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David Bisbal y María Valverde en el  anuncio de Freixenet para esta Navidad 2014: «Por los próximos 100 años juntos«. Vía Freixenet.

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El altres empresaris catalans

Santiago González en su blog, 281114.

Yo era más de champaña, pero estas navidades brindaré con Freixenet. Aquí les traigo los altos de gama de la bodega, porque el Carta Nevada no es la única posibilidad. Desde que empezó el desvarío nacionalista, siempre me ha intrigado la sistemática ignorancia que gente muy descollante de la política y la economía de Cataluña mostraba hacia el catón  del buen viajante, cuyo primer mandamiento es: nunca insultes a un cliente.

El Gobierno, que está por la infructuosa vía del apaciguamiento. Mientras los secesionistas muestran su capacidad para generar la división y boicotear a una empresa catalana no explícitamente partidaria de la ruptura, la vicepresidenta Sáez de Santamaría rescataba hace una semana al Liceo de la quiebra con 4.1 millones de euros. El Liceo es ese reducto de la alta burguesía catalana en la que hace año y medio recibieron con abucheos a los Reyes de España cuando aún eran Príncipes de Asturias. Me pregunto qué habrán pensado aquellos tipos al tener noticia del rescate de su Liceu, el que fue saqueado por uno de los suyos. Quizá que es el orden natural de las cosas en su actitud adolescente. Saqueamos la nevera y mamá nos la repone.

No sé si el Gobierno estará interesado en cómo puede afectar a Freixenet el boicot de los separatistas catalanes, muchos menos de dos millones, 1,8 y descuenten a los niños que no tienen edad para beber aunque Mas les haya emborrachado de secesionismo y les haya dado derecho al voto. Yo haré lo mío y colaboraré con la única empresa catalana, manda huevos,  que ha expresado públicamente ser partidaria de otros cien años juntos.

El boicot nos lo hacemos nosotros mismos (y mismas, claro)

Santiago González en su blog, 271114.

Como sabrán, el tradicional anuncio de Freixenet por estas fechas ha creado escándalo entre los separatistas catalanes, principalmente por el brindis de la pareja protagonista al final: “por los próximos cien años juntos”.

Idiot of the year

Arcu ha recogido en una apócrifa portada de Time el caso, muy notable, de la parlamentaria catalana Elena Ribera i Garijo, que pueden ver aquí, a la derecha. No es una radical convergente, ojo, sino que milita en la civilizada Unió, del prisionero del Palace.

Autosatisfecha, habría que añadir al titular del collage. Y autodestructiva, porque  al tener conocimiento del spot 2014 ha escrito en su cuenta Twitter: “Freixenet buscando no perder cuota de mercado brinda por 100 años juntos. Acaba de perder dos millones de consumidores catalanes…potenciales”…

Hace un par de años, el presidente de la Generalidad opinaba sobre el boicot en las páginas de La Vanguardia:

Artur Mas instó ayer a los consumidores catalanes a “apreciar los productos de casa” y a pensar “qué hay y quién hay” detrás de cada compra. Lo dijo durante el acto de inauguración en Vidreres de unas nuevas instalaciones de la empresa lechera ATO –cuyo presidente Jaume Pont, presumió de una elaboración cien por cien catalana-, que aprovechó para reclamar “una visión un poco más integral de los intereses del país”. El presidente de la Generalitat criticó la tendencia a pensar que “lo de fuera queda mejor” y aseguró que esta mentalidad no la tienen en muchos otros países. “Casi todos intentan apreciar lo que es más del país”, destacó Artur Mas, que se refirió también, aunque indirectamente, a un posible boicot a los productos catalanes –a consecuencia del debate sobre la independencia abierto en Cataluña –y consideró que no tendría mucho sentido en el mundo actual y menos en una Europa integrada y sin aranceles. (LV, 9-10-2012, pág. 11).

Fíjense bien en la foto y díganme si ese corte de pelo esquizoide (en una mitad, la inteligencia del Astut, en la otra, la belleza de Junqueras y la elocuencia de Marta Rovira) no prefigura sus ideas. Bueno, pues la intelectual alternativa de la foto ha debido de llegar a la independencia por la autosuficiencia. Es tan cierto que no necesitamos a los españoles para nada que el boicot nos lo hacemos nosotros mismos. Y con lo de robar, hacemos lo mismo.

