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• Perdidos climáticos
El ahogamiento del sur de Brasil debería ser una alerta para todas las ciudades del planeta
Cuando la lluvia se hizo omnipresente y las aguas empezaron a subir en Porto Alegre, la capital del Estado más al sur de Brasil, hacía solo dos semanas que mi amiga había salido del hospital. Se recuperaba de una operación particularmente difícil para una mujer, la extirpación de un pecho para eliminar un tumor cancerígeno, lo que ya es entrar en territorio desconocido.
Entonces las aguas empezaron a subir y subir, los bajos del edificio se inundaron, se fue la luz, el agua que sobraba fuera faltaba en los grifos. Las reservas de alimentos se acabarían en tres días, pero mi amiga ya no podía salir de casa ni pedir ayuda a sus hijos, porque el edificio estaba aislado.
De repente, mi amiga se vio viviendo en una isla rodeada de agua por todos lados en una ciudad de 1,3 millones de habitantes. Unos voluntarios la sacaron de su apartamento en el tercer piso en brazos, solo con lo puesto. La llevaron a casa de uno de sus hijos, donde estuvieron apenas dos días, porque el agua también la alcanzó. Huyeron hacia la costa por carreteras con largos atascos. El domingo contaba: “Estoy en una casa extraña, con personas extrañas, en una ciudad que ya no reconozco”.
Esta es una historia de privilegio en el peor fenómeno climático extremo que ha tenido lugar en una capital brasileña. Mi amiga es una mujer de clase media, como también lo son mis familiares y conocidos que están entre los más de medio millón de desalojados y más de 80.000 que se han quedado sin hogar en el Estado de Río Grande del Sur.
Las historias de horror son las que tienen cuerpos flotando, que emergen junto a las ratas cuando el agua baja solo para volver a subir. Hasta el lunes había 147 muertos y 127 desaparecidos.
Lo que sucede ahora en el sur de Brasil se previó en el año 2015 en un informe gubernamental que proyectaba los impactos de la crisis climática hasta 2040 y planeaba medidas de adaptación. El Gobierno de Dilma Rousseff lo archivó y los Gobiernos siguientes, de Michel Temer y Jair Bolsonaro, nada hicieron. Y lo que se preveía sucedió.
Las imágenes de horror deberían servir de alerta a una humanidad que parece que ya no es capaz de entender las alertas. Es el cine de catástrofes haciéndose realidad sin ningún plan de mitigación, prevención y adaptación en un Estado que mayoritariamente votó al negacionista del clima Jair Bolsonaro en las elecciones que ganó y también en las que perdió.
El sur de Brasil se ahogaba y el depredador Congreso brasileño seguía con casi tres decenas de proyectos que acelerarán el calentamiento global.
La mayoría de los afectados aún no puede volver para ver lo que ha quedado de su casa o para (quizás) encontrar familiares que se perdieron en la huida, pero tienen que entender que lo único seguro es que los fenómenos extremos continuarán y todo puede repetirse en algunos meses. La vida ahora es así.
Y no es así solo en el sur de Brasil y otras regiones del planeta violentamente afectadas en los últimos años. En vastas zonas del mundo, tanto la destrucción de la naturaleza continúa, de forma aún más acelerada, como las acciones de mitigación y adaptación al colapso climático en curso son nulas o casi nulas.
Gobernados en gran parte o por negacionistas o por negligentes, somos todos perdidos climáticos, la mayoría esperando sentados que el cielo les caiga en la cabeza.
Eliane Brum, escritora. Traducción de Meritxell Almarza.
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Revista de de opinión en prensa
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Toño Benavides [España, 1961]
Con vascuense y cupo se hase dinero
Burócratas y políticos vascos usan el eurskera como blindaje de un sistema político injusto y excluyente, pero enormemente productivo para ellos
DURANTE la última campaña electoral al Parlamento vasco una casa de subastas madrileña anunciaba un folleto raro de Miguel de Unamuno: «La cuestión del vascuence», publicado en 1902 en La Lectura, una revista de ciencias y artes.
Andaba uno esos días electorales enfrascado en el tomo segundo del monumental epistolario de Unamuno (1900-1904), que acaba de aparecer.
En una de las cartas que se incluyen en él le repite a Galdós algunas de las ideas que meses antes ha expuesto en cierta (escandalosa) conferencia que había dado en su pueblo, Bilbao, y que acabó a bofetadas entre algunos de sus concurrentes. En ella el joven Unamuno (37 años) contó lo que más tarde, en un tono más coloquial, le dirá a Galdós: «El vascuence es un obstáculo a la cultura y sobre todo al liberalismo y al espíritu moderno.
Hay que resignarse al progreso. Frente a aquello del cura que decía: “No envíen a los hijos a la escuela, que allí les enseñan castellano y el castellano es el vehículo del liberalismo”, el aldeano no contaminado por la gente de pluma dice lo que me dijo uno de ellos… “Con vascuense no se hase dinero”. Ni cultura, agrego yo».
Unamuno no solo conocía el euskera, lo hablaba y lo leía (y no presumía de sus treintaidós apellidos vascos porque sabía que era una memez mayúscula), sino que estaba en esas fechas aprendiendo por su cuenta el danés para leer a Kierkegaard, cosa que según él no era tan difícil si se sabía ya el alemán y el inglés (su caso), además del griego, el latín y la mayor parte de las lenguas románicas.
Se cuenta todo esto para recordar que al rector de la Universidad de Salamanca no le impresionaba el don de lenguas ni las creía cosa de museo («pues eso, un tonto en cinco idiomas», parece que dijo Unamuno de un políglota famoso).
«El vascuence se extingue sin que haya fuerza humana que pueda impedir su extinción», dice también en otro escrito de ese año; «muere por ley de vida. No nos apesadumbre que desaparezca su cuerpo, pues es para que mejor sobreviva su alma. La mejor lengua es la propia, como es la mejor piel la que con uno se ha hecho; pero hay para muchos pueblos, como para otros organismos, épocas de muda. En ella estamos. En el milenario eusquera no cabe el pensamiento moderno».
El apoyo colosal de los gobiernos nacionalistas durante los últimos 40 años ha mantenido al euskera, contra los pronósticos de Unamuno, no sabemos si con vida, pero sí con respiración asistida. Y no sólo: lo han impuesto en el sistema educativo y, desde luego, en las instituciones oficiales (frente al castellano, el euskera es solo la lengua materna del 30% de los vascos).
Pero con todo, siéndolo mucho, no son los sesgos sociolingüísticos lo más importante de esta cuestión, sino el aserto de Unamuno: la incapacidad o invalidez del euskera, para, según él, contener el pensamiento moderno (hijo de la Ilustración y padre del liberalismo).
