[Colaboración especial de El Xiquet de Columbretes].

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Relato breve

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Mi viaje se está haciendo soporífero y el cuerpo, necesitado de un buen reposo, me exige humanidad. Le satisfago adentrándome en un pueblo vetusto que no aparece en mi mapa pero aparenta limpio; y tranquilo para descansar. Sorprendentemente, es imposible encontrar hospedaje, ni en posada. No veo a nadie, siquiera la aparición fugaz de la sombra de un sólo ser humano. Me hallo ante lo que representa ser un lugar relajadamente espectral. Aparco y convengo transitar por el laberinto de sus casas de piedra.

Ni un sólo coche estacionado o rompiendo el silencio de sus calles. Deambulo tras mi recelo con curiosidad, merodeando sin cesar sobre los adoquines grisáceos, bajo un cielo plomizo rayando lo bruno. A través de una estrecha callejuela desemboco en una plaza que aparenta ser la principal. Está desnuda. Nadie se hace ver. Y observo cerca de una de las esquinas, junto al bordillo de la acera, un charco frente a una farola negra. Al instante descubro muchas otras que circundan la placeta, cada una con su pequeño espejo de agua confuso, muy incierto, dudoso.

Se impone la anochecida y percibo un extraño e intenso cansancio. Me siento sobre el bordillo y, recordando mis tiempos de inmadurez, sonriendo, introduzco tímidamente mis zapatos en su correspondiente charco, que está impasible, falto de luz, incapaz de reflejar algo. Y me dejo llevar por la soledad de la mudez que emana de lo desocupado. Mas, poco a poco, despaciosamente, sin percatarme, desaparecen mis pies y piernas hasta las rodillas.

Apenas me he dado cuenta del portentoso hecho y, superado por él, tiemblo intentando recuperarlas. Sé que las tengo colgando sobre un abismo líquido desconocido y enigmático. Pero… no puedo, como si ya no me pertenecieran. Por momentos, sufriendo por el alcance de mi estado, siento una punzante angustia que me trae la certeza de un mayor peligro inminente. Y, en un santiamén, un enorme poder me sorprende y amedrenta intentando arrastrarme hacia el interior ignoto, escalofriante. Y lo impido, sufriendo de terror, agarrándome con toda mi energía a la farola que se yergue a mi lado.

Él es incansable en su propósito y se me hace imposible seguir oponiéndome. La mitad de mi cuerpo ha desaparecido mientras mi debilidad asume el hecho: es una arcana trampa mortal. Y recogiendo con premura todos los escombros de mi fuerza, los transformo en un último alarido desgarrado de socorro mientras observo a la luna anubarrarse; pero nadie parece escucharme. Y soy víctima del tragadero infernal disfrazado.

Prosiguiendo a la acontecida desaparición de mi cuerpo, la totalidad de las farolas se enciende con gran magnificencia, iluminando el centro del viejo y vacío pueblo adoquinado. Que, ahora, vomitando mi coche, desciende entero hacia los sótanos profundos de los seres subterráneos, criaturas malvadas, expeliendo una vaharada densa que lo difumina sin dejar rastro alguno.

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Enrique Masip Segarra [2015]. © Todos los derechos reservados.

enriquemasipsegarra.wordpress.com
enmasecs@hotmail.com

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pueblo fantasma 1Pueblo fantasma. Suburbios de Solnechnogorsk. Vía loveopium.

NOTAS.- Enlaces, corchetes, negritas [con perdón] e imágenes, son aportados por EQM.