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Separación, que no divorcio
- Se ha puesto de moda la democracia directa, la de Sí o No, para asuntos complejos, llenos de pros y contras, con mil aristas, que mejor sería dejar en manos de una suerte de Senado Romano. Democracia parlamentaria, se llama. Aquí ocurre cuando los españoles delegamos en los parlamentarios nada menos que la elección de Presidente del Gobierno de España, el que toma decisiones.
- David Cameron pasará a la Historia como el inglés que ha contribuído decisivamente a cargarse el Reino Unido: con el refrendo, esos refrendos populares que nadie le ha obligado a convocar, ha dividido en dos mitades, por el momento, a su soberana sociedad en su conjunto y, en particular, a ingleses, galeses, escoceses e irlandeses.
- Inglaterra y Gales jamás han estado junto al proyecto político europeo y ahora tenían más motivos que nunca para mandarlo a paseo: la carísima burocracia de Bruselas y su nefasta administración de la soberanía recibida de los Estados Miembros -sobre todo en materia de inmigración– han colmado el vaso de la paciencia incluso a aquellos que ya gozan de un tratamiento privilegiado en materias como la monetaria -la libra esterlina y escocesa, ese símbolo identitario- o la libre circulación de personas.
- Escocia e Irlanda del Norte pueden haber encontrado el pretexto oportuno para desvincularse del Reino Unido reingresando unilateralmente en la Unión Europea [UE]. Los escoceses, aprovechando la dinámica de refrendos propiciada por Cameron -que tienen la formidable ventaja de acabar siendo periódicos hasta conseguir lo deseado- y los irlandeses, tratando de unirse con la República de irlanda.
- El pánico económico que se ha producido por el Brexit no tiene mayor fundamento que la sorpresa que ha deparado entre la propia ciudadanía, la ausencia de un auténtico plan salida por parte de Cameron, que ha dimitido, y unos mercados que huyen de cualquier incertidumbre que se salga, como ésta, de lo normal. Con la ayuda de la propia UE, tampoco partidaria de que marea se desborde, la situación se restablecerá en poco tiempo, sobre todo en favor de los Estados Miembros. Para el Reino Unido todo va a resultar mucho más incierto pero sin exagerar.
- Las relaciones entre el Reino Unido y la UE no variarán sustancialmente, tanto mientras dura el largo plazo de un proceso de separación -que no divorcio- de compleja concreción, como cuando la meta se sustancie a través de un nuevo marco de relaciones bilaterales semejante al que, por ejemplo, se mantiene actualmente con Noruega, Estado perteneciente a la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), no miembro de la UE pero que, desde 1994, se encuentra en el Espacio Económico Europeo, es decir, forma parte del mercado interior de la Unión Europea y es parte del espacio de Schengen.
Dicho de otro modo: el Reino Unido ha confirmado, mediante referéndum, su histórica voluntad de participar lo menos posible en el proyecto de una Europa políticamente unida. Quiere estar en el negocio pero manteniendo su soberanía política como nación.
Y tal actitud clarificadora puede resultar para los europeístas un vital toque de atención hacia un proceso comunitario que huele, desde hace tiempo, a cadáver, si continúa como y por donde va. Demasiados intereses de las multinacionales y de la banca, demasiado prohibicionismo constriñendo la libertad del ciudadano, demasiada tolerancia para con los neonacionalismos regionales y de los populismos, etc. Y nada de políticas comunes sobre políticas de bienestar social, de fronteras, de inmigración, etc.
Se trata, pues, de una oportunidad de oro para evitar que se retrase la deseable conformación política de Europa, en torno a una cultura y unos principios -enraizados en el Cristianismo pero tambien en Grecia, Roma, la Escolástica,el Renacimiento, la Ilustración, etc.- que permitan un nuevo Estado, en principio quizás Confederal -pero que podría llegar a ser Federal– del que la adhesión del Reino Unido a la actual y caduca UE fuese su primera piedra.
El Reino Unido, dividido, escapa de una UE desnortada [EQM, 240616]
pd. De las interesante declaraciones del laborista ex Primer Ministro del Reino Unido, Tony Blair, a El País -ayer mismo y que hoy se publican– entresaco algunas de sus afirmaciones:
«Este referéndum demuestra que los movimientos insurgentes de la política pueden tomar un país. Entramos en una era de una imprevisibilidad insólita y de gran ansiedad. […] El centro político en Europa […] debe encontrar soluciones a los problemas de la gente, incluida la inmigración […] y proporcionar un liderazgo que empuje a la marginalidad a las posiciones de extrema derecha e izquierda, porque son posiciones populistas que no responden a los problemas del país. […] Seamos claros: si hubiera referendos en otros países europeos el resultado no sería muy diferente. […] cualquier pega que pongas [a la celebración de un referéndum] te hace parecer antidemocrático. Pero la democracia parlamentaria es elegir un Gobierno para que tome decisiones.»
En España nos debería sonar: populismos y nacionalismos. Y mañana tenemos elecciones generales.
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Viñeta de Idígoras & Pachi en El Mundo, 250616.
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Los británicos eligieron el limbo
Felipe Sahagún en El Mundo, 240616.
A los británicos les dieron a elegir ayer en referéndum entre el limbo (retirada de la Unión Europea) y el purgatorio (seguir en ella con el acuerdo alcanzado en febrero). Una mayoría suficiente, atraída por cantos de sirena que prometen el cielo sin ningún dato que los haga creíbles, eligió el limbo.
A primera hora el primer ministro británico, David Cameron, responsable principal de este desastre por convocar un referéndum sobre la compleja relación con Europa, imposible de resolver mediante un plebiscito, anunció su dimisión después del verano.
«No tenía otra opción», comentó en la Deutsche Welle el ex embajador británico en Alemania y en España Peter Tory. «Cometió un terrible error y paga por ello».
«Se equivocó y tenía que irse», explicó Quentin Peel, de Chatham House. «Lo malo es que no veo a ningún sucesor mejor en el partido conservador. De Farage más vale no hablar. El ministro de Justicia, Michael Gove, es inteligente pero no reúne las condiciones. En cuanto a Boris Johnson, es un ególatra, bueno en televisión y divertido. Me inclinaría más por un candidato más centrado como Theresa May, actual ministra de Interior».
«No es el resultado que queríamos», declaró el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. «Es un momento histórico y hay que evitar histerias. Es imposible prever las consecuencias políticas, sobre todo para el Reino Unido, pero estamos preparados para mantener la unidad con la misma fuerza».
«En nombre del Parlamento Europeo, expresamos nuestra tristeza por el resultado del referéndum británico, pero es la expresión soberana de su voluntad«, dijo el presidente de la institución, Martin Schulz. «Es un momento difícil para todos… Tomamos nota de la dimisión y de la declaración del primer ministro británico de hace unos minutos. La analizaremos cuidadosamente en la reunión que mantendremos a continuación los presidentes del Consejo, de la Comisión, del Parlamento y el presidente semestral. Necesitamos estabilidad en el Reino Unido y en los 27 socios«.
Las primeras palabras de Tusk y de Schultz siguen al pie de la letra el guión previsto en las reacciones, que podemos resumir en seis erres (R): lamentos (regret), respeto (respect), voluntad de seguir adelante (resolve),represalia o sanciones (reprisal), alivio (relief) y propósito de reformas para evitar el efecto contagio (reform).