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Las elocuentes y dramáticas burbujas de Freixenet

José Antonio Zarzalejos en El Confidencial, 291114.

Cuando en Cataluña todo es un silencio acrítico hacia el mensaje caudillista del presidente de la Generalitat; cuando los partidos soberanistas -y el primero CDC- asumen con resignación ser apartados del escenario de la política sustituidos por una coalición político-popular por la independencia de Cataluña; cuando se relega al Parlamento de la comunidad al desempeño de funciones que violan la Constitución y el Estatuto; cuando callan los responsables del sistema financiero con sede en el Principado y se limitan a omitir su presencia en actos populistas que demuestran que el derecho a decidir es, en realidad, el propósito antes tuneado de una secesión a las malas, cuando todo eso pasa y el Gobierno sigue atrapado en su propia red, un catalán acaba de dar una lección de sentido común y de civismo.

Me estoy refiriendo a Josep Lluís Bonet, presidente de Freixenet, la marca del cava catalán más internacional de España, que anuncia este año el espumoso con sus tradicionales burbujas doradas y navideñas y con un brindis que lanzan el cantante David Bisbal y la actriz María Valverde  que termina con una aspiración: “Por los próximos cien años juntos”. Se trata de celebrar el centenario de las bodegas pero superponiendo, reconocidamente por el propio Bonet, un mensaje por la unidad de España tan obvio que ha provocado un amago de boicot en Cataluña. Es, en realidad, la primera consigna civil y eficaz para superar eso que Alain Finkielkraut, ha denominado en su último ensayo titulado La identidad desdichadala crisis del vivir juntos”. España está instalada en esa crisis de la que Cataluña es el síntoma que ha derivado ya en una contestación  abierta a la legalidad constitucional, en un desafío al Estado al que sólo deja el estrecho margen de utilizar -no quieren negociar nada, quieren romper como demuestran ante la oferta del PSC y del PSOE- los mecanismos de coerción que la Constitución legitima para situaciones en las que un territorio autónomo atente “gravemente contra los intereses generales de España”.

Josep Lluís Bonet, que es también presidente de la Cámara de Comercio de España, flanqueado por dos vicepresidentes, el también catalán Miquel Valls y Ana Botín, sustituye con este arrojo, jugándose parte de la campaña de Navidad de su empresa, a todos los silencios catalanes y a todas las ineficiencias del Gobierno y rescata la voz civil de esa mayoría silenciosa que debe existir pero que parece negarse a comparecer porque nadie la conduce a la luz de los focos desde las oscuridades de sus temores. Bonet demuestra que el silencio es el ingenio de los necios -¿acaso no se dan cuenta que los que se queman primero son los que están al lado de la lumbre?- como escribió  el francés De la Bruyère y que manejarlo es mucho más difícil que manejar las palabras como recordó otro político galo tan de actualidad por el centenario de la Gran Guerra como Clemanceau.

Refugiarse en el silencio como tantos y tantos en Cataluña es entregar el futuro al populismo de un secesionismo que cree emerger y energizarse por sus propios méritos cuando en realidad es el resultado engañoso del abandono por el Estado -a través de un Gobierno sin pulso- de todo el territorio político, histórico, económico y cultural que la idea de España debe ocupar en sus pueblos y comunidades. Es el silencio que permite ese abrazo políticamente obsceno entre un Fernández, representante del abertzalismo catalán, con un Mas, representante de la burguesía de Catalunya a la que, como tantas otras veces habrá que rescatar de su debilidad histórica, una debilidad que ahora demuestra ante un líder político que trata de imponer una moratoria al normal funcionamiento de la democracia en Cataluña.

Mientras haya ciudadanos como Bonet que no se callan y apuestan por los valores más progresivos habrá esperanza. Incluso si el Gobierno de España -como el que ahora padecemos- sigue en marasmo, creyendo que a un país lo salva medio punto más o menos del PIB. El grave problema que Bonet entiende y que Mariano Rajoy parece desconocer es que pueden superarse todas las crisis -incluso las que provoca la corrupción sistémica- pero no la que afecta a la identidad democrática de un Estado que se refleja en su elenco de libertades y derechos individuales y colectivos que se hacen posibles en un marco preestablecido por la ley.