Durante esta campaña electoral (y con más razón cuando se conocieron los resultados: un 70% de los vascos votaron a los políticos independentistas) muchos se preguntaron cómo podía votar alguien no ya a quien favorece la lengua minoritaria frente a la mayoritaria, sino a quienes aún apoyan a los herederos de los asesinos de la banda terrorista Eta. Se dijo que la razón era sencilla: habían estos dulcificado (maquillado) su discurso.
Antonio Elorza refinó el argumento: los abertzales habían empleado las dos lenguas, el castellano para un electorado ingenuo (tan harto como egoísta), a los que aseguraron que había que mirar hacia el futuro, y el euskera con aquellos de la Euskadi profunda, caseríos y pueblos de ceja corrida, que exigían de esos políticos no solo la defensa de los crímenes del pasado, sino la lengua en la que siempre los justificaron.
O sea, llevar al futuro lo que hicieron con orgullo en el pasado, razón de tantos aurreskus a ex presidiarios y mafiosos nacionalistas.
El castellano vendría a ser sólo, pues, un penoso recuerdo para ellos, amantes del yugo identitario: la lengua de la Ilustración y la cultura en la que el pensamiento moderno ha podido desarrollarse como no se ha desarrollado el euskera (y aunque en 40 años y pese al proteccionismo no se ha escrito en euskera aún una obra equiparable a la que en castellano escribieron los vascos Unamuno, Baroja o Blas de Otero o escriben Savater, Aramburu y Juaristi, no es científicamente descartable que en este mismo momento, en que está uno a punto de enviar estas líneas al periódico, un Proust desconocido esté en una cabaña de pastores culminando un En busca del tiempo perdido netamente vasco, con parecidas hipotaxis y sutilezas de pensamiento y de lenguaje).
¿De dónde procedía entonces el rechazo de Unamuno al euskera? Sin duda, de ver el uso que se le daba y lo que se comunicaba con él. ¿Y hoy, sabiendo lo que sabemos, persistiría en su juicio?
En su tiempo era el vascuence, como él lo llama, la lengua de curas, casheros y carlistas. Se comunican hoy con ella sus herederos peneuvistas y bildutarras y la balbucean los escolares por la cuenta que les tiene (bien lo saben sus papás), y burócratas y políticos (la mayor parte de los cuales apenas si la dominan) la utilizan como blindaje de un sistema político injusto y excluyente, pero enormemente productivo para ellos: hoy, don Miguel, con vascuense y cupo se hase dinero. Y con el catalán, ya ni hablamos. O sí, la semana que viene.
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Daños en la Franja de Gaza durante octubre de 2023. Foto: Palestinian News & Information Agency (Wafa) in contract with APAimages (Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0)
Israel, crecientemente perdido en su laberinto
Jesús A. Núñez Villaverde Real Instituto Elcano, 160524
Basta con reparar en que las Fuerzas Armadas israelíes han vuelto a atacar la ciudad de Gaza, por tercera vez desde que lanzaron la operación “Espadas de Hierro” hace ya siete meses, para concluir que Benjamín Netanyahu está muy lejos de lograr sus objetivos.
Militarmente, la tarea de destruir la capacidad de combate de Hamás, la Yihad Islámica Palestina y el resto de las milicias armadas que pululan en la Franja no sólo aparece lejana, sino incluso imposible de alcanzar. Como ocurre en toda guerra asimétrica, una de las escasas ventajas del débil es que le basta con no ser aniquilado totalmente para poder proseguir indefinidamente su estrategia insurgente.
Como se está demostrando en este caso, la abrumadora superioridad israelí –tanto en capacidades a desplegar en combate como en base industrial y económica para sostener el conflicto– no es suficiente para eliminar ni a los combatientes que conforman los 24 “batallones” que se estima que constituyen el grueso de la fuerza de combate de Hamás, ni tampoco su escueta “base industrial” para fabricar los cohetes y misiles con los que desafían los sistemas antiaéreos israelíes.
Las bajas propias se cuentan por centenares, mientras que Tel Aviv estima que ya habría eliminado a unos 14.000 combatientes palestinos (de un total que diversas fuentes sitúan entre los 30.000 y los 40.000 efectivos), tratando de pasar de largo sobre las decenas de miles de civiles muertos y heridos que de ningún modo pueden ser calificados como efectos indeseados.
Por el contrario, si se tiene en cuenta el alto nivel tecnológico con el que cuentan las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), ese intolerable número de bajas civiles sólo puede entenderse si se asume que la pretensión de Tel Aviv es hacer insoportable la vida a los palestinos en esa tierra, con el propósito de apropiarse de ella en su totalidad.
Nada permite suponer que la insistencia en las tácticas que las FDI están empleando sobre el terreno les vaya a permitir eliminar al resto de las fuerzas palestinas; pero lo que sí cabe imaginar es que la matanza indiscriminada de civiles y la destrucción sistemática de todo tipo de infraestructuras (viviendas incluidas) está creando un caldo de cultivo del que, sin duda, germinarán nuevos combatientes y simpatizantes, deseosos de vengarse de cualquier modo.
Políticamente, la situación actual tampoco es mucho más atractiva para Netanyahu. Lo único que puede apuntar en su haber es que sigue siendo primer ministro, al frente del gabinete más fanático de la historia de Israel. En realidad, resulta evidente que a ese objetivo ha subordinado cualquier otro, sea la liberación de las personas que Hamás tiene en sus manos, el respeto al derecho internacional o la búsqueda de una cierta sintonía con un Joe Biden que empieza a sufrir las consecuencias de un alineamiento que lo convierte en cómplice de un potencial genocida (Corte Internacional de Justicia dixit).
Con su comportamiento belicista, Netanyahu está terminando de dilapidar no sólo el crédito internacional que le quedaba a Israel –empeñado en presentarse contra viento y marea como la única democracia en la región y con el ejército más moral del planeta–, sino también contribuyendo a alimentar un antijudaísmo que siempre debe ser condenado.
Igualmente, ha arrastrado también a Biden, como si su apuesta fuera hundir electoralmente al presidente estadounidense con la esperanza de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca para darle carta blanca en el Territorio Ocupado Palestino y para rematar los infaustos Acuerdos de Abraham, con Arabia Saudí a la espera de la normalización con Israel.
Cuando Netanyahu insiste en que, si es preciso, Israel luchará en solitario contra sus enemigos pretende apelar a la psicología numantina de unos ciudadanos secuestrados desde hace años con la idea de que están rodeados de monstruos que quieren acabar con ellos, en lugar de reconocer que el creciente aislamiento de Israel es debido a la voluntad de sus gobernantes de traspasar todas las líneas rojas que marca el derecho internacional.