Con la victoria del Brexit se confirman los peores temores, el Reino Unido queda completamente dividido y se abren interrogantes decisivos para el futuro de los británicos, de todos los europeos y de la sociedad internacional.
En su reconocimiento de la derrota, Cameron anunció que seguirá al frente del Gobierno hasta el congreso conservador de octubre, pero que el Reino Unido «necesita otro liderazgo que conduzca la nave al nuevo destino».
A su sucesor al frente del partido y del Gobierno lo elegirían unos 150.000 miembros. ¿Con qué legitimidad puede un político así nombrado gestionar lo que se viene encima, un proceso más difícil que una descolonización o un proceso separatista? Lo más probable es que se convoquen elecciones anticipadas.
Cameron intentó tranquilizar a los mercados y se comprometió a respetar y a proteger los intereses de todos los británicos y de los extranjeros en Gran Bretaña. Imprescindibe para evitar acciones recíprocas contra los británicos en el extranjero. El martes, Cameron estará en el Consejo Europeo y los calendarios se irán precisando. El comisario británico y los más de mil funcionarios británicos de las instituciones comunitarias seguirán en sus puestos en espera de lo que se decida en el futuro.
«La mayoría de los norirlandeses y de los escoceses ha votado por Europa«, advirtió Ralf Stegner, el ‘número dos’ del partido socialdemócrata alemán, en referencia obligada al reforzamiento, con el Brexit, del separatismo escocés y al peligro de que se rompan los acuerdos de 1998 que pusieron fin a más de 30 años de terrorismo en el Ulster.
Por algo más de 1,2 millones de votos y casi cuatro puntos de diferencia, los británicos se han pronunciado contra las principales instituciones de su país y de sus aliados, lo que deslegitima y debilita a su Gobierno y a toda la UE, que deberán elegir, una vez definido el mecanismo de negociación, entre un divorcio total o una separación más amable. El proceso puede consumir de cinco a 10 años de trabajos.
La única dirigente con la fuerza política y moral para recomponer los cristales rotos y reordenar el complejísimo panorama que se ha abierto entre Londres y Bruselas es la canciller alemana, Angela Merkel.
No hay precedente ni modelos ideales, aunque se han citado todos: dese el noruego al suizo, pasando por el canadiense o el albanés. Para reducir daños, lo ideal sería que el Reino Unido, la segunda economía de la UE y la quinta del mundo, continuase dentro del mercado interior y sujeto a los 41 acuerdos comerciales vigentes entre la UE y unos 60 países y organizaciones.
Si se cumplen algunas de las amenazas de los dirigentes del Brexit, como prohibir de inmediato la entrada o restringir los derechos en el Reino Unido de inmigrantes comunitarios, estarían infringiendo la legislación de la UE. La reacción sería inevitable y entraríamos en la senda de las represalias, las sanciones y los tribunales.
Nada está escrito. Estamos ante un libro en blanco. Todo depende de quién dirija a partir de ahora el Reino Unido y de los difíciles compromisos políticos en Londres y en los 27 miembros de la UE, todos ellos con poder de veto y sometidos a fuerzas enfrentadas.
Antes hay que ponerse de acuerdo en la interpretación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que legaliza la salida de un miembro de la UE.
Según este artículo, «el Estado miembro que decide retirarse deberá notificar al Consejo Europeo su intención y, de acuerdo con las directrices del Consejo, la Unión negociará y concluirá un acuerdo con dicho Estado que recoja los términos de su retirada teniendo en cuenta el marco de su futura relación con la Unión».
De acuerdo con el artículo 218 (3) del Tratado sobre el Funcionamiento de la UE, ese acuerdo lo deberá aprobar por mayoría cualificada (55% de los miembros y 65% de la población) el Consejo tras recibir el visto bueno o consentimiento del Parlamento Europeo.
Según el artículo 50 (3) del Tratado de Lisboa, la legislación vigente de la UE (centenares de miles de páginas incorporadas al llamado Estatuto británico), dejarán de aplicarse en el Reino Unido «a partir de la entrada en vigor del acuerdo de retirada o, de no existir ese acuerdo, dos años después de la notificación de retirada, a menos que el Consejo Europeo, de acuerdo con el Estado miembro que se va, decida por unanimidad ampliar ese plazo».
Cameron adelantó antes de la votación que no dimitiría de inmediato, pero se ha jugado su futuro político, ha perdido y no tiene otra opción que dejar paso a otro antes del congreso de octubre de su partido.
«Hemos vencido a Bruselas, a las multinacionales, a la gran banca, a los grandes partidos… Y lo hemos hecho sin disparar una sola bala«, declaró el líder de Ukip, Nigel Farage, en su discurso de la victoria.
«Es un desastre», señala el embajador Peter Tory. «Farage representa un retorno a la demagogia y al populismo de los años 30 del siglo XX. Dos tercios de los legisladores británicos están a favor de la UE». Sin mayoría en Westminster, los vencedores del Brexit poco pueden hacer por el momento.
Vendieron el territorio desconocido en el que se adentran desde hoy el Reino Unido y la UE como un paraíso y algo más de la mitad del 72% de los 46,5 millones de votantes registrados que acudieron a las urnas les creyeron, aunque sus principales argumentos –Turquía va a entrar ya en la UE y nos va a inundar de inmigrantes o el Reino Unido aporta a la UE 350 millones de libras por semana– son mentiras flagrantes.
Si descontamos las devoluciones y las inversiones, no llegan a 120 millones. En cualquier caso, la UE tendrá que reajustar su presupuesto y Berlín ya ha dicho que no será de nuevo la pagana silente.
La libra, como estaba previsto, se hundió en los mercados apuntando hacia otro viernes negro, la ultraderecha de toda Europa se declaró legitimada para seguir el ejemplo británico y todas las cancillerías dirigieron su mirada hacia Berlín.
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Notas.-
Enlaces [en azul cuando se trata de textos ajenos] y corchetes son aportados por EQM. También, por razones discutibles de legibilidad en internet, el incremento de párrafos en textos ajenos, respetando el contenido, que puede leerse en el original pinchando el enlace.
rosa dijo:
Y si dentro de unos días se anticipan las elecciones británicas y gana sobradamente un partido que patrocina el reingreso…
¿Qué cara de jilipollas se nos quedará a los europeistas cuando el primo de zumosol pida el reingreso?
La UE se está hundiendo porque no ha tenido lo que hay que tener para construir, de inmediato, un Estado confederal basado en la cultura y principios cristianos y porque tratando al Reino Unido como Mariano/Zapatero tratan a Cataluña [Gobierno de] ya estaba tardando la huída nacionalista inglesa.
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Blas dijo:
Tres citas
“Ningún pueblo europeo se hubiera reconocido a sí mismo como nación, pongamos, frente a los árabes. La diferenciación consciente de éstos hubiera tenido, y en efecto tuvo, otro sentido. Fue la contraposición al Islam y ésta se había fundado en la conciencia de pertenecer al Occidente frente al Oriente, donde Occidente significada entonces, muy principalmente, cristiandad, pero, a su vez, cristiandad significaba Europa, era el perfil con que entonces se presentaba la gran sociedad europea”.
“Salvo en música y en pintura, los ingleses han llegado a todo antes que nosotros. No lo han hecho casi nunca con brillantez, porque para ello sería menester entregarse radicalmente a la nueva inspiración, y esto requiere una dosis de generosidad infrecuente en el alma británica”.
