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El Ministerio de Cultura de Iceta promueve el catalán en Aragón con una insólita cuña radiofónica

La grabación habla del «aragonés, el catalá, y el castellano» como «las tres lenguas de Aragón» en una comunidad donde solo el 2 % hablan el primero y el 5 % el segundo, respectivamente

Mario de las Heras en El Debate, 280922

Cualquiera diría, tras escuchar la insólita cuña publicitaria radiofónica firmada por el ministerio de Cultura y Deporte, que «las tres lenguas de Aragón» gozan de un uso generalizado o al menos proporcional entre los aragoneses. Pero la realidad es que solo el 2 % de los habitantes de la Comunidad habla el aragonés, y solo el 5 % habla el catalá (como se refieren en perfecto acento en la grabación). Atentos:

Un uso de estas lenguas, además, que no se encuentra extendido sino focalizado como «lengua propia de los valles pirenaicos, desde el Esera hasta Ansó, y de las zonas prepirenaicas y somontanos altoaragoneses», en el caso del aragonés, y como «lengua propia de las zonas limítrofes con Cataluña, desde la Ribagorza hasta la parte del Bajo Aragón turolense, pasando por la Litera, el Bajo Cinca y el Matarraña», en el caso del catalán, según el Boletín Oficial de las Cortes de Aragón.

El aragonés y el catalán sin carácter oficial

Una «franja dialéctica», esta última, a la que se dio reconocimiento legal con la Declaración de Mequinenza de 1984 con la intención de proteger la lengua, dándole la posibilidad de ser impartida como asignatura optativa en las escuelas. Un estudio de las Cortes aragonesas en 1997 hizo explícita alusión a la existencia de tres lenguas en Aragón, que a tenor de su literalidad es lo que ha debido servirle a Iceta para animarse a dar el sí a tan sectaria y en esencia falaz cuña patrocinada por su ministerio.
Fue el socialista Javier Lambán, presidente de Aragón, quien recuperó en 2015 la Ley de Lenguas de 2009, donde se definía a los idiomas aragonés y catalán como «lenguas propias originales e históricas» sin declaración de oficialidad, lo que sin embargó empezó a generar una polémica hasta entonces inexistente, pues más del 80 % de los aragoneses rechaza una absurda, y sin embargo posible, cooficialidad del catalán en Aragón promovida por el PSOE, que ahora Iceta intenta meter con radiofónico calzador.

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El Gobierno bajará del 21% al 4% el IVA de la prensa y libros ...

Revista de de opinión en prensa

•••Meloni, este lunes, tras ganar las elecciones en Italia.
Meloni, este lunes, tras ganar las elecciones en Italia.AP

Votan mal

En Alemania, los votantes sienten desafección tanto por el CDU como por el SPD porque sienten que tanto la izquierda como la derecha han vendido su bienestar

Emilia Landaluce en El Mundo, 280922

NADIE sabe qué va a hacer Giorgia Meloni. Lo único evidente es que ni lo de su foto presumiendo de melonis ni los pescozones de Ursula Von der Leyen a los italianos para que votaran bien han servido para desmovilizar a su electorado. Ni para que sus críticos tuvieran alguna ilusión en sus rivales.

Es natural. De momento, la única alternativa que ofrecen a su populismo (definido a la clásica como la reacción del pueblo contra las oligarquías que mandan) es que los ancianos se pelen de frío en invierno y que solo nos duchemos una vez al día. (O una vez a la semana si nos restregamos con una toallita, como recomendaba un político alemán).

Las oligarquías, esas élites, han mandado tan mal (recuerden los bailecitos ridículos en el Parlamento Europeo) que no es de extrañar que la gente empiece a «votar mal». El populismo, dice CAT, es la venganza de la realidad contra lo políticamente correcto.

¿Acaso no ha resultado más populista que Merkel cerrara las centrales nucleares por unas elecciones regionales? ¿O el sí, sí, sí hasta el final o la ley trans de Irene Montero? Por eso no es de extrañar que las izquierdas de todos los partidos (también los de la derecha) hayan dejado de pensar que ya no merece la pena votar.

En Alemania, las desafección por el CDU y el SPD es total porque consideran, con razón, que los dos partidos, como los verdes, han vendido su estado de bienestar y su industria persiguiendo el paraíso 2030 y ahora Putin tiene a la UE agarrada por el gaseoducto.

