera que la presencia de España en el Consejo de Seguridad de la ONU debe servir al Gobierno para incrementar la notoriedad en el ámbito internacional, que llegó a tocar mínimos en la etapa de Zapatero.

Henry Kamen en El Mundo, 101114.

EL ÉXITO DE España al ser votada para ocupar uno de los puestos no permanentes del Consejo de Seguridad es un motivo de satisfacción. Es la quinta vez que ha ocupado un escaño en el Consejo de Seguridad (estaba allí en 2003), por lo que no es de ninguna manera un acontecimiento inusual. Según un informe, el Gobierno gastó más de un millón de euros tratando de convencer a los diplomáticos que deberían votar por España, aunque el voto por sí mismo era una cuestión rutinaria y no se produjo por ninguna cualidad especial que posea España. El Consejo de Seguridad está formado por 15 miembros: diez de ellos son no permanentes, su mandato es de dos años y es rotatorio entre los países de los grupos regionales que representan. España tuvo que competir con otros candidatos de su grupo regional: en este caso la competencia vino principalmente de Turquía. Ahora se sentará en el Consejo junto a otros países como Angola y Venezuela ¿Puede España aportar más que estos países a la escena internacional?

Hace unos meses, una página web de la Fundación Carnegie en Bruselas concluyó que «durante casi una década, España ha actuado por debajo de su peso en la escena internacional». Eso no es sorprendente, porque el Gobierno estaba principalmente preocupado por la crisis económica y concedió menos atención a los asuntos del exterior. Hay que recordar que España ha estado habitualmente ausente de todos los grandes acontecimientos del mundo -por encima de todo, las guerras- en los últimos cien años, y ha limitado su ámbito de actuación principalmente a Hispanoamérica. Esto, obviamente, le dio al país un perfil internacional muy bajo, y el actual Ministerio de Exteriores ha tratado de asumir un mayor protagonismo en la escena mundial.

Sin embargo, ha habido factores que no favorecen esto. La crisis económica actual (con la correspondiente alta tasa de desempleo) minó la reputación y la credibilidad internacional de España. La forma en que el Gobierno buscó la ayuda exterior con el fin de hacer frente a sus dificultades económicas, menguó el respeto por sus políticas. Las economías financieras que el Gobierno tuvo que hacer en varios departamentos, incluidos los asuntos exteriores, redujeron el papel que pudo desempeñar en la escena internacional. No es suficiente afirmar que España ha participado activamente en varias áreas importantes de conflicto. Es cierto que España ha tenido unidades militares ayudando a la ONU en, por ejemplo, el Líbano, Bosnia y Afganistán. Pero esto no era nada inusual. Todos los países con presencia internacional han contribuido siempre de esta manera a las peticiones de la ONU a participar en el mantenimiento de la paz, y el papel de España ha sido normal y no excepcional. De hecho, ha habido aspectos totalmente negativos, como cuando Rodríguez Zapatero retiró las tropas españolas en la intervención internacional contra Sadam Husein en Irak. Afortunadamente, este año el Gobierno ha tratado de deshacer ese mal recuerdo enviando más tropas a Irak. Es un acto que era necesario con el fin de reparar el daño de los años en que Zapatero, con sus posturas antiestadounidenses y antiisraelíes, efectivamente redujo a cero la posición de España en la política internacional.

¿Puede España volver de nuevo a la etapa de la actividad internacional gracias a su condición de miembro del Consejo de Seguridad? La apertura del reinado de Felipe VI ofrece la oportunidad para comenzar un nuevo acercamiento. Por desgracia, todavía hay influencias residuales de la época de Franco que desempeñan un papel innegable en la política del Partido Popular. Uno de ellos es la política estéril de castigar de vez en cuando a la población de Gibraltar, cada vez que se necesita distraer la atención de la opinión pública española de algún fallo de la política gubernamental. Otro de ellos es el intento de reclamar el liderazgo del mundo hispánico cada vez que se hace obvio que la influencia de España en Europa se debilita.

Vamos a considerar este segundo punto. Recientemente, un informe del Real Instituto Elcano señaló: «España no ha sido históricamente un país pionero en desarrollar una acción cultural de exterior concebida y coordinada con el objetivo de mejorar su imagen en el mundo». Para decirlo de otra manera, España ha tratado de afirmar que es la principal nación hispana, pero de hecho no ejerce un liderazgo moral auténtico, y por lo general, falla cuando reclama tal liderazgo. Su Fiesta Nacional fue imitada en varios países de América Latina y el llamado Día de la Hispanidad fue también inventado fuera de España. La cultura moderna de España ha tendido a ser secundaria a la de la América española, sobre todo en el hecho de que la América española ha producido más premios Nobel de la paz y de la literatura que España. Incluso mientras pronuncia palabras justas sobre tener una relación más moderna con América Latina, España continúa sujetándose al concepto culturalmente exclusivo de Hispanoamérica, un término que es en gran parte mítico. El reclamo reiterado de que España es superior a otros países de habla española ha sido uno de sus grandes errores, repetido constantemente desde el siglo XIX por los diplomáticos que parecen sentir que es el camino hacia el éxito internacional. No lo es. La posición de España en Hispanoamérica depende mucho más de las políticas económicas, comerciales y de inmigración que en un estatus cultural mítico que se remonta a los tiempos coloniales.

Algunos miembros del Gobierno español son conscientes de estas consideraciones y han tratado de crear una nueva imagen de la política exterior conocida como Marca España, en un esfuerzo para contrarrestar el impacto de la crisis de la imagen de España tratando de convencer a los inversores extranjeros y los consumidores que las instituciones españolas, empresas y productos siguen mereciendo su apoyo. En otras palabras, se hace uso de los recursos diplomáticos con el fin de ayudar a las empresas españolas para ganar contractos. Si van a tener éxito es otra cuestión. Por el momento, la consecuencia más visible de la Marca España ha sido no un crecimiento en el comercio o la influencia española, sino más bien un aumento de inmigración por otros comerciantes, principalmente chinos y rusos, que desean establecerse en España y hacerse ricos .

Obviamente queda mucho por hacer si España puede encontrar una manera de salir de las contradicciones de la reciente política exterior. Básicamente, si un país tiene problemas económicos no puede crear una imagen positiva de sí mismo en el resto del mundo. Sin embargo, existe también la cuestión de la reforma de la actitud de sus diplomáticos. En este punto no puedo dejar de citar una de los más brillantes observadores españoles de la política exterior, Ramiro de Maeztu, que escribió hace un siglo, en un artículo en inglés sobre La política internacional de España, en el número de diciembre de 1922 de Foreign Affairs (Washington): la cuestión fundamental para España es: ideales. Ninguno de los problemas con que se enfrenta el país es tan importante como su propio problema espiritual. El pueblo español es completamente cuerdo, pero no tiene ideales. Siguen lentamente el curso de la civilización moderna, con el fin de no quedar totalmente atrás, pero no muestran entusiasmo creativo. Si pudiéramos descubrir la manera de convencer a los españoles de que el negocio de la vida cotidiana también tiene un significado eterno, entonces el nombre de España pronto volvería a ser oído más allá de sus propias fronteras.

Henry Kamen, es historiador británico. Su último libro es España y Cataluña. Historia de una pasión (La Esfera de los Libros, 2014).

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Notas.-

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