La quiebra unilateral e injustificada de la unidad plural de España -alentada por el quietismo de quienes debieron evitarla- pulveriza el gran valor de los pueblos europeos que es el cosmopolitismo y el mestizaje, como ha proclamado con gran visión intelectual Ulrich Beck. La “crisis del vivir juntos” la protagonizan hoy en Europa los que, como subraya lucidamente Finkielkraut, no perciben “la irreductible novedad de la realidad presente” que consiste, precisamente, en una unidad diversa, en una convivencia de transacción y realismo y en la compartición de los riesgos ante un futuro inseguro.

Todo ese mensaje de contemporaneidad, valor cívico y de aviso dramático de lo que podemos terminar por perder se contiene en el brindis por el que Josep Lluìs Bonet ha apostado jugándose algo más que una campaña navideña y que se resume en el deseo de unidad en los próximos cien años. Alguien, en Cataluña y fuera de Cataluña, debiera continuar la apuesta de este ciudadano que no quiere que su silencio se una al clamor silente de los que tendrían que acompañarle en su arriesgada aventura personal y empresarial.

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El golpe de Estado y la ‘Kristallnacht’ contra Freixenet

Pablo Planas en LD, 271114.

Se preguntaba hace unos días Javier Somalo que qué tenía que pasar en Cataluña para que se aplicara el artículo 155 de la Constitución. Desde el 9 de noviembre ha pasado de todo pero la mención del susodicho ya no ha lugar, porque la Carta Magna está en cuarentena, bajo sospecha y, por lo que respecta a Mas y compañía, ha caducado, no rige, kaput, fuera de servicio. En el reformatorio, como bien describió en su artículo Somalo.

El golpe de Estado en Cataluña ya no es un papel de la ANC, una declaración de intenciones del Parlamento regional o una exageración periodística, sino lo que lleva a cabo el presidente de la Generalidad cada vez con mayores muestras de desprecio por las libertades, la democracia y las leyes. Es probable que ni él mismo se imaginara hace un par de años hasta dónde podía llegar con la pamema del derecho a decidir. Las tres décadas de régimen nacionalista (con los medios, las escuelas y las empresas al servicio de la causa) y los intereses partidistas de todas las moncloas y cloacas del Estado han pervertido hasta tal punto las cosas que resulta de lo más normal que Mas se haga pagar un mitin por la Administración pública para exponer un proyecto personal que supone la eliminación del sistema de partidos a cambio de un Gobierno de unidad. El precedente directo de semejante barbaridad es aquello del general Armada y el 23-F, un ejecutivo de unidad y un “después ya veremos qué pasa”.

El Estado español no existe en Cataluña. Ni tampoco el Poder Judicial. Manda Mas, quien pese a la que ha liado ostenta la categoría de representante ordinario del Estado de España en la región. De eso presumía horas después de su arenga de la fase final del proceso separtista, cuando el portavoz de su partido en la cámara autonómica le preguntaba si tenía constancia de la visita de un tal Rajoy a Barcelona prevista para este fin de semana. “Como representante que soy del Estado, no”, contestaba Mas. Si, bwana, cabeceaban los diputados.

Ese tal Rajoy tiene que lidiar ahora con la incómoda dimisión de la ministra Ana Mato mientras Mas agita los cuartos de banderas de sus consejerías, deletrea la asonada en una asamblea con tres mil funcionarios, alcaldes y comisionistas y se chotea de la Fiscalía. La diferencia está clara. Por la parte del PP, Bárcenas reside en la cárcel y la exministra Mato va a ir a juicio. Por la parte de Mas, todos los corruptos del catalanismo, de Pujol a Millet, están en la calle, a su bola, a la espera de que en par de años la República catalana les repare los daños. De la condenación a la condonación.