Y es que, por desgracia, se multiplican los indicios de que Netanyahu ha entrado en una senda en la que lo fundamental es su mantenimiento en el poder a toda costa. Y quizás a eso se resuma todo. Por encima de los intereses de Israel y para vergüenza de buena parte de su ciudadanía, de los judíos del mundo y de la comunidad internacional que consiente lo que está ocurriendo.
En cualquier caso, nada ni nadie parece dispuesto a poner fin a esta dinámica belicista sin límite. Netanyahu, con la decidida colaboración/presión de personajes tan notorios como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, porque le sirve para evitar unas elecciones anticipadas que terminarían con su carrera política y cree estar a punto de rematar la tarea de dominar por completo la Palestina histórica.
Joe Biden porque su pro-sionismo, más el vocerío que alimenta el sionismo cristiano estadounidense, le llevan a pensar que está en el lado correcto de la Historia, alineado con una sociedad que mayoritariamente valora la creación de Israel en términos muy positivos, sin reparar en las violaciones del derecho internacional y en los crímenes de guerra cometidos por el camino.
Los gobiernos europeos porque no logran adoptar una posición común que vaya más allá del cínico lamento inoperante. Y los gobiernos árabes porque, en general, no se la van a jugar por unos palestinos que ya hace tiempo que han dejado abandonados a su suerte. Y todo eso, mientras aumenta nuestra aceptación de lo anormal y se reduce nuestro nivel ético, lo sabe Netanyahu.
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José Ibarrola
República islámica de Palestina
Si hay que optar entre una Palestina sin Estado o una marioneta de Irán, ¿Europa y Estados Unidos posibilitarían un reconocimiento? La historia acredita que no
Andrés Montero Gómez en El Correo, 160524
Antes de los 80 del siglo veinte, contando desde 1947, el mayor impedimento para la creación de un país palestino era, paradójicamente, la Liga Árabe. En la actualidad, el mayor riesgo existencial contra un Estado palestino es Irán.
En efecto, Israel ha bloqueado históricamente una Palestina independiente casi desde que fue declarada por Yasser Arafat en el exilio de Argel en 1988. No obstante, es sabido que, con anterioridad y desde la creación de Israel, los pueblos árabes -notablemente Siria, Egipto y Jordania- pretendían repartirse Palestina a costa de derrotar militarmente a Israel, sin ninguna intención de articular un hogar nacional palestino.
Si acaso, acoger a los palestinos como árabes en una Cisjordania controlada por Jordania; una Galilea y una parte de la costa mediterránea incluso al sur de Haifa por Siria; y, para Egipto, el Néguev y, por su supuesto, Gaza, casi hasta el límite con los dominios sirios lindando con la voladura de Tel Aviv. Eso habría sido Palestina bajo dominio árabe.
Reconocer al Estado palestino no es equivalente a crearlo. Aceptar a Palestina ahora por parte de España, Irlanda, Malta y Eslovenia es un gesto simbólico que ha elegido un momento inoportuno. Debería haberse producido hace tiempo, si se pretendía. O relegarse a otro futuro más propicio.
Sin entrar en cuestiones de armonización de la política exterior europea, el reconocimiento es inconveniente porque se produce tras la violencia terrorista de Hamás sobre suelo israelí. No hace falta ser un genio de la geoestrategia para que sea evidente hacer la asociación entre el gesto político del reconocimiento y una validación a la violencia de Hamás, con castigo simbólico a Israel por su actuación en Gaza.
La creación de Palestina es hoy más intratable que nunca. Aun ignorando el problema de los asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania, suponiendo que se encontraría una fórmula para revertirlos; o la irresuelta cuestión de Jerusalén, en la esperanza de que, entre las ochenta ecuaciones para la ciudad, se hallaría una solución; incluso pasando por alto que la correlación entre la demografía de Israel y gobiernos judíos antipalestinos va e irá en alza (lo de Netanyahu es un aperitivo)
. Todo ello, por si no fuera suficiente, está atravesado por el vector fundamental y más en contra de una república palestina: Irán es el escollo existencial para los palestinos.
Imaginemos que, por carambolas y confluencias geopolíticas, los reconocimientos a Palestina fructifican a medio plazo en un Estado. La campaña militar de Israel sobre Gaza acorralará a Hamás en el interior, pero lo fortalecerá o mutará orgánicamente en el exterior. Con un Estado palestino, Israel ya tendría a Irán en su frontera norte, en Líbano, vía Hezbolá, pero se arriesgaría a una ‘democratización’ de la presencia iraní en Cisjordania como la que intenta repeler en Gaza.
Cisjordania y Gaza ya no serían dos entidades en un Estado palestino, sino un mismo país, tal vez con dos regiones, con un único proceso electoral nacional. Cabe hipotetizar que la interferencia política iraní no se detendría ante un nuevo Estado palestino, sino al contrario.
Pongamos elecciones ‘democráticas’ en la futura Palestina a diez años en donde vencieran opciones islamistas proiraníes tipo Hamás. Nada descabellado, ya ocurrió en Gaza. Israel tendría presencia militar hostil de Irán en su oriente, en el norte y en el sur. Los países árabes de la zona tampoco estarían contentos. Es un escenario apocalíptico de violencia, donde Israel invadiría Palestina al completo, ya fuera un Estado soberano armado por Irán.
Reconocer a Palestina no es irresponsable; tal vez inoportuno, antiestético en este momento. Lo irresponsable sería no garantizar la estabilidad interna, de infraestructuras, económica, institucional, de un futuro Estado palestino para inmunizarlo ante la influencia iraní.
La experiencia con la Autoridad Nacional Palestina no augura nada bueno, pues se ha demostrado facilitadora, por ineficaz y corrupta, de la radicalización islamista de parte del pueblo palestino y del escoramiento hacia la ‘ayuda’ iraní. No parece que la Unión Europa esté capacitada para un hermanamiento con Palestina a modo de un Estado candidato a la adhesión al que se acompaña para alinearlo con estándares democráticos y, de paso, se le acoge en un área geopolítica que le aleje de influencias radicales. Este supuesto sería lo más serio que podría hacer la UE.
Es verdad que Palestina necesita una voz europea, pero debe ser decisiva y no retórica.
Tampoco está en el horizonte que EE UU apoye económica e institucionalmente a una incipiente república palestina. Si hay que elegir entre una Palestina sin Estado o una Palestina marioneta de Irán en Oriente Próximo, ¿creemos que la UE y EE UU están en condiciones realistas de posibilitar la opción de una república para los palestinos? La historia acredita, contumaz, que no.
Andrés Montero Gómez, expresidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia.