“Las naciones europeas han llegado a un instante en que sólo pueden salvarse si logran superarse a sí mismas como naciones, si se consigue hacer en ellas vigente la opinión de que la nacionalidad como forma más perfecta de vida colectiva es un anacronismo, carece de fertilidad hacia el futuro, es, en suma, históricamente imposible”.
Ortega y Gasset: “De Europa meditatio quaedam”*
* Conferencia que Ortega dio en la Universidad libre de Berlín, el 7 de setiembre de 1949.
El día que Ortega y Gasset pronunció su conferencia las multitudes de público que no habían conseguido tarjeta de entrada, a pesar de haberse repartido varios miles – todas las mayores aulas estaban provistas de altavoces- asaltaron el edificio, rompieron la gran puerta, quebraron los ventanales, causaron víctimas y fue inevitable una seria intervención de la policía. Los periódicos alemanes, durante varios días, han relatado estos incidentes y hecho sobre ellos comentarios bajo el título humorístico “ La rebelión de las masas”, aludiendo al libro de nuestro compatriota, que es una de las obras más populares en Alemania.
Blas
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ricardo dijo:
El estúpido, suicida, Cameron impulsó 4 refrendos en 1: Inglaterra, Gales, Irlanda N y Escocia…
Ha destrozado su país en mil pedazos
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ricardo dijo:
Dos cositas, Quicio:
1) La UE, es un puto club, como dicen ellos mismos. Nada más que un puticlub.
2) Si en un referéndum se permite que el populismo mienta diciendo que el Brexit es la panacea, alguien debería -quizas la Junta Electoral- meter en la penitenciaría al falsario que puede convencer al votante torpe y hundir un país.
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rev prensa dijo:
Más de 1,400.000 británicos reclaman un nuevo referéndum
Más de 1,400.000 británicos se han sumado en menos de 24 horas a una petición gubernamental para reclamar un nuevo referéndum sobre la Unión Europea. La petición dará pie a un debate parlamentario en los próximos días, aunque tienes pocas posibilidades de prosperar.
La propuesta fue iniciada por Oliver Healy desde Londres y ha atraído principalmente a los electores de las grandes ciudades, que votaron a favor de la permanencia.
«Los firmantes pedimos al Gobierno que implemente una ley por la que haga falta convocar un segundo referéndum si ninguna de las opciones (permanencia o salida) llega al 60% de los votos con menos de un 75% de participación», puede leerse en la petición.
El Brexit ganó con el 72% de participación y por apenas cuatro puntos (52% a 48%). El voto ha creado una irreconciliable fractura geográfica en el Reino Unido: Londres, Escocia e Irlanda del Norte votaron por la permanencia, mientras que Inglaterra y Gales optaron por la salida.
El resultado es especialmente hiriente para la población joven: los votantes entre 18 y 24 años votaron a a favor de la permanencia por un abrumador 75%.
El respaldo a la petición parlamentaria ha sido tan alto que el portal de la Cámara de los Comunes quedó temporalmente colapsado. Las peticiones que superan las 100.000 firmas pasan directamente a un comité parlamentario y tienen que ser debatidas en el pleno.
Simultáneamente, y a través de change.org, más de 100.000 londinenses se han sumado a otra petición para reclamar al alcalde Sadiq Khan que dé los pasos necesarios para reclamar la «independencia» de Londres y mantener su condición de miembro de la UE.
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http://www.elmundo.es/internacional/2016/06/25/576e51ce22601dc6768b45c8.html
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rev prensa dijo:
Política adolescente
IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/06/16
· Más que en Oxford, parece que Cameron estudió Políticas en el colegio de Harry Potter. Y suspendió en populismo mágico.
Si juegas al populismo te ganan los populistas. Esta lección no se la explicaron a David Cameron durante sus estancias en Eton y Oxford, donde enseñan filosofía política para gentlemen y a sus conspicuos profesores ni si les debe de pasar por la mente que sus egresados vayan a dedicarse al aventurerismo mágico. Es probable que el alumno Cameron hiciese novillos el día en que hablaron en clase de la ética de la responsabilidad de Weber. A la vista de su conducta hay motivos para pensar que hizo el bachillerato en el colegio de Harry Potter.
El primer ministro británico, hombre de apariencia educada y discurso elegante, ha demostrado poseer una rara mezcla simultánea de frivolidad, arrogancia e insensatez. Es difícil reunir tanta falta de madurez y de perspicacia para el ejercicio político, pero el que lo logra se convierte en un sofisticado especialista en crear problemas ficticios y fracasar al resolverlos. El descalabro de ayer demuestra que Cameron no sólo desconocía a sus compatriotas, sino que sobrevaloraba sus propias capacidades de convicción.
Y que leyó mal las conclusiones del precedente escocés, donde fueron sus adversarios laboristas quienes lo tuvieron que sacar del lío. Esta vez el laborismo ha estado displicente porque en el fondo comparte el euroescepticismo de casi todos los ingleses y porque su líder Corbyn tampoco es la clase de partner de confianza que conviene agenciarse en un envite de esta trascendencia. Todo ese compendio de circunstancias desfavorables, a las que se suma el oportunismo demagógico de los conservadores eurófobos, auguraba una catástrofe y a las catástrofes no se les puede dar tantas oportunidades porque terminan aprovechándolas.
Educado en centros elitistas, Cameron no ha comprendido que la Unión Europea es un proyecto de élites. Tal vez no existiría si Schuman y Monet la hubiesen pasado a consulta en plena posguerra. El auge del populismo contemporáneo consiste precisamente en una rebelión emocional contra los agentes públicos convencionales, y encuentra en los referendos la expresión más depurada de su simplismo naif y de su paleta sentimentalidad de adolescencia democrática. El plebiscito europeo ha ofrecido a los británicos la ocasión de encontrar un culpable en el que descargar sus demonios.
Se la ha regalado un gobernante inepto y sin fortaleza intelectual ni política para hacer prevalecer su liderazgo ante la agitación pasional del nacionalismo primario. Un irresponsable capaz de jugar a la ruleta rusa con los intereses estratégicos de su país para solventar –ya se ve cómo– los problemas que le causaba su falta de sustancia.
El tiro le ha agujereado la sien, ha desplomado al Reino Unido y de rebote ha herido a una UE ya tambaleante y maltrecha. Tres en uno. Es lo que les sucede a los aprendices de brujo: que fracasan ante los brujos de verdad. Los que traen los trucos aprendidos de casa.
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http://paralalibertad.org/politica-adolescente/
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rev prensa dijo:
Aún así
FERNANDO SAVATER – EL PAIS – 25/06/16
· Y luego nos escandalizamos de los hooligans, esos mártires brutales de la inteligencia emocional…
Les recuerdo una escena de Macbeth: Macduff prepara el asalto definitivo al castillo del tirano y necesita el apoyo de Malcolm, hijo del rey asesinado por Macbeth, así que le propone el trono cuando derroquen al usurpador.
Malcolm quiere saber cuánto hay de noble afán o de mero oportunismo en esta propuesta: advierte a Macduff que él está tan lleno de defectos como Macbeth, porque es sumamente ambicioso, injusto, ávido de riquezas, violento, incapaz de contener su feroz lujuria… Macduff, al que le interesa ante todo vengar la muerte de su hijo, va minimizando los pecados que se atribuye falsamente el joven príncipe, dispuesto a aceptarle cualquier vicio a fin de contar con ese imprescindible aliado.