Y mientras las grandes empresas preparan las maletas en unos casos o se preparan para la situación en otros, ya no es la ANC quien marca los comercios amigos. Dos agentes específicos de la nueva democracia catalana, el empresario que negó el saludo a Felipe de Borbón y una diputada de CiU llaman al boicot de una empresa catalana que ha hecho un anuncio que tachan de “unionista”. Se trata de Freixenet, a cuyo propietario le acaban de imponer la cruz, pero no la de Sant Jordi. José Luis Bonet es el reciente presidente de la “Cámara de Comercio de España”. Ha comenzado una Kristallnacht (que también fue un 9-N) en las redes sociales. Es una muestra más de lo que pasa en Cataluña, aunque ni de lejos lo más grave. Delenda est Hispania.

Brindo con Freixenet

Este año, la bodega catalana ha reivindicado los cien años de unidad y los deseables cien más que jalonan la trayectoria de todos sus clientes

Carlos Herrera en ABC, 281114.

EL hipotético boicot al cava catalán que se popularizó después de que Carod-Rovira se desentendiera del apoyo a la candidatura de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos, no supuso para la contabilidad general del sector un drama especialmente agudo. Cierto es que la contabilidad es uno de los altares sobre los que se edifica la eficacia catalana desde los tiempos de Wifredo y que un duro pródigo es una pequeña lágrima derramada en el inmenso lago de las oportunidades perdidas, pero el supuesto boicot al espumoso por excelencia no derramó tanta sangre como sus impulsores suponen.

Para empresas como Freixenet, las ventas en el resto de España, o en lo que ya se considera simplemente «España» en el relato diario de las cosas, supone un no despreciable 20% del total, lo cual no es una cantidad en absoluto prescindible pero tampoco significa el gran soporte de la empresa. Si una quinta parte de esa proporción deja de adquirir sus productos por una pendencia concreta, la herida definitiva no es mortal, como algunos creen. Pero es, eso sí, molesta. Otros espumosos acogidos legítimamente a la denominación de «Cava» han despertado atracción popular por diferentes motivos: unos aprecian sus virtudes organolépticas, otros la procedencia territorial y otros –no nos engañemos– el hecho concreto de su no catalanidad.

Es decir, para una proporción no exigua pero tampoco oceánica, el hecho de manifestar su renuncia a consumir un producto catalán es un argumento suficientemente placentero para adquirir cava extremeño, valenciano o aragonés, los cuales, por cierto, merecen el respeto a su confección por otras razones que no sean su ausencia de contaminación catalana. El cava, en una palabra, es una máxima expresión de la Cataluña de hogaño: algo habrán hecho bien para merecer tamaña distinción.

Como saben, Freixenet, empresa legendaria experta en destilar espumosos desde la noche de los tiempos, dirigida por enólogos solventes atentos a los gustos populares y gestionada por individuos nada sospechosos de ser partidarios de dispararse en los pies, ha recreado un año más su tradicional apuesta por la ilusión en forma de spot televisivo. Es un spot que, como algún otro, resulta casi una tradición estacional en esos tiempos en los que los ciudadanos celebramos la llegada del Hijo de Dios.

Al llegar la Navidad uno espera la ornamentación de las principales calles de su pueblo, los polvorones de «La Estepeña», el décimo de Lotería con su anuncio sobrecogedor… y las burbujitas de Freixenet, las chiquillas vestidas de dorado y la figura nacional o internacional que nos desea Felices Fiestas. El anuncio se ha instalado en la vida cotidiana y es casi tan consustancial como las palabras del Jefe del Estado hablando de las cosas que le llenan de orgullo y satisfacción.
Este año, la bodega catalana, ignoro si inocentemente o a cosa hecha, ha reivindicado los cien años de unidad y los deseables cien años más que jalonan, supongo, la trayectoria de todos sus clientes. Ello ha sido considerado causa de guerra por el tradicional sector de gilipollas que florece a ambos lados de las carreteras del Principado. Unos llaman a la guerra santa de la misma manera que otros llamaron en su día, desde el otro lado de la demarcación, al rechazo al consumo.
Entre todos, a buen seguro, no pasarán del 5%, pero molestarán indudablemente al buen nombre de un catalán que no tiene ninguna necesidad de dejar de ser español. Ese 5% se verá compensado por el resto de españoles que le apoyará sin duda. Pero qué ganas de complicarse cuando se trata sólo de un vino. Con el que brindo ahora mismo por unas Felices Navidades. Y por España, ya puestos.