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En junio de 2020 fui secuestrado por hombres armados y que exigieron un pago por mi rescate. A diferencia de otros miles de mexicanos que han sido secuestrados, yo sobreviví. Esta es mi historia, y la historia de cómo la violencia ha destruido familias, vidas y a mi país. Fotografías y texto por Manuel Bayo Gisbert
En busca de los desaparecidos de México
Mi pareja de entonces y yo estábamos en la carretera, a las afueras de Ciudad de México, filmando una película experimental cuando un grupo de hombres armados se acercó a nosotros. Nuestro error fue utilizar una cámara en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
Nos secuestraron cerca de Parres, un pueblo donde la pobreza y la corrupción han creado un espacio seguro para las bandas criminales. Los hombres nos llevaron a un acantilado, donde nos torturaron y abusaron sexualmente de nosotros, todo mientras nuestras familias, al otro lado de la línea telefónica, nos oían gritar de dolor y suplicar por nuestras vidas.
Catorce horas más tarde, después de que nuestras familias pagaran un rescate de 1500 dólares, nos dejaron en libertad.
Una vez en casa, volví a ser rehén; esta vez, de mis propios temores. Paranoico de que los hombres armados pudieran volver por nosotros o nuestras familias. Para recuperar mi vida, tenía que entender qué me ocurrió y por qué.
Busqué respuestas en las historias de quienes también fueron secuestrados, pero que, a diferencia de mí, nunca regresaron. Acudí a las familias de los desaparecidos en México.
Una larga historia de desapariciones
Un momento clave en la historia de mi país: en 1965, un grupo de maestros rurales y campesinos atacaron un cuartel militar en Ciudad Madera, una pequeña localidad del estado de Chihuahua. Los manifestantes, convertidos en guerrilleros, que demandaron la distribución justa de las tierras de cultivo fueron asesinados.
“Era tierra por lo que peleaban, ¿no? ¡Pues denles tierra hasta que se harten!”, dijo el gobernador de Chihuahua, Práxedes Giner Durán, cuando ordenó enterrar los cadáveres en una fosa común.
Esta historia se repitió la década siguiente, cuando los campesinos de las montañas de Atoyac de Álvarez, guiados por un maestro, Lucio Cabañas, tomaron las armas, una vez más pidiendo igualdad. La respuesta: el ejército y los servicios de seguridad nacional mexicanos se llevaron a unas 500 personas de Atoyac y sus alrededores. Sus familiares siguen buscándolos en las selvas de Guerrero.
En los años siguientes, las brutales acciones de contrainsurgencia y el maltrato auspiciado por el gobierno dejó a miles de familias incompletas y con heridas.
En Ciudad Juárez, al norte del país, en la frontera con Texas, cientos de mujeres fueron violadas, asesinadas o desaparecidas entre 1993 y 2003, muchas de ellas a manos del crimen organizado. El cruel trato que se dio a estas mujeres —conocidas como las muertas de Juárez— fue un punto de inflexión en México.
Poco después, en 2006, el nuevo presidente, Felipe Calderón, declaró la guerra contra el narco, una campaña dirigida por el ejército cuyo supuesto objetivo era erradicar la violencia. Lo que se consiguió fue un enorme aumento de las desapariciones y las muertes. A aquello le siguieron masacres; aparecieron cadáveres torturados por todo el país.
La violencia siguió en aumento. Al final del mandato del presidente Calderón, en 2012, había más de 25.000 personas desaparecidas; hoy, la cifra oficial supera las 116.000. Pero muchas desapariciones nunca se denuncian. La cifra real podría llegar a las 500.000.
He entrevistado y fotografiado a más de 200 sobrevivientes y familias de desaparecidos. Los detalles varían, pero muchas de sus historias se repiten.
Una tierra contaminada por la violencia
En los meses posteriores a mi secuestro, me uní a la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, una organización que conecta los cientos de colectivos de búsqueda que existen a lo largo de México. En 2021, ese trabajo me llevó al estado de Veracruz, en el golfo de México.
Durante más de 10 años, Veracruz ha estado asediado por la violencia de cárteles rivales. Un grupo de familias que ahí buscaba a sus seres queridos desaparecidos, descubrió lugares donde los cárteles llevaban a sus víctimas para ser “cocinadas”.
Durante una de esas búsquedas, descubrí lo que parecían ser unas piedritas oscuras en el suelo que se deshacían al tocarlas; lo que tenía en la mano eran, en realidad, restos humanos carbonizados.
Los habitantes del lugar dijeron que cuando los cárteles incineraban los cuerpos solían ver llamas por la noche. Nos contaron que siempre, a la mañana siguiente, la Marina llegaba a limpiar el lugar. Ni cuerpos, ni pruebas, ni crímenes. (El gobierno mexicano no respondió a estas acusaciones, ni a otras en las que se alega que las fuerzas armadas y la policía han participado en desapariciones forzadas).
Las “cocinas” de cuerpos en Veracruz son parte de una larga lista de iniciativas presuntamente auspiciadas por el gobierno para encubrir los crímenes de los cárteles. En todo el país, las organizaciones criminales dictan estrictos toques de queda y amenazan con asesinar o secuestrar a cualquiera que no los acate, algo aceptado tácitamente por las fuerzas de seguridad municipales.
Cada día, mueren en promedio decenas de personas a manos de los grupos criminales o paramilitares, y sus cadáveres pueden aparecer en congeladores, enterrados en fosas comunes clandestinas o abandonados a plena luz del día en plazas y parques.
En 2014, 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa desaparecieron a manos de la policía y los cárteles del lugar con la complicidad del ejército. Una investigación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre su paradero terminó cuando los investigadores señalaron reiteradas falsedades y obstrucciones por parte de las fuerzas armadas en su proceso de investigación.
Un exsecretario de la Defensa Nacional que fue acusado en Nueva York por presuntamente aceptar sobornos para proteger a los líderes de los cárteles fue devuelto a México, al parecer tras las presiones del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador. (El exsecretario fue exonerado después de que el fiscal general de México no hallara pruebas de delito).
El presidente López Obrador, quien fue elegido bajo la promesa de poner fin a la violencia derivada del Estado, ha ampliado enormemente el control del ejército y, durante su mandato, se han alcanzado las tasas más altas de homicidios de la historia reciente de México.
En México, cosechamos dolor y muerte
El 19 de agosto de 2023, tres años después de mi secuestro, mi tío Fernando Bayo fue raptado por cuatro hombres armados en Acapulco. Siete horas más tarde fue encontrado estrangulado con un cable. Me sentí aliviado al ver su cuerpo aparecer. Por lo menos, gracias a los esfuerzos de algunos miembros de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, sabíamos qué le había pasado.
México es una sociedad a la que se ha enseñado a seguir adelante, no a recordar. Sin embargo, algunos seguimos resistiendo, cada quien a su manera: defendiendo nuestros territorios de los grupos criminales, localizando fosas clandestinas en las que los desaparecidos puedan estar enterrados, documentando las muchas historias de las familias y comunidades destrozadas.
