[Colaboración especial de El Xiquet de Columbretes].
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Relato breve
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Era un navegante a vela, solitario. Un lobo de mar al que no le importaba el destino, se dejaba llevar por el capricho de los vientos. Hasta que después de un chubasco violento, imprevisiblemente, decidió tener un grumete e incluyó a una mujer veinteañera en sus singladuras.
Llegó con un regalo para él: un collar de aguamarina, la piedra de los marineros, la que garantiza la seguridad del navegante y la que limpia temas del pasado, aportando serenidad, deteniendo el miedo y fortaleciendo el coraje.
Todo parecía ir viento en popa, mas pronto descubrió que sus antojos no tenían nada que ver con los de los vientos. Y la tiró por la borda en una de sus múltiples agarradas, en una noche de fuerte temporal.
Desde entonces sufrió la disminución de su aura sintiéndose más frágil e inseguro y optó por colgarse del cuello, junto a su piedra azul, una turmalina verde. Estaba seguro de poder aquietar la mente y ver las soluciones.
Pero no acababa de encontrar esa armonía mental que añoraba y decidió apoyarse en más piedras mágicas como: la angelita, que facilita el contacto consciente con el reino angélico, y el heliotropo, con propiedades místicas y controlador del tiempo atmosférico: un oráculo audible.
Se pasaba el día en el mar, disconforme, pensando cómo mejorar sus niveles de percepción para liberar la mente y romper los vínculos no deseados. Acabar con las pautas trasnochadas que enloquecen, asegurarse la salud psíquica y física. Y acudió a más piedras como la malaquita, el ópalo, el cuarzo, la variscita… Hasta caer en la ofuscación.
Se confeccionó entonces, collares, pendientes, sortijas, pulseras… Incluso se llenó los bolsillos de piedras con multitud de atributos que le garantizaban la suerte en todo y en todo momento que no paraba de acariciar. Estar en permanente estado de gracia era su colofón, sentir que todos le amaban, incluso él mismo.
Una noche aparentemente tranquila en la que disfrutaba de la visión calmada de un cielo estrellado, sintió una carga sutil, extraña. Como si una bruma electromagnética poderosa cercara su cuerpo con presión desmedida. Intranquilo y molesto, al borde de la angustia, miró al horizonte disipado y, en un instante, un golpe de mar sorprendente, en forma de brazo, lo expulsó de su velero lanzándolo al inmenso mar.
Enseguida se persuadió de que era incapaz de mantenerse a flote con tanto poder acumulado en su entidad. Y no tuvo tiempo de desprenderse de él. El peso de las piedras mágicas sumergió su cuerpo con inusitada rapidez. Llegando, con las manos en los bolsillos e intentando aliviar el lastre con urgencia, hasta las profundidades insondables donde le aguardaba la mueca calavérica de ajuste de su antiguo grumete.
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Enrique Masip Segarra [2016]. © Todos los derechos reservados.
enriquemasipsegarra.wordpress.com
enmasecs@hotmail.com
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Grumete [1799]. Obra de Rowlandson, Thomas [Inglaterra, 1756-1827]. Grabada al aguafuerte con retoques a la aguatinta y coloreada a mano. Editada por Rudolph Ackermann [Inglaterra, 1764-1834]. National Maritime Museum, Greenwich, London.
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NOTAS.- Enlaces, corchetes, negritas [con perdón] e imágenes, son aportados por EQM.
Anónimo dijo:
Xiquet, buen relato que trasnpira realismo. Llevarse una grumete a bordo no fue una buena idea, téngalo por seguro. Por mucha seguridad pétrea que portara…
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Blas dijo:
Escucha Primero
Marinero, qué bien te hubiese venido conocer el lema que la ONU ha elegido para el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, en este 26 de junio de 2016.
Tus desgracias no hubieran existido:
Si querías serenidad, tranquilidad y paz, haber recurrido a la STP, dimetoxianfetamina, en vez del aguamarina.
Fuera la turmalina que para eso tienes la droga del amor. El éxtasis te hubiera facilitado la empatía, la sociabilidad, cercanía y el contacto interpersonal.
De la ternura de la Angelita, aunque maravillosa, dulce, tierna, sensacional, diferente y amable, te olvidas, nada de nada, para ello tienes la LSD, que con sus alucinaciones con ojos abiertos y cerrados y su percepción distorsionada del tiempo te hubiera proporcionado la disolución de tu ego. Y además, como buen marinero entrarías de lleno en la meditación y la psiconáutica, que te abriría el campo intelectual y artístico en sus distintas formas: pictórico, literario, musical y cinematográfico.
Joder, con tanta malaquita, ópalo, cuarzo, variscita…, collares, pendientes, sortijas, pulseras, ¿para qué está la cocaína?, que te exalta el estado de ánimo, te aumenta de la seguridad en ti mismo, te convierte en prepotente, y evitas el cansancio, el sueño y el hambre.
Un porrete, de vez en cuando, te hubiera permitido reírte, descojonarte y hablar francés.
¡¡¡¡Ah!!!, y sin olvidarte como buen marinero de la bebida histórica de corsarios y piratas: esos traguitos calientes, dulces y mestizos de ron.
Y con un chute de heroína, poseerías el cielo, marinero, el cielo. Y si querías encontrarte con tu grumete, una dosis mayor y tu respiración sobrevendría muy superficial y lenta, tus labios y puntas de los dedos se verían azulados, tu piel estaría fría y húmeda y con tus convulsiones… al fondo del mar, matarile-rile -rile.
Escucha primero, escucha primero. Nunca, nunca aprenderéis los humanos.
Blas
P.D.
De puta mare, Xiquet.
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Rosa dijo:
un navegante solitario, como su adjetivo indica, siempre hundirá su proyecto embarcando a una mujer.
Rosa
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Anónimo dijo:
el cazador cazado, Masip
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anónimo dijo:
A clavo ardiendo se agarra el que se está hundiendo.
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Luna dijo:
Creer en demasía es dejar de creer. Nunca pasarse fue bueno para nada. Al final, nos sale el tiro por la culata.
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