Felices Fiestas con Freixenet

Antonio Robles en LD, 281114.

A veces un pequeño detalle nos desvela los crímenes más perfectamente urdidos. Sobre todo cuando la lógica del mal necesita ocultar sus objetivos. Una de sus formas preferidas es negar, y en su caso proyectar sobre las víctimas, toda denuncia que desvele su impostura. Lo vemos a diario en Cataluña, el nacionalismo más xenófobo y excluyente se rasga las vestiduras cada vez que un disidente les recuerda las coincidencias entre el proceder antidemocrático de regímenes bananeros con su proceso secesionista, o cuando ven en la muerte social del disidente similitudes con los programas de satanización de los judíos en la Alemania nazi. Acusan de banalización del mal, dramatizan ofensas, simulan, en fin, la dureza de ser víctima a perpetuidad. Todo para ocultar sus fechorías. Abrazados al complejo de Gandhi, señalan al disidente con la cruz del anticatalanismo y sentencian su muerte social. Pura coherencia la suya.

Pero a veces un pequeño detalle los delata. Así ha pasado con la campaña desatada contra el cava catalán Freixenet. Su crimen, haber brindado en su anuncio de Navidad de este año con el eslogan: “Por los próximos cien años juntos, felices Fiestas con Freixenet”.

Las redes sociales se han convertido en una cloaca. Desató el boicot la diputada por Gerona de CiU Elena Rivera con un tuit: “Freixenet buscando no perder cuota de mercado brinda por cien años juntos. Acaba de perder dos millones de consumidores catalanes… potenciales”. Es la señora que nos anunció a Mas como Mesías en un vídeo magistral tiempo atrás.

Seguir la retahíla de tuits envenenados de odio contra una de las empresas emblemáticas del cava catalán nos debería hacer reflexionar. ¿Qué maldita ideología es esa que lleva a sus seguidores a perseguir a los propios ciudadanos catalanes por los que dicen luchar? ¿Qué catalanismo es ese que de tanto odiar a España en nombre de la libertad de Cataluña acaba destruyendo lo mejor de ésta?

Quienes aún no se han percatado de la limpieza étnica de esta ideología nacionalista deberían empezar por preguntarse por qué insignes catalanes como Eugeni d’Ors, Josep Pla, Josep Tarradellas, Dalí o el propio Albert Boadella son ignorados –en el mejor de los casos– o eliminados del imaginario catalán –en el peor–, como si fueran malos catalanes, traidores, indignos de ser reconocidos por la patria. Con ocasión del tricentenario de 1714, nos recuerda Albert Branchadell su naturaleza sesgada, donde el aproximadamente 25% de catalanes seguidores de Felipe V ha sido borrado de la historia, como si nunca hubiera existido. La cuestión es hacernos creer que toda Cataluña era austracista. Pero ahí estuvieron, algunos, además, decisivos en la implantación del centralismo borbónico. Como el redactor del Decreto de la Nueva Planta, el jurista Francesc Ametller i Perer, o Josep d’Alòs i Ferrer, “uno de los hombres que más influyeron en la reorganización del Principado catalán según el patrón felipista”, o el geógrafo Josep Aparici, con influencia directa en la reorganización del catastro.

Los que aún no lo ven, los que aún no aceptan que en las últimas tres décadas el nacionalismo ha excluido, ha decretado la muerte social de cientos de miles de ciudadanos catalanes por el mero hecho de ser castellanohablantes, sentirse españoles o simplemente no aceptar el ideario nacionalista, deben abrir los ojos. Si se atreven a decretar un boicot a una de las empresas emblemáticas del cava catalán, a uno de sus embajadores más cualificados en el mundo, ¿qué no harán con ciudadanos individuales e indefensos, olvidados por todos, incluso por el Estado español?

La señora se ha disculpado, alguien la habrá llamado al orden. No está mal, pero el detalle da escalofríos.

Felices Fiestas con Freixenet.

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Notas.-

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