En 2022, algunas familias de los desaparecidos renombraron una glorieta en Ciudad de México como la Glorieta de las y los Desaparecidos; fue un intento de convertir el espacio, con un árbol muerto al centro, en un memorial. La respuesta del gobierno fue colocar vallas metálicas rodeando el lugar, que posteriormente las familias pintaron y cubrieron con los rostros de sus seres queridos desaparecidos. Hoy, la glorieta es un constante recordatorio de que esas personas existieron.
Tenemos que reclamar lo que la ola de violencia nos arrebató, por muy lejos que tengamos que ir a buscarlo.
A veces, estoy convencido de que estar muerto es más fácil que tener que vivir con el dolor que soportan las personas afectadas por la violencia, ya sean víctimas, testigos o los perpetradores mismos. Cada vez que veo a alguien cavando en las selvas y en los terrenos baldíos en busca de sus hijos, y de un cierre para su duelo, pienso en que la violencia los ha convertido en los cosechadores de México: cosechan dolor y muerte. ¿Qué otra cosa puede recoger un país cuando lo único que siembra son cadáveres?
Manuel Bayo Gisbert es fotógrafo mexicano. Desde julio de 2020, ha trabajado en 10 estados de México, fotografiando y documentando a más de 200 familias afectadas por la violencia. Audio por Manuel Bayo Gisbert, Derek Arthur, Vishakha Darbha y Carole Sabouraud. Producido por Jacqueline Bates, Jessia Ma y Shoshana Schultz. Traducido del inglés por Verónica Puertollano.
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Vehículos sumergidos en la localidad de São Leopoldo, en el Estado brasileño Rio Grande do Sul.ANDRE PENNER (AP)
- Perdidos climáticos
El ahogamiento del sur de Brasil debería ser una alerta para todas las ciudades del planeta
Cuando la lluvia se hizo omnipresente y las aguas empezaron a subir en Porto Alegre, la capital del Estado más al sur de Brasil, hacía solo dos semanas que mi amiga había salido del hospital. Se recuperaba de una operación particularmente difícil para una mujer, la extirpación de un pecho para eliminar un tumor cancerígeno, lo que ya es entrar en territorio desconocido.
Entonces las aguas empezaron a subir y subir, los bajos del edificio se inundaron, se fue la luz, el agua que sobraba fuera faltaba en los grifos. Las reservas de alimentos se acabarían en tres días, pero mi amiga ya no podía salir de casa ni pedir ayuda a sus hijos, porque el edificio estaba aislado.
De repente, mi amiga se vio viviendo en una isla rodeada de agua por todos lados en una ciudad de 1,3 millones de habitantes. Unos voluntarios la sacaron de su apartamento en el tercer piso en brazos, solo con lo puesto. La llevaron a casa de uno de sus hijos, donde estuvieron apenas dos días, porque el agua también la alcanzó. Huyeron hacia la costa por carreteras con largos atascos. El domingo contaba: “Estoy en una casa extraña, con personas extrañas, en una ciudad que ya no reconozco”.
Esta es una historia de privilegio en el peor fenómeno climático extremo que ha tenido lugar en una capital brasileña. Mi amiga es una mujer de clase media, como también lo son mis familiares y conocidos que están entre los más de medio millón de desalojados y más de 80.000 que se han quedado sin hogar en el Estado de Río Grande del Sur.
Las historias de horror son las que tienen cuerpos flotando, que emergen junto a las ratas cuando el agua baja solo para volver a subir. Hasta el lunes había 147 muertos y 127 desaparecidos.
Lo que sucede ahora en el sur de Brasil se previó en el año 2015 en un informe gubernamental que proyectaba los impactos de la crisis climática hasta 2040 y planeaba medidas de adaptación. El Gobierno de Dilma Rousseff lo archivó y los Gobiernos siguientes, de Michel Temer y Jair Bolsonaro, nada hicieron. Y lo que se preveía sucedió.
Las imágenes de horror deberían servir de alerta a una humanidad que parece que ya no es capaz de entender las alertas. Es el cine de catástrofes haciéndose realidad sin ningún plan de mitigación, prevención y adaptación en un Estado que mayoritariamente votó al negacionista del clima Jair Bolsonaro en las elecciones que ganó y también en las que perdió.
El sur de Brasil se ahogaba y el depredador Congreso brasileño seguía con casi tres decenas de proyectos que acelerarán el calentamiento global.
La mayoría de los afectados aún no puede volver para ver lo que ha quedado de su casa o para (quizás) encontrar familiares que se perdieron en la huida, pero tienen que entender que lo único seguro es que los fenómenos extremos continuarán y todo puede repetirse en algunos meses. La vida ahora es así.
Y no es así solo en el sur de Brasil y otras regiones del planeta violentamente afectadas en los últimos años. En vastas zonas del mundo, tanto la destrucción de la naturaleza continúa, de forma aún más acelerada, como las acciones de mitigación y adaptación al colapso climático en curso son nulas o casi nulas.
Gobernados en gran parte o por negacionistas o por negligentes, somos todos perdidos climáticos, la mayoría esperando sentados que el cielo les caiga en la cabeza.
Eliane Brum, escritora. Traducción de Meritxell Almarza.
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La energía nuclear regresa con fuerza, pese a los prejuicios
Cuando el contexto y las prioridades cambian tanto, hay que cambiar de política
Jordi Sevilla Cinco Dias, 150524
La energía nuclear está regresando con fuerza en el mundo. Lo acaba de decir el director general de la Agencia Internacional de la Energía. Quizá por eso, la presidenta de la Comisión Europea se ha mostrado abierta, en una reciente visita a República Checa, a la idea de aprobar subvenciones industriales en el ámbito de la energía nuclear a aquellos países que decidan apostar por ella en su estrategia nacional de transición energética.
Aunque la división entre quienes defienden Nucleares, no gracias y aquellos que piden Más nucleares, por favor sigue siendo importante en toda Europa, sobre todo, después de que la guerra de Ucrania mostrara los riesgos de la dependencia europea del gas ruso, la política energética europea ha incluido la nuclear por cumplir los tres criterios: competitividad, seguridad de suministro y sostenibilidad. Incluso el BEI estudia incorporarla a sus líneas de créditos.
Líderes y delegaciones de 30 países se reunieron en marzo en Bruselas para promover el papel de la energía nuclear en la reducción de emisiones de CO2, siguiendo el impulso dado en la COP28. Algo impensable hace unos años. Lo mismo que su inclusión en la Taxonomía de Financiación Sostenible presentada por la Comisión y aprobada por el Parlamento Europeo: invertir en nuclear es, ahora, verde, en Europa, donde hay 150 reactores activos y otros en construcción, que generan el 30% de la energía europea.