¿Y qué me dicen de las granjas clausuradas en Holanda? ¿O los millones de toneladas de naranjas que no se han recogido en los campos españoles porque salía muy caro? Y al mismo tiempo, seamos populistas, en plena carestía de trigo, tenemos al mayor terrateniente del mundo cultivando para hacer una carísima carne vegetal.

Podría plantar trigo y en efecto, combatir el hambre en el mundo. (El lunes se desmintió que el Gobierno donase 130 millones a la fundación de Bill Gates. Al parecer, el dinero era para que Global Fund luchara contra el sida. Por eso se hicieron la foto).

La conclusión es simple. Si les tratan como a niños, los ciudadanos votarán como niños. Si gobiernas populista, es normal que los ciudadanos también voten populista.

No sé a quién le ha podido sorprender lo de Italia. Pese a los melonis. Y las sandíis.

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Giorgia Meloni.
Giorgia Meloni.Cecilia FabianoAP

Todos en vilo, ¡ar!

Giorgia Meloni fue la ministra más joven con Berlusconi; cierto, no tan brillante como Irene Montero, briosa defensora de la pederastia a la que quieren matizar lo que ella no matiza

F.J.Losantos en el Mundo, 380922

DICE LA banda de Indra, antes Prisa, que «la Unión Europea está en vilo» tras la victoria de Meloni en Italia. Recuerda su portada tras el 11-S: «El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush». No «estremecido por tres mil asesinados en las Torres Gemelas», sino «en vilo» por la posible respuesta. Para la izquierda progre, matar americanos o judíos es normal; lo malo es que se venguen. Y lo que tiene «en vilo» a los migueles Barroso y Contreras, a los que Sánchez ha regalado ilegalmente Indra, para tapar su deuda y poder comprarle Mediaset a Berlusconi, no es que se vote en Italia, sino que no ganen partidos como los de Otegui, Junqueras, Oltra, Garzón o el que creó Venezuela y pagaba Irán, socio de Gobierno con Sánchez.

Para los prebendarios de Falconetti, bienvenida sea la ETA, porque integra en la democracia a los asesinos sin arrepentir. Pero Meloni, que en su lejana juventud estuvo en el MSI de Fini, que integró en la democracia a los nostálgicos de Giorgio Almirante, mal, muy mal. Nostálgicos activos del gulag que se niegan a condenar a Putin, como medio Gobierno español, bien, muy bien. «Dios, Patria y Familia», mal, muy mal, y aunque Meloni condene a Putin, fatal. Y sus socios, peor. Salvini ya ha gobernado Italia con la extrema izquierda y ahí sigue la República; y bajo la careta de goma de Berlusconi hay alguien que gobernó muchos años cuando los alemanes dejaban votar a los italianos, e Italia sigue en la UE. Pero el amo de Telecinco, concesión del PSOE, es un corrupto, dicen los griñanes. Un peligro para la democracia, añaden los creadores de los terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos. Otro fascista, matizan los devotos de Caracas y La Habana.

En la más estricta legalidad italiana, Meloni fue la ministra más joven de Berlusconi. Cierto, no tan brillante como Irene Montero, briosa defensora de la pederastia a la que algunos quieren matizar lo que ella no matiza. Algo hará bien Meloni para que le voten, dirá alguien. Otro facha.

Lo peor del triunfo de Meloni ha sido la reacción de Ursulini Von der Führer. «Vigilaremos», ha dicho, con ese rictus racista que se les escapa al este del Rin. «We’ll see», amenazan al tercer país de la UE los que han entregado la energía de la UE a Putin y están hundiendo con su fanatismo climático la economía europea. ¿Y Sánchez, el socio de los chicos de la gasolina y los hijos del gulag? Todos en vilo a la espera del Falcon, que, como el de Al Gore, nos salvará.

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Entrevista de Xabier Fortes a Pedro Sánchez en TVE.
Entrevista de Xabier Fortes a Pedro Sánchez en TVE.