Una excelente muestra de la penetración política de Shakespeare. Finalmente, Malcolm descubre la superchería y acepta acompañar a Macduff, pero queda la duda de que quizá el resultado hubiera sido igual si todas sus autoacusaciones fuesen ciertas. Lo importante era la venganza y recobrar el trono.
Donald Trump ha llegado a decir que él podría salir a la calle, disparar contra un transeúnte y la gente le votaría igual. Probablemente, ay, no se equivoca. Los partidarios del Brexit han seguido a un xenófobo caricaturesco como Farage, desoyendo sin inmutarse las más solventes advertencias sobre los perjuicios que traerá el abandono de la UE.
En España, candidatos que veneran los regímenes menos recomendables mienten sin sonrojo en los debates, amparan la corrupción, desconocen la igualdad de los ciudadanos o prometen medidas tan democráticas como ordenar a jueces y guardias civiles que detengan a sus opositores, ni aun así ven disminuir sus apoyos electorales. ¡Son los nuestros, arrearán al enemigo! Y luego nos escandalizamos de los hooligans, esos mártires brutales de la inteligencia emocional…
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http://paralalibertad.org/aun-asi/
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rev prensa dijo:
La hora de los populistas
RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 25/06/16
· La decadencia que genera el auge de un sistema es la más difícil de combatir. Es la que trae su caída.
El resultado del referendo británico sobre la UE demuestra el inmenso error que están cometiendo los partidos tradicionales ante el asalto que padece el sistema por parte de populistas de uno y otro signo. En el Reino Unido hemos visto una campaña basada en las mentiras más zafias imponerse sobre otra campaña basada en explicar técnicamente los riesgos de esa apuesta populista. Se ha intentado responder a los sentimientos con cifras. Han ganado los sentimientos.
Este populismo británico no fue engendrado por Boris Johnson o Michael Gove. Lo fue por un tipo marginal llamado Nigel Farage, que desde un partido cuya militancia cabía en un taxi ha conseguido polarizar el Reino Unido sobre la cuestión europea. A la vista del éxito de su campaña de radicalización hubo otros –sobre todo conservadores, pero también laboristas– que se sumaron a sus tesis en lugar de combatirlas. Algunos, como Boris Johnson, hace solo unos meses. El populismo ha logrado así la mayor victoria europea desde hace décadas. La mejor prueba de ello fue Donald Trump celebrándolo ayer en Escocia.
En esta campaña, el primer ministro Cameron y su equipo no han ofrecido un solo argumento en favor de Europa. Hicieron una campaña negativa contra el Brexit, una campaña del miedo. Amenazaron con las penas del infierno en forma de recesión económica y tarifas aduaneras, pero no se ha escuchado un solo discurso de Cameron y sus adláteres explicando las virtudes de Europa. Aunque sólo fuera decir que gracias a la UE ya llevamos dos generaciones de europeos que han vivido sin conocer la guerra en su país, cuando a lo largo de la Historia es imposible encontrar una sola generación que no haya sufrido esa tragedia de la que la Europa unida nos ha librado.
El auge de este populismo, tan diferente, pero tan similar en todo Occidente, se extiende sin parar. Y con frecuencia con el apoyo de miembros de los partidos que han sido de Gobierno hasta ahora y que ante una amenaza a sus canonjías empiezan a moverse en el entorno de los populismos emergentes. Eso lo acabamos de ver en el Reino Unido con el alineamiento de tantos conservadores con el Leave que promovió Farage a través del Partido de la Independencia del Reino Unido. Y también de bastantes laboristas, que padecen un partido con un liderazgo inverosímil de un émulo del hombre de Cromañón.
La cuestión ahora es cómo va a afectar este auge populista al resto de Occidente. El primer lugar donde puede manifestarse es aquí, en España, mañana. La victoria del Brexit claramente favorece a Podemos porque demuestra que incluso en países tan serios como el Reino Unido es posible que se imponga una rebelión contra el sistema. Y, si lo piensan, nuestra campaña electoral ha tenido algunas similitudes con la del referendo británico: lento pero constante auge de los populistas y el Partido Popular respondiendo a sus argumentos ideológicos con discursos casi técnicos, básicamente económicos y de nulo calado ideológico.
A todo ello podemos añadir que quienes han representado el progreso político, económico y social en los últimos cuarenta años de España, PSOE y PP, ya no están unidos frente a la amenaza populista. En el PSOE hay una corriente más que relevante que está dispuesta al pacto con Podemos desde cualquier resultado que obtengan mañana. Y de estos polvos del sistema pueden venir los lodos que nos ahogarán a todos. España, segunda estación de un viacrucis que recorre Occidente y frente al que estamos indefensos. La decadencia que genera el auge de un sistema es la más difícil de combatir. Es la que trae su caída.
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http://paralalibertad.org/la-hora-de-los-populistas/
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rev prensa dijo:
Después del ‘Brexit’: La conjura contra los necios
IGNACIO MOLINA – EL PAIS – 25/06/16
· La prioridad es conjurarnos contra quienes quieran importar la misma mercancía tóxica, xenófoba y provinciana.
Reino Unido se enfrenta a su más grave desafío desde la posguerra mundial; mayor incluso que el descenso a la segunda división del poder mundial marcado por la independencia de las colonias o la humillación de Suez, peor que el largo declive económico de los años setenta, que la pérdida de cohesión social que acompañó a la prosperidad del periodo Thatcher o que las tensiones centro-periferia traducidas en sectarismo (Ulster) y secesionismo (Escocia).
De hecho, casi todos los esfuerzos y logros alcanzados durante este tiempo para compensar o, al menos, disimular el impacto negativo de esos desarrollos se ponen ahora simultáneamente en riesgo: Londres pierde a partir de hoy influencia en las grandes ligas de la globalización con respecto a Washington, Pekín o Moscú, pero también frente a todos sus vecinos continentales. Por su parte, el fuerte golpe económico que las empresas y los trabajadores británicos sufrirán a corto y, al menos, a medio plazo está fuera de toda duda. Tampoco hay nadie que cuestiona que el delicado equilibrio territorial británico corre peligro y que tanto Escocia como Irlanda del Norte pueden plantearse hasta qué punto les conviene seguir unidas a una Inglaterra introvertida.
Pero el peor de los impactos es el antipático efecto que tiene el voto para la convivencia interna; no solo por esa especie de feo desquite con tintes nacionalistas y generacionales contra los más jóvenes y cosmopolitas sino, sobre todo, por ese material tan corrosivo sobre el que está construido en gran parte el resultado de ayer: una peligrosa mezcla de arrogancia, miedo y rechazo al extranjero. A los millones de inmigrantes que ya viven en las islas. Pero también a las ideas mestizas y a los valores universales moldeados en veintitantos idiomas, por países que hasta hace poco se hacían la guerra cada generación.
En efecto, salvo excepciones casi contadas con los dedos de una mano, quienes el jueves votaron abandonar la UE no estuvieron movidos por nobles ideales democráticos ni por la racionalidad, sino por otras fuerzas quizás comprensibles y hasta incluso legítimas, pero no por ello menos rechazables.