En los últimos años, se ha producido un cambio de actitud respecto a la energía nuclear, a la que ya no se ve como aquella que provocó los accidentes de Chernóbil (1986) por un fallo humano y el de Fukushima (2011) por un terremoto seguido de un tsunami, sino como la de los nuevos minirreactores (SMR), todavía en prototipos, que pueden construirse en tres años, con una capacidad de potencia de hasta 300 MW y que según el Organismo Internacional de la Energía Atómica suponen “un nuevo paradigma para la energía nuclear”.
Pero, sobre todo, si la energía nuclear está regresando como una opción más, es por otras tres razones fundamentales: sin la nuclear no podemos alcanzar los objetivos climáticos a tiempo; la nuclear refuerza la autonomía energética de Europa y, además, es la energía preferida por los gestores de los sistemas eléctricos para dar firmeza al sistema y cubrir los huecos de generación que tienen la solar y la eólica.
Poniendo el ejemplo de España, hay demanda de electricidad 8.760 horas al año. La solar y la eólica, juntas, pueden cubrir, en promedio, poco más de la mitad. ¿Cómo cubrir el resto? La energía hidráulica es una solución. Pero parcial. Incluso si se multiplicaran las instalaciones de bombeo con una eficiencia energética superior a la actual (en torno a un 70%), haría falta una mayor potencia, lo que significa muchos más pantanos en una época de sequía crónica por el cambio climático.
Aun asumiendo que en 2050 las energías renovables representen en torno al 70% de la energía eléctrica, seguiremos necesitando otra fuente de energía capaz de cubrir la diferencia y más inversión en redes de transporte y distribución que puedan integrar las necesidades de los nuevos centros consumidores, como los centros de datos, donde Amazon apuesta por SMR nucleares.
Se está trabajando mucho para desarrollar métodos de almacenamiento de la solar y la eólica, lo que permitiría cubrir más horas de demanda y evitar el precio cero que ya hemos empezado a ver estos días. También se apuesta por el hidrógeno verde, incluso investigando sobre una turbina que puede funcionar con cualquier concentración de hidrógeno en lugar de con gas. Y también se sigue avanzando en la mítica fusión nuclear, cuyos primeros experimentos se produjeron en la década de los cincuenta del siglo pasado.
Sin duda, en el impostergable proceso de descarbonización al que estamos obligados, alguna de estas opciones, o todas, acabarán, más pronto que tarde, representando el necesario acompañante para las energías renovables. Pero mientras tanto, y con decisiones que tenemos que adoptar ahora, la única elección segura como complemento de firmeza y seguridad a las energías renovables es entre el gas (emite CO2) o la nuclear (no emite).
Así se entiende mejor la reciente declaración del director de la AIE: “España debería pensarse dos veces el cierre de las nucleares”, decidido en un contexto en nada similar.
En este momento, la nuclear cubre en España en torno al 20% de la demanda. Si apostamos por un sistema eléctrico cien por cien sin emisiones, además de solar, eólica e hidráulica, deberíamos mantener la cuota actual de la nuclear en el mix energético. Eso significa adoptar ya dos decisiones: prorrogar la vida útil de las actuales centrales (con toda la supervisión que garantiza el Centro de Seguridad Nuclear) y apostar por incentivar nuevas inversiones en nucleares.
En ambos casos, se debe revisar la carga fiscal extraordinaria que penaliza a la nuclear (25 euros/MWh, según un informe de PwC). Y sí, el problema de los residuos tiene hoy soluciones técnicas adecuadas, a falta de un Gobierno con coraje para transformarlas en decisiones políticas.
Los municipios y las comunidades autónomas donde hay centrales se manifiestan a favor de no cerrarlas. El Partido Popular apuesta por la “extensión de la vida útil de las centrales nucleares existentes” y creo que estarían de acuerdo con esto varios partidos nacionalistas vascos y catalanes de tal manera que, si se presentara hoy una PNL (Proposición no de Ley) en el Congreso con este contenido, es muy posible que saliera aprobada por mayoría.
España es el único país del mundo con centrales nucleares en activo que ha anunciado su cierre. A pesar del retraso en el despliegue de las renovables. A pesar de la ausencia de almacenamiento. A pesar de los problemas técnicos y de emisiones de las centrales de gas (por las que apuesta Alemania).
Cerrar la nuclear en estas condiciones es una irresponsabilidad. Cuando el contexto y las prioridades cambian tanto, aferrarse a los viejos prejuicios no es buena política.
Jordi Sevilla es economista.
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JM Nieto [España, 1973]
La bifurcación de la realidad
La condición digital ha cambiado de manera radical la relación básica con la realidad
La creación moderna de la ficción se basa en una relación sólida entre ésta y la verdad, de la que depende para tener sentido, de manera que se puede decir que el sistema completo de la realidad lo conforman la verdad y sus ficciones. Esa relación entre verdad y ficción se puede estirar y deformar tanto como permita la habilidad del artista o la imaginación del reformador social, siempre que se respeten los límites entre ambas.
El conjunto de reglas, normas y hábitos que describen esos límites constituyen la realidad, que es única, por más que se pueda experimentar de muchas formas distintas.
Por su parte, la digitalización de la condición humana se está llevando a cabo mediante la postulación de múltiples realidades que, como no insinúan límite alguno, se pueden transitar sin fricción ni responsabilidad.
Hoy en día podemos elegir vivir parcial o totalmente en la realidad virtual, aumentada, extendida, sintética o exponencial, sin que tengamos muy claro que todos estos adjetivos que nos permiten crear realidades como si fuéramos magos o encantadores se sustentan en un error clásico del pensamiento filosófico conocido como «la bifurcación de la realidad».
Este error del pensamiento fue una de las principales preocupaciones del filósofo británico Alfred N. Whitehead. En las conferencias reunidas en 1920 en el volumen ‘El concepto de naturaleza’, Whitehead protesta contra las teorías de lo que llama la bifurcación de la naturaleza.
Esas teorías filosóficas y científicas bifurcan la naturaleza, lo que hay, en dos sistemas de realidad, uno que sería el objeto del conocimiento basado en indicios u observaciones, en conjeturas, y otro propio de una acción secundaria cuyo protagonista sería la mente. Una realidad objetiva, observable y medible y otra subjetiva, mental. Una realidad separada y opaca respecto a la otra.
Además del problema que supone para el filósofo la creación de un método que satisface solo una de las dos realidades –como si la mente fuera lo único que no pertenece a la realidad o viceversa–, la gravedad de practicar la bifurcación de la realidad reside en que, una vez que se comienza, las bifurcaciones se suceden sin control y sin punto de referencia.