Añoranza de Sacaluga

Los socios de Gobierno se han entendido para incentivar la dimisión de José Manuel Pérez Tornero, puesto ahí con el beneplácito del PP en los tiempos de Casado

Santiago González en El Mundo, 280922

Hay en el socialismo dos tendencias respecto a TVE: una que les lleva a tratar de hacerse con ella para manipularla y servir al personal la información o como quiera que la llamemos como una papilla fácil de tragar y de digerir.

La otra es la nostalgia de Miguel Ángel Sacaluga, líder natural del comando Rubalcaba, definido por Julio Anguita como «un equipo de fontaneros y periodistas encargados de intoxicar, censurar, teledirigir y crear atmósferas político-informativas que paliasen o derivasen hacia otros objetivos los errores, delitos, acciones gubernamentales derechizadas y escándalos de la época felipista». Rubalcaba, sí, el añorado Rubalcaba.

El comando Rubalcaba o Sacaluga controlaba la información que se transmitía desde TVE a la sociedad sobre el escándalo de los GAL, los fondos reservados, los procesamientos de algunos ministros y sus condenas.

Cómo no iba a haber añoranza de Sacaluga, el tío al que María Antonia Iglesias, jefa de Informativos, envió con una cámara a la cárcel de Alcalá Meco para entrevistar a Julián Sancristóbal, entrevista que abrió los dos telediarios del 18 de enero de 1995 con una denuncia de la conspiración dirigida por el juez Garzón contra Felipe González.

El último escándalo de la casa es la herencia de Rosa María Mateo, una señora que no tenía más mérito que el de ser una buena locutora: ni era buena periodista ni estaba capacitada para dirigir una empresa de 6.000 trabajadores. Los socios de Gobierno se han entendido para incentivar la dimisión de José Manuel Pérez Tornero, puesto ahí con el beneplácito del PP en los tiempos de Casado.

La causa más inmediata fue la ridícula audiencia conseguida por la entrevista de Xabier Fortes a Pedro Sánchez, rematada con aquel infame «bueno, muy bien, ¿no?». Un 5,9% de cuota de pantalla, 787.000 espectadores, menos audiencia que First Dates en la Cuatro. Bolaños se incendió con el dato y llamó a Tornero.

A ver qué iba a ser eso. ¿Era Pérez Tornero del PP? No padre, no hay nadie en televisión sospechoso de cercanía al PP, pero todos los datos apuntan hacia el desastre. Quieren remontar audiencias con un programa millonario de Julia Otero.

Ya lo intentaron el sábado pasado con el estreno de un programa de Javier Sardá justo al terminar el partido de España contra Suiza. Pasamos de 3.237.000 espectadores, un 28,6% de cuota de pantalla con el fútbol, a 912.000 (un 11,6%) con Sardá. ¿Julia Otero? No sé, no sé.

Ayer conocimos un comunicado del Consejo de Informativos, duro, ma non troppo. Ah, el considerando final de que «esta redacción no se vistió de negro en su día para presenciar, sin más, que corremos el riesgo de volver a la casilla de salida».

Lo de los viernes negros les parecía bien, pero no habían formulado ni una protesta en casos muy señalados de manipulación. Por ejemplo, el 15 de febrero de 2006, cuando se metió un fotograma de Mariano Rajoy en medio de una información sobre torturas en la cárcel de Abu Grahib. O el 28 de febrero del mismo año, cuando se metió una imagen de Rajoy de dos segundos durante la información del suicidio de un etarra, colgado en su celda de los cordones de sus zapatos.

O el 8 de junio cuando en los desayunos de RTVE se metió una imagen de Acebes en una información sobre los vuelos clandestinos de la CIA. Bueno, nuestra televisión pública ya está a punto para que se la regalen a Pablo Iglesias.

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Italia: ¡Que viene el lobo!
Ilustración de Raúl Arias [España, 1969] para el texto

Italia: ¡Que viene el lobo!

El autor analiza los resultados de las elecciones en Italia y concluye que el propio devenir del resto de partidos, unido a una abultada abstención, ha sido determinante en el ascenso de la formación de Meloni

Matteo Re en El Mundo, 280922

TRAS LA contundente victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas del pasado domingo, primera mujer por cierto en conseguirlo en el país transalpino, hecho que ha pasado a segundo plano debido al posicionamiento ideológico de su partido, y una vez recuperados de la borrachera electoral, es el momento de analizar los motivos de tan holgado éxito.