Hoy habrá muchos que conecten el resultado de ayer con la mala gobernanza europea de los últimos años (tecnocracia, rígida austeridad o pésima gestión de la crisis de refugiados) pero, por mucho que sea justo y necesario criticar a la UE de la última década, se equivocarán si piensan que el voto de ayer está causado por la peor Europa. No es cierto. La auténtica razón del Brexit es precisamente la mejor Europa: la de la libre circulación de personas, la de las soberanías compartidas y el pluralismo cultural, la que prefiere reglas trabajosamente consensuadas a supuestas superioridades de los parlamentos nacionales.
Por eso, en el grave momento presente, la prioridad no puede ser cargar más contra los defectos que sin duda tiene ese artificio milagroso y frágil que llamamos Bruselas. No, la prioridad es conjurarnos contra quienes quieran importar a los otros veintisiete la misma mercancía tóxica, xenófoba y provinciana que acaba de desenganchar al Reino Unido y que amenaza ahora con de-construir sesenta años de unión cada vez más estrecha.
Ignacio Molina. Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales.
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http://paralalibertad.org/despues-del-brexit-la-conjura-contra-los-necios/
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rev prensa dijo:
Después del Brexit, es la hora de Alemania, de Josep Piqué en El País
Sólo Berlín puede asumir el liderazgo para reconstruir el proyecto político europeo; los demás debemos apoyar, impulsar y comprometernos
Todos sabemos que la idea impulsora de la construcción europea fue algo tan “político” como el miedo. Los padres de esa construcción, horrorizados por la reciente historia europea de los setenta y cinco años precedentes (tres sangrientas guerras entre franceses y alemanes, que involucraron a buena parte del resto de Europa y a buena parte del planeta en las dos últimas), pensaron que era absolutamente necesario evitarlo de nuevo. Y con esa idea política, avanzaron, primero, poniendo en común lo que había valido para la guerra (el carbón y el acero) y luego avanzando en un Mercado Común. Y el eje vertebrador, como no podía ser de otra forma, fue lo que después hemos conocido como el Eje Franco-Alemán.
Y eso ha permitido avances muy sustanciales: en lo geográfico, pasar, nada menos, de seis a veintiocho; y en lo institucional y político, disponer de instituciones como el Consejo, la Comisión, o el Parlamento, y sobre todo, ir dotando de contenido político a la construcción europea, de manera que lo podemos expresar a través de la propia terminología que hemos estado usando: del Mercado Común, pasando por la Comunidad Económica Europea, a ahora, la Unión Europea. Sin adjetivos. Explicitando una clara voluntad de construir no sólo un proyecto económico, sino un proyecto político, con renuncias de soberanía de los Estados miembros, no sólo en la política comercial o en otras políticas comunes, sino en aspectos tan sensibles como la política exterior, la defensa, la justicia, o la moneda.
Y ello ha permitido crear realidades (no compartidas por todos, entre ellos el Reino Unido) como el euro y el BCE, o Schengen, que están en el epicentro del proyecto político europeo: asumir la libre circulación de personas y la ciudadanía europea, o renunciar a la política monetaria y el control del tipo de cambio. Y aceptar disponer de una política exterior común, un esbozo de política europea de Seguridad y Defensa, o un espacio judicial común, suponen avances sustanciales inimaginables hace casi sesenta años.
Y ahí el papel de Alemania ha sido siempre esencial. Asumiendo con humildad (no podía ser de otra forma después de Hitler) que el liderazgo político le correspondía a Francia, aunque tuviera un creciente poder económico. Y luego aceptando que eran un país dividido, probablemente por muchísimo tiempo, y que su posición debía ser inequívoca en cuanto a la integración en la defensa frente a la Unión Soviética, aceptando que su seguridad sólo podía estar garantizada por la OTAN y, básicamente, por Estados Unidos.
Y ese “Directorio dual” (Francia como motor político y Alemania como motor económico) mostró su eficacia hasta que la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana, lo ponen bajo cuestión.
Porque la reunificación generó grandes temores (“Europa ha sufrido tanto con una Alemania demasiado fuerte como con una demasiado débil”), y que se expresan en una famosa frase atribuida a Andreotti, que decía “quiero tanto a Alemania, que prefiero que haya dos…”. Y la respuesta del entonces Canciller alemán, Helmut Köhl fue muy clara: “No se preocupen, jamás van a volver a tener una Europa alemana, porque van a tener una Alemania europea”. Y esa respuesta tenía argumentos reales: desde los fondos estructurales al euro. Y la integración rápida de Europa oriental tuvo mucho que ver con esa confianza en la honestidad de la posición alemana.
En cualquier caso, todo ello (la reunificación y la ampliación al Este) han desequilibrado el eje franco-alemán. Alemania es mucho más fuerte y, además, en paralelo, Francia ha ido perdiendo relevancia, más allá de la “escenografía”.
Y esta realidad lleva a una conclusión: sólo Alemania puede asumir el liderazgo para reconstruir el proyecto político europeo. Los demás, incluido España, no tenemos capacidad para ello, salvo apoyar, impulsar y comprometernos, y Francia no puede, aunque quisiera. Alemania sí puede, sobre todo si compromete, además de a otros países, a las instituciones comunitarias (Consejo, Comisión y Parlamento). Pero, además de poder, debe querer hacerlo. Y aunque la palabra “líder” tiene una traducción al alemán que mejor no recordar (Führer), necesitamos como nunca el liderazgo de Alemania. Sin él, el proyecto político federal europeo está condenado irreversiblemente a desaparecer.
Josep Piqué es exministro de Industria y exministro de Asuntos Exteriores
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http://www.caffereggio.net/2016/06/25/despues-del-brexit-es-la-hora-de-alemania-de-josep-pique-en-el-pais/
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rev prensa dijo:
Un Gobierno para el “momento populista”, de José Antonio Zarzalejos en El Confidencial
Provoca malestar intelectual –por la mediocridad del discurso político- que a lo largo de la campaña electoral ya felizmente concluida, los partidos y sus líderes no hayan planteado la hipótesis del Brexit. Con imprevisión o con ignorancia, ninguno de los contendientes ha avisado de que, quizás, tendríamos que acudir mañana a las urnas azotados por la galerna económica, y, sobre todo política, de la marcha del Reino Unido de la UE.
Ninguno tampoco ha recordado a los electores las consecuencias para grandes empresas españolas instaladas allí (Santander, Telefónica, Iberdrola, Ferrovial…), del impacto sobre el turismo, sobre nuestras importaciones y exportaciones. Y menos aún sobre la significación sentimental e ideológica –también generacional– del abandono británico de la Unión Europea.
La extrema pobreza de la campaña –seguramente porque la apuesta por el ‘remain británico’ se daba por ganada– queda contrastada con la decisión colectiva de los británicos de abandonar la nave europea.
Es verdad que el Reino Unido se mantenía en un europeísmo anfibio (fuera del euro y al margen del acuerdo de Schengen) y que en febrero de este mismo año, la Comisión Europea acordó con Londres condiciones de permanencia todavía más favorables para el Reino Unido. Aunque se suponía, como lo hicieron los mercados y las bolsas el pasado miércoles, que el Brexit sería derrotado, una mínima prudencia, aconsejaba introducir en el temario de la campaña este asunto, especialmente por lo que implicaba de crecimiento –puede decirse que espectacular– del populismo nacionalista, supremacista y xenófobo de las clases medias bajas, de los jubilados y de los agricultores especialmente de Inglaterra.