Sin embargo, diría Whitehead, solo hay una realidad y su reverso, diría yo, es precisamente la ficción.
En nuestra sociedad digitalizada, el método de bifurcación de la realidad se basa en la consideración de la ficción como una nueva realidad que se ha separado de su tronco para desarrollar un mundo independiente. Este método se vale de la ficción para instalarla en el epicentro de la experiencia humana digital, ya desposeída de una noción válida de verdad y, por consiguiente, también de realidad.
Después de este primer paso de vaciamiento de la realidad, la ficción se hace plural y se convierte en un conjunto de mundos basados en el aumento, extensión o ‘virtualización’ de esa ficción huérfana. Para tener éxito solo hace falta saber conectarlos y aprender a navegar entre ellos.
Y lo que es más importante, llegados a este punto tan difícil, es recuperar la conexión entre la ficción y su realidad como lo es detener la multiplicación de realidades generadas por este procedimiento.
La condición digital ha cambiado de manera radical esta relación básica con la realidad y, debido a la silenciosa penetración de la digitalidad en todos los ámbitos de la vida humana, no solo se ha visto afectada la intimidad del lector de ficciones, sino que las instituciones y convenciones que rigen la vida en común, que gobiernan la frontera entre verdad y ficción, también se ven constantemente sacudidas por la ruptura de este principio básico de realidad.
La confusión de la ficción con la realidad sería una consecuencia de los experimentos mentales y sociales que forman parte del acervo creado por algo tan innovador como la ficción. Al fin y al cabo, Sancho Panza cumplió su sueño de ser gobernador de su propia isla y llegó a gobernar con ecuanimidad.
El potencial de la ficción para inventar, explorar e imaginar posibilidades personales y colectivas viene a ser, además del placer que produce, la razón misma de su éxito histórico, aunque a veces el precio a pagar por este sea la confusión. Pero incluso cuando se produce y reconoce la confusión entre ficción y realidad, aquella es posible gracias a que no ha perdido sus amarras a la realidad de la que nace.
La digitalización de la vida humana ha provocado la propagación de numerosos hábitos de acción y pensamiento basados en la eliminación de la fricción durante la navegación por las pantallas. Uno de estos hábitos es la hipóstasis de la ficción, en todas sus variantes como realidades adjetivadas, que se ha convertido en el nuevo suelo desde el que construir una sociedad digitalizada.
El proceso para hipostasiar la ficción como nueva realidad comienza con el desvanecimiento de las conexiones entre verdad y ficción, de manera que ésta se acaba quedando como el único punto de referencia existente y estable. Pero las ficciones nunca son estables a menos que estén bien ancladas a la realidad a la que pertenecen.
Por eso, el usuario digital debe estar poco tiempo en cada una de ellas y aprender a saltar entre sus diferentes versiones. La condición digital de la sociedad empuja a dar el estatus momentáneo de realidad a la ficción, para luego someterla a una serie de transformaciones casi metafísicas por medio de las cuales se convierte sucesivamente en realidad virtual, extendida, aumentada o, cuando todas ellas se conectan entre sí, en el ‘multiverso’ descrito en la película ‘Todo a la vez en todas partes’. Y esta sería la nueva realidad.
La bifurcación de la realidad ha pasado de problema filosófico a mecanismo favorito de la condición digital. Una sociedad digitalizada es una sociedad que se vale de la bifurcación de la realidad para separar la verdad de la ficción y hacer de esta última el germen desde el cual generar constantemente nuevos mundos ficcionales.
Para generar esos mundos solo hace falta destreza en la manipulación de las propias representaciones mentales –en este esquema la mente no se rige por las mismas normas que la realidad externa–, que se acabarán convirtiendo en los cimientos de la nueva realidad una vez pasen por el generador de eventos de las redes sociales.
Acostumbrados a la facilidad otorgada por la digitalidad para el disfrute de mundos ficticios, lo normal es que intentemos evitar los roces con la antigua realidad y nos entreguemos a los ‘multiversos’ lubricados en los que no existen la fricción ni los obstáculos. Hasta que de nuevo aparecen, como acaba siempre haciéndolo la realidad.
El alejamiento de cualquier ficción de su verdad nunca se puede consumar del todo, precisamente porque la ficción es siempre ficción de su propia realidad. Quizás pensaba en esto Bruno Latour al afirmar que «la realidad es aquello que resiste».
Solo hay una realidad y no se puede bifurcar.
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Harry el socio incluía la foto de varios lideres independentistas como Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Carmen Forcadell, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart, Raül Romeva y otros, con el siguiente comentario: “Os habéis comido tres años de talego para que hoy Cataluña prefiera al que se escapó en un maletero. Definitivamente sois una raza superior”
Wyoming, la memoria
Santiago González en El Mundo y en su blog. 160524
Es de común conocimiento que la presidenta de la Comunidad de Madrid dirigió un mensaje al alcalde de Alpedrete para invitarle a reconsiderar su estúpida decisión de de quitarles la plaza que tenían a su nombre Paco Rabal y Asunción Balaguer, que vivieron en el pueblo muchos años, cosa que el alcalde hizo finalmente.
El Gran Wyoming hizo un comentario alabando la actitud de Ayuso con un elogio envenenado, sugiriendo a Ayuso que reponga los versos de Miguel Hernández en la placa de las 13 rosas. Los versos a los que alude son los dos últimos del poema ‘Para la libertad’ y dicen: “porque soy como el árbol talado, que retoño/ aún tengo la vida, aún tengo la vida”. El poema, que después musicó y cantó Serrat, empezaba así:
“Para la libertad canto, lucho, pervivo,/ para la libertad mis ojos y mis manos/ como un árbol carnal, generoso y cautivo,/ doy a los cirujanos”.
Lo digo con conocimiento de causa, mucho más que el que tiene Wyoming porque yo fui uno de los 38 miembros constituyentes de una plataforma a la que llamamos ‘Fundación para la libertad’. Fue en Bilbao, en octubre de 2002. También abogaba este menguado porque se pusiera una placa en la sede de la Comunidad de Madrid para señalar que aquello fue un centro de tortura franquista.
Hombre, yo creo que podría haber añadido alguna corrección más: añadir a los nombres de las 13 rosas los de los 43 claveles, 43 militantes varones de las Juventudes Comunistas, que fueron fusilados junto a sus compañeras, contra las tapias del cementerio del Este (ahora de la Almudena) la misma madrugada del 5 de agosto de 1939 y a los que no se recuerda con ninguna placa.
También podría protestar contra la apropiación indebida de su memoria por el Partido Socialista, aludiendo a su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas, que eran las Juventudes Comunistas desde que las fundó Carrillo en marzo de 1936, después de las elecciones de febrero.