Llevarse las manos a la cabeza y gritar al cielo que ha vuelto el fascismo puede ser un ejercicio necesario para algunos, incluso sugerente a cien años exactos de la Marcha sobre Roma, primer acto del régimen de Mussolini; sin embargo, acaba reduciendo el debate, una vez más, a la vieja cuestión sobre la polarización entre fascismo y antifascismo.

En Italia, cada vez que el bloque de derechas se acerca peligrosamente al poder la oposición progresista esgrime el peligro de una posible vuelta al totalitarismo, confiando en que ese discurso pueda todavía tener algo de gancho, pero olvida presentar un programa atractivo y, sobre todo, articular una estrategia ganadora.

Según esta interpretación, fascista fue Silvio Berlusconi cuando ganó sus primeras elecciones en 1994, y de extrema derecha su partido, Forza Italia; fascista fue Matteo Salvini cuando gobernó en 2018, y de extrema derecha su partido, la Liga; fascista es Giorgia Meloni, hoy al frente de un partido de extrema derecha.

La reiteración del mismo mensaje en escenarios diferentes puede debilitar el mensaje en sí y hacer que pierda credibilidad. Si todo es fascismo, si apelamos al Ur-Fascismo de Umberto Eco, con mucha probabilidad provocaremos la apatía de quienes llevan años escuchando el mismo aviso de alarma y ven que, en el fondo, el lobo no asoma las orejas. En Italia la democracia se mantiene firme y, por mucho que todo cambie, todo sigue igual que antes a ese respecto.

Enquistarse en este discurso ha sido uno de los mayores errores del Partido Democrático. No el único, ni siquiera el más grave. Ya que mucho peor fue no adecuarse a una ley electoral que, por muy mala que fuera, es una criatura de ese mismo partido.

En un sistema que premia sobremanera las coaliciones, presentarse en solitario significa autocondenarse a una derrota segura. Enrico Letta intentó primero tantear al Movimiento 5 Estrellas. Lo hizo tibiamente, como es lógico para un líder que pretendía seguir el camino empezado por Mario Draghi (así lo dejó claro en numerosas ocasiones) y que no sabía cómo justificar una alianza con quienes justamente dinamitaron su Gobierno (el de Draghi).

Tampoco surtió efecto el amago de acuerdo con Carlo Calenda, ex compañero, militante de peso del Partido Democrático, que prefirió llevar su nuevo partido (Azione) más hacia el centro. Tras quedarse sin opciones, Letta acabó acercándose a unas formaciones residuales de izquierda para intentar controlar los daños apelando al voto útil.

Para entender cómo Giorgia Meloni ha pasado del 4% de 2018 al 26% de hoy, para explicar por qué un italiano de cada cuatro se ha decantado por Hermanos de Italia, es necesario dar un paso atrás en el tiempo.

Cuando, en 2013, nació Hermanos de Italia, los equilibrios internos en la coalición de derechas eran muy diferentes a los de hoy. Forza Italia de Silvio Berlusconi se imponía como primer partido, le seguía la Liga de Matteo Salvini y cerraba el círculo Giorgia Meloni, capaz tan solo de lograr el 1,97% en las generales de ese mismo año.

En 2018 Salvini ya había superado a Berlusconi; sin embargo, Meloni se mantenía en tercera posición, aumentando sus apoyos, pero quedándose en el 4%. En aquella ocasión, los resultados no aportaron un claro vencedor. Así, tras varios intentos de formar Gobierno, se impuso una peculiar coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Matteo Salvini (Gobierno Giuseppe Conte 1). Un partido antisistema, que cuando nació prometió abrir el Parlamento como una lata de atún, y uno populista de derecha radical unían sus fuerzas.

Los aliados de Salvini expresaron su rechazo votando en contra de ese Gobierno (Forza Italia) o absteniéndose (Hermanos de Italia). Todavía no se sabía, pero aquel fue un momento clave para entender lo que ocurrió el domingo.

Esa extravagante amistad duró poco. Caído el Gobierno un año más tarde, el Movimiento 5 Estrellas formó otro (Giuseppe Conte 2), esta vez con el Partido Democrático. La pandemia no facilitó las labores de esta también extraña unión y así, al año siguiente, llegó Mario Draghi, que obtuvo el apoyo de todos los partidos menos Hermanos de Italia. Giorgia Meloni se mantuvo en la oposición más por calculo que por un real rechazo hacia Draghi. Las encuestas la dibujaban como posible ganadora en caso de adelantar el voto.