Como advirtió Chantal Mouffe –y aquí lo reflejé en el primer ‘post’ de este blog de campaña– nos estábamos aproximando al “momento populista”. El Brexit es puro populismo, pura reacción de desencanto y de frustración, pura erupción de nacionalismo aislacionista y pura xenofobia, es decir, rechazo -¿odio?- al inmigrante y miedo cerval a perder los modos tradicionales de vida en el mundo occidental amenazados por “el otro” y por causas endógenas a las sociedades europeas, menos dinámicas, demográficamente recesivas y culturalmente perplejas.
Y el populismo es transversal: aunque domina el de derechas en Europa (el listado de partidos ultras en el Viejo Continente resulta escalofriante), no estamos libres del de izquierdas. El ejemplo no es solo el del ya dócil Tsipras en Grecia, sino otro más lacerante y escandaloso: el de Jeremy Corbyn, líder del partido laborista británico, que ha arrastrado los pies durante toda la campaña contribuyendo objetivamente al resultado de la madrugada de ayer.
España vota en este “momento populista” y de las urnas va a salir una plural fragmentación del Congreso de los Diputados. Si antes del Brexit la clase dirigente ya tenía motivos suficientes para no seguir asfixiando al país con su incompetencia, el lunes tiene otros más para llegar a un pacto de gobierno lo más amplio posible, en respuesta también a la transversalidad del populismo que se alza como una alternativa demagógica e inútil a la democracia representativa.
Se trataría, no de un Gobierno retraído y defensivo, sino reformador, con ambición de proyección exterior y recuperación de las franjas centrales –sociales y generacionales– de una España que podría, de lo contrario, localizarse en un territorio mucho más comprometido del que se situaba al inicio de la crisis económica. En plena tempestad económica y en el ojo de un huracán ideológico que amenaza con dispersar las referencias más sólidas, necesitamos un Gobierno de amplio espectro, de formación rápida, con un programa reformador que resetee un país al que la crisis económica y la institucional ha dejado colgado de la brocha y con el populismo de peor jaez aporreando el portón de entrada.
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http://www.caffereggio.net/2016/06/25/un-gobierno-para-el-momento-populista-de-jose-antonio-zarzalejos-en-el-confidencial/
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rev prensa dijo:
La derrota de los eurócratas
Javier Fernández-Lasquetty en LD, 250616.
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Creo que es una mala noticia para el Reino Unido, que en un primer momento probablemente sufra una fuerte crisis. Lo esperable es que esa crisis sea corta y no deje huellas profundas, salvo que los británicos cometan el error de entrar en una corriente de proteccionismo y de subvenciones a las empresas locales, o si se plantean de nuevo con fuerza los desafíos centrífugos de Escocia y de Irlanda del Norte. Si los británicos evitan esas dos tentaciones saldrán airosos de esta situación.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.
Si hay que buscar derrotados, búsquenlos en los largos pasillos de la Comisión Europea. Si hay que encontrar fracasados, los pueden ver sentados a ambos lados del hemiciclo del Parlamento Europeo. Si hay que señalar culpables, están en todos los medios de comunicación, ONGs, lobbys y demás rent-seekers que llevan décadas predicando las bondades del federalismo europeo mientras extienden la mano para cobrar las subvenciones que salen del bolsillo del contribuyente europeo.
Nadie rechazaba las instituciones europeas cuando se trataba un Mercado Común o una Comunidad Económica. Ni siquiera los británicos. Ni siquiera Margaret Thatcher, como cuenta ella misma en sus memorias. Fue a partir del Tratado de Maastricht cuando, capitaneados por un socialista elitista como Jacques Delors, se fue extendiendo entre las élites políticas y periodísticas europeas la asombrosa tesis de que el rechazo al poder creciente de Bruselas se vencería con «más Europa», como anteayer mismo decía Margallo, uno de los que cree en esa mística del corazón de Europa.
Es esa forma de malentender Europa la que se ha hecho odiosa. La que ha intentado varias veces imponer una Constitución Europea que Zapatero forzó ridículamente que se votara en España. La que acumula poder sin responsabilidad. La que desprecia lo que llaman «la Europa de los mercaderes», sin darse cuenta de que esa es la verdadera Europa: la de la libertad para que las personas se muevan y lleven adonde quieran sus ideas, sus servicios, sus productos y los bienes de su propiedad. Esa es la Europa que merece la pena, la que sirve eficazmente para evitar que las guerras se repitan, la que representa lo mejor de la gente: su libertad para decidir y para responsabilizarse de su propio futuro.
No creo que el Reino Unido vaya a romper su condición de mercado libre, ni tampoco creo que la Unión Europea vaya a levantar barreras en el comercio con las islas. Si uno u otra lo hicieran se cometería un error catastrófico.
Pero el voto que ayer pronunciaron los británicos va a tener muchas consecuencias. Y la primera, y la peor para España y para el resto de Europa, es que nos han dejado solos, a merced del gentil monstruo de Bruselas.
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http://www.libertaddigital.com/opinion/javier-fernandez-lasquetty/la-derrota-de-los-eurocratas-79373/
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rev prensa dijo:
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rev prensa dijo:
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http://www.elconfidencial.com/economia/2016-06-25/brexit-espana_1222956/
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rev prensa dijo:
Reino Unido, ensayo general para la ¿inevitable? desaparición de la UE
Es momento de más Unión, de una aceleración radical del proceso que convierta a la UEM en lo que siempre aspiró. Si no, la Europa que soñaron sus fundadores se irá por el desagüe
S. MCCOY en El Confidencial, 250616.
Ha ganado el Brexit.
En contra de lo que anticipaban las últimas encuestas.
Y lo ha hecho por la suma de cuatro sorprendentes factores:
una irresponsabilidad política motivada más por un éxito local, referéndum de Escocia, o por el interés electoralista, frenar a las fuerzas nacionalistas, que por un mínimo convencimiento de su conveniencia por parte del instigador, David Cameron;
una incapacidad práctica de vender a los indecisos y a las zonas rurales, cuyo voto ha sido dirimente, las bondades no ya de la permanencia de Reino Unido en la UE en su configuración actual, sino el día después tras unas negociaciones con Bruselas que rompían el café para todos y situaban a las Islas en una posición aún más ventajosa en caso de quedarse;
una absurda indiferencia de la City, capaz de ejercer una presión en la opinión pública brutal a la que absurdamente ha renunciado pese a ser su futuro lo que estaba en juego por contemplar el evento, casi hasta el final, como una suerte de ‘cisne negro’, suceso de escasa probabilidad real de materialización;
un convencimiento generalizado con el paso de los meses, no solo entre los ingleses sino en el conjunto de Europa, de que el proyecto comunitario es ingobernable en su configuración actual y que la cesión de poderes a organismos supranacionales no supone una defensa del interés colectivo sino del particular de algunos de sus miembros, algo sobre lo que escribimos hace bien poco en esta misma columna.
De esos barros vienen estos lodos que traban las ruedas del carromato europeo y lo sitúan en la encrucijada al abrir la caja de los truenos de una manera que puede ser casi definitiva.