Miss Kings le apuntaba una más: “¿Y por qué no poner carteles en los lugares donde estuvieron las chekas de Madrid?” Buena pregunta, pero estos majaderos ni lo tienen registrado en la memoria. Y en su explicación de propósito este tipejo dice que él no es sectario ni fanático.
Y no le da ningún apuro la noticia que traía ayer El Debate: “El alcalde de Parla quita el nombre de Lope de Vega a unas escuelas para ponerles el de Almudena Grandes”. Así está el tema.
Zapatero se puso estupendo para señalar la hipocresía de la derecha, con una intervenión que a mí se me había escapado. Este era el argumento: «Me sorprende y me indigna que estos defensores de la familia de toda vida, diciendo que la apoyan y la protegen, se dedican a hacer la crítica y a centrar en la familia (de Sánchez). ¡Qué hipocresía, qué hipocresía!»,
La mujer del presidente del Gobierno, efectivamente. Y su hermano. Pero este majadero podría haber añadido a la familia de Isabel Díaz Ayuso, la pasada y la presente y ya veremos si la futura: Su ex marido, su hermano, su padre (ya fallecido) su madre, su hermano y su novio.
Más de una vez me ha salido en nuestra República Pilar Rahola, pero hay veces en que acierta. He visto un video de la intervención que tuvo en días pasados en el programa de Risto Mejide, a quien Luis del Olmo rebautizó como Risto Mejode, dicho sea con perdón.
Estoy de acuerdo con todo lo que dijo, en el silencio de la izquierda sobre Hamás, el silencio del feminismo sobre la violencia contra las mujeres en Irán, sobre el inadecuado concepto de genocidio -no se puede hablar de genocidio cuando la población palestina aumenta como lo hace- y una razón que me parece definitiva: la izquierda solo protesta cuando en el otro lado están Israel y EEUU.
Este es un argumento que yo descubrí a comienzo de los años 90 con el genocidio de Ruanda, cuando la población hutu asesinó a 800.000 tutsis en un plazo de 94 días, con una productividad de la muerte superior a la de Auschwitz. Y de modo artesanal, persiguiendo a sus víctimas a golpe de machete.
Hay que leer ‘Una temporada de machetes’, del periodista Jean Hatzfeld y sobre todo, las memorias de Paul Rusesabagina, director del Hotel Rwanda, que contaba el origen de aquello de manera muy sencilla: “Un día pasaron los belgas midiéndonos el ancho de la nariz. Así empezó todo”.
Todo pasó ante nuestros ojos, entre abril y julio de 1994, sin que se produjese una sola manifestación para denunciar aquel horror. Los países implicados eran Bélgica y Francia, no EEUU. En sentido contrario no hay memoria de la contribución de Estados Unidos a librar a Europa del nazismo.
Hay que viajar a Colleville sur mer y ver aquella enorme extensión de cruces blancas (y algunas estrellas de David) con los nombres y la edad de 9.100 veinteañeros, soldados estadounidenses muertos en el desembarco de Omaha Beach y playas adyacentes. Eso les debíamos.
3Mas ciento explicaba en X que “el hermano de Sánchez no puede teletrabajar pero teletrabaja para luchar contra el fascismo” y a continuación reproduce un escrito firmado por el jefe de Recursos Humanos de la Diputación de Badajoz, que se llama Alejandro Cardenal Guijarro y ha informado por escrito de:
“que en relación con el trabajador D. David Sánchez Pérez-Castejón, adscrito al área de Cultura, Deporte y Juventud de esta Institución Provincial, no consta que haya solicitado ni de que le haya sido autorizada la prestación de servicios en régimen de teletrabajo. Y para que conste, firmo el presente….etc. etc. Añade Tresmasciento que los jefes de la Diputación de Badajoz intentaron convencer al hermano de Sánchez para que fuera a trabajar, pero lo veían como ausente”.
Kepaminondas tercia sobre el expediente que ha abierto el PSOE a Lambán por irse para no votar la Ley de Amnistía. Si piensa de verdad lo que ijo sobre la amnistía no tenía que marcharse, estaba obligado a votar en contra. Citaba en mi blog: “El muy olvidadísimo articulo 67.2 de la Constitucion española que dice textualmente: “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”.
El sanchismo cree que la Constitución Española es de artículo único, que establece la obligatoriedad de renovar a los miembros del CGPJ cada cinco años.
Finalmente, destacar que el Ayuntamiento de Almería, gobernado por el PP, ha editado un cartel, diz que contra la pederastia, en sintonía con el Ministerio de Igualdad. Se ve en la foto un niño con la leyenda: “Si dice NO, no es sexo, es agresión”. Fíjate que he estado a punto de aplaudir un tuit de Echeminga Dominga que lo califica de ‘repugnante’ y pregunta: ¿Y si dice sí?
¿No es delito imprimir ese cartel?¿Quién ha diseñado la campaña, la Conferencia Episcopal?¿Jay vida inteligente en el Ayuntamiento de Almería?. Lo que pasa es que a este menguado se le OLVIDADO QUE el argumento lo acuñó su compañera, la discapacitada intelectual Irene Montero:
“Todos los niños tienen derecho a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren. ‘Los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales con quienes les dé la gana’.”.
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- Revista de prensa de El Almendrón
- Revista de prensa de la Fundación para la Libertad
- The Objetive
- El Debate
- https://newspapermap.com [periódicos del mundo]
- revista científica ‘Nature‘ en versión española [vía El Español]
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Vídeos
Carlos Cuesta: Sánchez siembra el pánico fiscal entre los acusadores de Begoña: temor a una oleada de inspecciones. 160524
Carlos Cuesta y Miguel Ángel Pérez comentan que 7 letrados no se han atrevido a defender a Begoña Gómez, hasta que Libertad Digital publicó esa información. Tras esto, los abogados españoles se han rebelado ante las posibles represalias fiscales que pueda tomar el Gobierno Pedro Sánchez contra ellos por ejercer la acusación en el caso de su esposa Begoña Gómez.
Según ha podido saber Libertad Digital, 15 despachos diferentes se han ofrecido en estos últimos días al sindicato tras la publicación efectuada por este diario: «Los abogados han reaccionado muy positivamente y con valentía ante las posibles consecuencias que pudiera acarrearles ejercer la acusación contra la mujer del presidente del Gobierno, no quieren que el caso quede impune de ninguna manera».
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Música de Diana.
–«Black Hole Sun» [1994] (en español: «Sol de Agujero Negro» en referencia a un agujero negro que cumple el rol del Sol en un sistema planetario ficticio) es una canción del grupo grunge Soundgarden. Originalmente apareció en su álbum de 1994 Superunknown. Vía Diana Lobos, 140524.
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Humor
El Roto [A. Rábago, España 1947], en El País
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