Cuando en julio de este año el Movimiento 5 Estrellas, la Liga y Forza Italia forzaron la caída del Gobierno Draghi, incluso en contra de una parte de la población que llegó a manifestarse en las calles de las principales ciudades italianas a favor del Ejecutivo, el descontento de muchos italianos se agudizó. Fue curioso asistir al aumento de la popularidad al mismo tiempo de Draghi y de Meloni, del jefe del Gobierno dimisionario y de la líder de la oposición.

El votante de derechas fue escorando casi de manera natural hacia el partido de Giorgia Meloni, habiendo comprobado que las demás opciones ya no le satisfacían. Berlusconi había gobernado en el pasado y ahora, con 86 años, se le veía en declive (muchos tampoco entendieron su postura en la moción de censura a Draghi); Salvini había «traicionado» a una parte de sus electores sellando un acuerdo con los antisistema del Movimiento 5 Estrellas.

El transvase de votos desde la Liga a Hermanos de Italia ha sido del 40%; más reducido el de Forza Italia. Para el votante indeciso, Hermanos de Italia representaba la última opción tras varios intentos fallidos. El de Meloni había sido el único partido en mantenerse siempre alejado del poder, propiciando esa idea, populista, de que suscita más interés un partido nuevo, por radical que sea, que uno tradicional.

El voto a Meloni ha tenido, por lo tanto, unos claros tintes de voto de castigo hacia los políticos tradicionales, más que una orientación ideológica convencida. Cierto es que Hermanos de Italia aglutina un núcleo duro al que ahora Giorgia Meloni no podrá decepcionar suavizando demasiado su discurso, tal y como ha ido haciendo en la parte final de su campaña electoral.

Al mismo tiempo, Meloni es consciente de que debe aproximarse más al conservadurismo que a la derecha radical populista, aunque solo fuera por mantener unas relaciones cordiales con la Unión Europea y no arriesgarse a perder los fondos previstos para Italia en el Plan de Recuperación, poniendo, de paso, en peligro la estabilidad de su propio Gobierno.

EN ESPAÑA el triunfo de Hermanos de Italia ha animado el debate sobre si eso mismo sería posible con Vox, partido al que se suele comparar aquí con el de Giorgia Meloni. Tras la sustitución de Pablo Casado por Alberto Núñez Feijóo, y la recuperación del PP, eso parece improbable.

Meloni llega al 26% porque sus socios de Gobierno se han desplomado: Forza Italia ha pasado del 14% al 8% y la Liga del 17% al 9%. Para llegar al 26% hicieron falta una estrepitosa caída de la participación y el aumento del voto de protesta de los indecisos. Sin embargo, la base electoral de Hermanos de Italia procede de un terremoto dentro del bloque de derechas. Algo que en España no parece que se vaya a producir.

Volviendo a Italia, merece la pena dedicar unas palabras al Movimiento 5 Estrellas. A pesar de haber bajado del 32% al 15% en cuatro años (el poder desgasta, sobre todo si se comparte con un partido de derechas, primero; uno de izquierdas, después; y, por último, uno tecnocrático capitaneado por el ex presidente del Banco Central Europeo), logró imponerse en el sur del país.

Su única propuesta, la renta de ciudadanía, una ayuda económica para los hogares con mayores dificultades, ha tenido un gancho enorme y ofrece la imagen de un país polarizado. Ya no entre centro derecha y centro izquierda, sino entre dos realidades económicas bien diferentes.

Matteo Re es doctor en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.

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Escándalo Begoña Gómez | Carlos Cuesta denuncia los ‘enchufes’ de Pedro Sánchez

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Musica de Diana Lobos

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«Karma Chameleon»  [1983] es una canción del grupo británico de new romantic Culture Club. Fue lanzada inicialmente en Reino Unido y forma parte de su segundo álbum de estudio Colour by Numbers. Fue compuesta por todos los integrantes de la banda y producida por Steve Levine.Vía Diana Lobos, 250922.

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Humor

El Roto
VIñeta de El Roto [A. Rábago, España 1947]

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