Aun con su importancia en términos económicos o financieros, Reino Unido no dejaba de contar con un estatus propio en la Unión Europea que le llevaba a conservar su propia moneda y a disfrutar de una serie de excepciones adicionales. No ocurre lo mismo con el resto de los estados que pueden estar planteándose consultas similares en su territorio, algunos de ellos miembros señeros de la Vieja Europa.
Lo verdaderamente relevante de lo sucedido anoche es que el pueblo, ninguneado las más de las veces en el proceso de construcción de la idea europea, ha hablado. Y, en contra de lo que ha sucedido en otras ocasiones en las que su veredicto se ha quedado en papel mojado frente a un supuesto interés superior, caso del Tratado de Lisboa, no hay opción de soslayar su opinión. Desde hoy mismo se inicia el proceso de ruptura en la costa oeste del Canal de la Mancha.
A partir de aquí, el referéndum se convierte en arma electoral para el resto de fuerzas de corte nacionalista o populista, esas que van ganando peso en la región de forma acelerada. Si los ingleses lo han hecho…. ¿por qué nosotros no? Una consulta en Francia o en Italia supondría dinamitar los cimientos de la UE de una vez y para siempre, en un proceso que se antoja difícil pero no imposible y en el que jugarán a favor de los impulsores dos características propias de su acción: el victimismo y la tergiversación, por una parte, y la venta al elector de una Arcadia feliz, por otra. La salida de la moneda común de cualquiera de ellos sería la puntilla definitiva a un sueño en el que, cierto es, los ingleses aparecían siempre a la hora del té.
Las democracias dan el poder al pueblo en la presunción de que éste cuenta con el criterio suficiente como para saber qué es lo más conveniente para su propio presente y futuro. Hay dos condiciones previas: preparación del electorado, que los distintos partidos, en defensa de su propio interés, se han encargado de rebajar; y visión del mañana, cada vez menos habitual en una sociedad en la que solo parece importar el corto plazo. Ande yo caliente… Esa deshumanización del voto, que se convierte en instintivo sobre la base de estímulos inmediatos, invita a temerse lo peor.
Es la sociedad que estamos creando por abandonar, precisamente, los valores que configuraron Europa.
Aún hay un camino si se quiere eludir lo que se antoja inevitable: es momento de más Unión y no menos, de una aceleración radical del proceso que convierta a la UEM en lo que siempre aspiró a ser. Pero nos tememos que no hay liderazgo, ni talento, ni ganas. Y, siendo así, solo cabe esperar en la cuneta a que alguien remolque a Europa al desguace. Mientras, la volatilidad se instalará en los mercados de una manera casi definitiva. Porque, o se actúa desde las instituciones comunitarias con contundencia, o el problema irá a más, a mucho más, y no a menos… Estén preparados.
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http://blogs.elconfidencial.com/mercados/valor-anadido/2016-06-24/reino-unido-ensayo-general-para-la-inevitable-desaparicion-de-la-ue_1222417/
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rev prensa dijo:
La petición de segundo referéndum #Regrexit en la coña el cameronendum
Supongo que todo el mundo lo ha visto en Twitter, o en algún periódico. Y que no le ha hecho ningún caso. Suena a broma.
Pero las bromas con dos millones de firmas en menos de 48 horas ya no son tanta broma. 2,119,901 ahora mismo. Y el caso es que atascaron el sistema. Nunca había habido tal avalancha
He estado cotillenado, y me ha parecido muy curioso. Es un sistema dentro de la web del parlamento.
https://petition.parliament.uk/
Cualquiera puede iniciar una petición. Y se hace disponible en la web para que la firme quien quiera. La petición se mantiene “viva” (se puede firmar) durante seis meses.
– Si alcanza 10.000 firmas, el gobierno se obliga a contestar por escrito, con las consideraciones que crea oportunas. En el año largo que lleva funcionando ya ha respondido a 234 peticiones.
– Si la petición consigue 100.000 firmas, se considerará para debatirla en el parlamento. Supongo que lo decide una comisión parlamentaria, que responde con su decisión. De momento ya han sido debatidas 27 peticiones en el pleno. Y 10 más alcanzaron también las 100.000 firmas, pero fueron rechazadas para debate. Cinco están actualmente a la espera de debate (o rechazo) [–>].
Entre ellas la que nos ocupa. La que llaman #Regrexit, que ha batido todos los récords de firmas, de largo. De muy largo. La petición va así:
We the undersigned call upon HM Government to implement a rule that if the remain or leave vote is less than 60% based a turnout less than 75% there should be another referendum.
La gente no se la ha tomado en serio por motivos que parecen obvios. A toro pasado, no me vengas con vainas. Estaría bueno cambiar las normas después del referéndum.
Pero … ¿cuáles son las normas? ¡No hay! El referéndum es “consultivo” en el Reino Unido. Como aquí. Y es verdad que a nadie se le ocurre que el gobierno tenga huevos para rechazar el resultado del referéndum, pero no es una petición de rechazo del referéndum. En realidad es una petición de mayoría reforzada, y en la versión más suave que cabe imaginar. Simplemente repetirlo, si la mayoría no es “clara”.
Es sutil. Muy difícil, pero sutil. Y aceptarlo sería reconocer la formidable cagada del gobierno. No haber exigido unos mínimos reforzantes de la decisión. No haber subido el listón, como se hace normalmente en las cuestiones constitucionales. Y esta lo es, figure no en una constitución escrita.
Por otra parte Cameron ya está en el basurero de la historia. No tiene nada que perder, y podría -tal vez- sacar un poco de la gamba que ha metido.
Hmmm …
Vale, yo no lo creo. No creo que ocurra. Pero morbo, tiene un morbo de cojones.
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https://plazamoyua.com/2016/06/25/la-peticion-de-segundo-referendum-regrexit-en-la-cona-el-cameronendum/
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rev prensa dijo:
La primavera de los patriotas, de José Antonio Zarzalejos
en La Vanguardia el 26 junio, 2016
El Reino Unido abandona la Unión Europea pese a las ventajosas condiciones conseguidas por su Gobierno para su permanencia en el Consejo Europeo del pasado 19 de febrero. Lo hace con criterio dividido: Londres, Escocia e Irlanda del Norte contra la Inglaterra profunda y el ruralismo de Gales. Ha ganado el peor nacionalismo supremacista inglés. David Cameron se ha comportado como un completo irresponsable, según calificación adecuada del periodista y escritor John Carlin, porque el referéndum británico del jueves “obedeció no a las necesidades de la nación, sino, en primer lugar, al imperativo de responder a un sector militante dentro de su partido conservador que detesta el vínculo con la UE. No fue una respuesta a un clamor popular, como por ejemplo lo fue el referéndum sobre la independencia de Escocia (…), sino un cálculo político interno”. ( El País, 20/VI/2016). El mismo adjetivo sobre el dirigente tory utilizó en La Vanguardia (18/VI/ 2016) Paul Preston, director del Centro de Historia de España de la London School of Economics, expresando la generalizada idea de que Cameron es un tipo frívolo y, más que audaz, temerario.
El ya dimisionario, en diferido, primer ministro británico supuso que sus conciudadanos iban a considerar la cuestión desde su perspectiva económica e histórica. Sin embargo, los brexiters han resultado emerger de las emociones nacionalistas, eurofóbicas y hasta xenófobas. Lo advertía con lucidez, además del ya citado John Carlin, sir John Elliott: “La UE nos ha privado, e irá privándonos cada día más, de nuestra soberanía nacional (…) En mi opinión, este argumento es en gran parte sentimental, pero tiene gran fuerza entre mis compatriotas. Yace en el sentido de nuestra identidad como una isla-nación separada del continente por mar (…) En el fondo se trata de una Inglaterra que ya no existe (…) Entiendo la fuerza del argumento, pero no lo comparto. La época de la soberanía nacional ya ha pasado” ( Abc, 12/VI/2016). Y el escritor Ian McEwan fue más duro: “Las ideas políticas de quienes encabezan la campaña del Brexit parecen estrechas, mezquinas y confusamente emocionales” ( El País, 21/VI/2016).
Basten las citas anteriores para acreditar que Cameron ha musculado arbitrariamente el populismo reactivo en su país y en Europa entera. Hasta el punto de que la extrema derecha europea –aún con el cadáver de Jo Cox por inhumar– se reunió en Viena el pasado día 17 para, bajo la batuta de la francesa Le Pen y del austriaco Norbert Hofer, y con el lema “La primavera de los patriotas”, apoyar al UKIP británico, pero también a los sectores del Partido Conservador que han apostado exitosamente por el Brexit. Siete partidos ultras reivindicaron allí una “Europa de las naciones” y la “libertad del pueblo”, abominaron del TTIP con Estados Unidos, pidieron la defensa “frente a las grandes multinacionales” y reclamaron una “democracia directa” a la suiza. Parece que suena a populismo de izquierdas –y podría serlo– pero el prontuario de argumentos los desgranó la crema y nata de derechas en Europa que es más potente que el “progresista” cercano al de un Jeremy Corbyn, líder laborista que no ha manifestado entusiasmo precisamente por el Remain. En septiembre del 2015, recién elegido como jefe de filas del laborismo, Pablo Iglesias publicó un artículo en The Guardian titulado “Bienvenido Jeremy Corbyn, caminemos juntos”, que se republicó en El País con otro titular más del gusto narcisista del político español: “¿Por qué todos hablan del Pablo Iglesias británico?”. A Iglesias le parecía “paradójico, incluso irónico, que muchos comparen a un veterano laborista como Jeremy Corbyn con nosotros. Y sin embargo, tienen toda la razón en hacerlo”.
¿Se salva España, y dentro de ella Catalunya, de esta “primavera de los patriotas”? No es seguro. El populismo izquierdista –pongamos el de Syriza– fue en su momento tan explosivo, a escala, como el británico lo es ahora y anida de alguna forma en Podemos. En Catalunya converge la CUP –anticapitalista y antieuropea, secesionista– con segmentos políticos instalados en la alternativa de los “comunes”. No podemos sustraernos a la agitación ultra –aunque sea desde la otra orilla del extremismo–, a esta convulsión tan confusa y reactiva. La patria para el populismo es otro “significante vacío” que en el Reino Unido se ha rellenado con hooliganismo inglés (no británico). El referéndum del jueves, uno de los artefactos democráticos que hay que sacar del arcón en caso de extrema y definitiva necesidad, ilustra sobre los destrozos que puede causar situar a una sociedad ante un dilema en el que el peso de los sentimientos sea inevitablemente mayor –y sobre todo, menos complicados de procesar– que los argumentos reflexivos y sosegados.
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http://www.caffereggio.net/2016/06/26/la-primavera-de-los-patriotas-de-jose-antonio-zarzalejos-en-la-vanguardia/
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rev prensa dijo:
Ingleses
JON JUARISTI – ABC – 26/06/16
· Me apena que los británicos abandonen la UE, pero los comprendo.
EL referéndum me ha pillado en Oxford, enseñando a mi hijo menor lo que es una universidad seria, con la guía inestimable de Juan Pablo Fusi y de Eva Rodríguez Halfter, que fueron allí estudiantes y profesores. Mi hijo tiene la misma edad que la que yo contaba cuando, hace cincuenta años, en junio de 1966, llegué por vez primera a Inglaterra. Él la ha visitado ya unas cuantas veces y su inglés suena bastante mejor que el mío. Sin embargo, no creo que sus repetidos encuentros con el país le hayan deparado una emoción tan intensa como la que yo experimenté a mis quince, aquel verano de hace medio siglo.
Aquí podría insertar el tópico, no del todo falso, de la anglofilia de los bilbaínos, que sólo resultaría enteramente sostenible en el caso de unas clases altas desaparecidas hace mucho tiempo. La clase media de mi ciudad natal no se distinguía demasiado de la de las otras partes de España, cuyos vástagos estudiaban francés pero leían literatura juvenil inglesa, según lo han testimoniado miembros tan variados de mi generación como Fernando Savater, Andreu Martín o Luis Alberto de Cuenca. También yo llegué a mi adolescencia con el alma trabajada por Guillermo Brown.
Sin embargo, mi contacto inicial con Inglaterra pasa por dos películas estrenadas por entonces y que vi durante mi primera semana en Londres, acompañado por una prima mía ya instalada en la ciudad: «Doctor Zhivago», de David Lean, y «The Sound of Music» (Sonrisas y lágrimas), de Robert Wise. Aun siendo el musical americano y con sello de Broadway, su protagonista era británica a más no poder, tanto como Julie Christie, la Lara de Zhivago. Y lo que me conmovió, como cinéfilo en ciernes, fue lo convincentes que parecían los británicos haciendo de rusos y de austríacos. No sólo las dos Julie, sino Sir Alec Guinness, o los hoy menos recordados Tom Courtenay (Strelnikov!) y Rita Tushingham, que se habían fajado en el teatro de los angry youngmen. Lo que demostraba a mi juicio (y no he cambiado de opinión) que los ingleses son una nación poco dada al nacionalismo.
Aclaro: los ingleses, no los británicos en general. Los de la Celtic fringe tienden al irredentismo crónico, aunque ahora, con el oportunismo que los caracteriza, vayan de europeístas radicales. Los resultados del referéndum en Inglaterra muestran una división más que razonable en dos mitades. O sea, una recuperación del bipartidismo tradicional decantado esta vez hacia el conservadurismo, pero no al estilo de Cameron, sino al del filósofo conservador Roger Scruton o al del historiador Adrian Hastings, que han defendido la antigüedad de la nación inglesa frente al modernismo de la izquierda. La izquierda no cree en naciones antiguas. Sostiene que las naciones son un invento de la burguesía y, por tanto, superables por el socialismo internacionalista que cabalga de nuevo, dialécticamente, sobre la globalización compulsiva. El resultado del referéndum (inglés, insisto) prueba que la cosa no es tan sencilla.
Me gustaría pensar que también España es una vieja nación, como dice Rajoy, y no exclusivamente por sus achaques y sus tendencias atávicas al despiporre. Pero en fin, escribo esto tras regresar a casa en un típico vuelo de vergüenza en nuestra compañía aérea más emblemática, con tres horas de retraso, la cabina hecha una pocilga, sin conseguir que te sirvan un vaso de agua y oyendo cómo la tripulación echa la culpa de todo a los británicos. Así vamos a conseguir que vuelvan. O como nuestro ministro de Exteriores en funciones, amenazando con aprovechar la coyuntura para tomar el Peñón. Todo antes que preguntarse por los motivos profundos de la catástrofe.
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http://paralalibertad.org/ingleses/
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