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El Gobierno bajará del 21% al 4% el IVA de la prensa y libros ...

Revista de de opinión en prensa

•••‘Espero no verte de nuevo’. Me estoy quedando ciego y me siento listo
Sophie Barbasch for The New York Times

‘Espero no verte de nuevo’. Me estoy quedando ciego y me siento listo

Edward Hirsch en The New York Times, 100423

Desde hace 20 años, poco a poco he ido perdiendo la vista. No puse mucha atención —solo creí que necesitaba mejores anteojos— hasta que una noche, en un cine abarrotado, salí para ir al baño. Cuando regresé, las personas y los asientos habían desaparecido. Lo único que podía ver era la pantalla. Me quedé al fondo del cine hasta que mi pareja, Laurie, vino a buscarme. Fue una experiencia desconcertante, pero continué con mi vida en mi estado usual de alegre negación.

Mi vista sufrió un precipitado deterioro durante la pandemia, pero no me di cuenta porque estaba ocupado: debía dirigir una fundación desde una pequeña recámara en casa de Laurie en Decatur, Georgia.

El sobresalto vino cuando regresé a la ciudad de Nueva York. Tenía problemas para ver las cosas en mi apartamento. Se me dificultaba lidiar con las escaleras. Para los colegas en mi oficina, dar la vuelta en cualquier esquina se volvió peligroso cuando yo andaba por ahí. En las calles, me convertí en un peligro cuando las multitudes comenzaban a concentrarse. Me tropecé con un hombre que estaba tirado en la banqueta. Choqué con una señal de alto. Me golpeó la rama de un árbol.

Este cambio desastroso ocurría en cámara lenta, así que tuve tiempo para observarlo. Dos sucesos propiciaron un cambio. En primer lugar, derribé a un niño pequeño que corrió frente a mí en un restaurante. Gritó como si lo estuvieran matando, luego se sacudió y siguió adelante. El otro suceso fue que choqué por accidente con una mujer, en una esquina oscura en la calle. Estaba con un grupo de amigas y todas comenzaron a gritarme obscenidades. Cuando les decía a las personas que no podía verlas, no me creían. Me respondían que no parecía estar ciego.

El diagnóstico de mi nuevo oculista fue que padecía un tipo de retinitis pigmentosa, una enfermedad hereditaria: mi madre la tuvo y mi hermana menor la tiene. En el fondo, sabía que también la tenía, pero había evitado la triste verdad porque no hay cura. La sufre un número desproporcionado de judíos askenazíes, por lo que parece ser un regalo más de Dios. Apenas logro ver a 6 metros lo que la mayoría puede ver a 60. Encima, mi visión periférica está arruinada. La oscuridad es totalmente oscura. Mi doctor mencionó que, como mi visión es de menos de 20/200, legalmente soy ciego, por lo que me recomendó que obtuviera una certificación.

Para empezar, llamé a Lighthouse Guild, una organización que ayuda a las personas afectadas por la pérdida de la visión. Tomar pasos aparentemente sencillos, como este, puede ser difícil. Es posible sentir vergüenza. Algunas barreras psicológicas impiden que procedas. He aprendido que lo primero que debes hacer es identificar y reconocer públicamente tu discapacidad. Después, debes reconocer, ante ti y ante otros, que necesitas ayuda. Por último, debes estar dispuesto a aceptar la ayuda que se te ofrezca. Debes decir que sí. Algunas personas nunca logran dar ese salto. En mi caso, fue un alivio, como si me quitaran un peso de encima.

Después de obtener mi diagnóstico de Lighthouse y la confirmación del estado, se me abrió un mundo nuevo. Tengo derecho a muchos servicios gratuitos que me ayudan a desenvolverme con cierta normalidad. Ahora tengo un defensor de los invidentes. En el lapso de un año, he recibido ayuda de un oculista especializado en visión baja, un oftalmólogo y un especialista informático.

Alguien incluso vino a mi casa a enseñarme a hacer cosas, hasta cocinar. Su especialidad es el estofado peruano. Mi apartamento tiene nuevo equipo. Mi maestra de cocina me trajo una báscula que me dice mi peso, pero no he podido convencerla de mentir. Por mi cuenta, compré varias herramientas útiles. Tengo cinta que brilla en la oscuridad en los interruptores de la luz y una tira larga de luces que se activan con el movimiento en el pasillo.

Llevo a todos lados una linterna pequeña de luz muy intensa. Tengo a la mano una lupa. Mi teléfono tiene una aplicación Seeing AI que lee documentos. También describe escenas y personas: “Hombre de 73 años de pie frente a una librería con expresión alegre…”.

La capacitación más valiosa fue la que me dio mi instructora de bastón, una especialista certificada en orientación y movilidad. Laurie me ordenó hace varios años un bastón blanco que se quedó en una silla, donde no podía verlo, pero mi nueva instructora me dijo que era obsoleto. “Ponte al día”, dijo. “Ya nadie da golpecitos a los lados”. Entonces, me tomó medidas para un bastón plegable blanco con bola giratoria en la punta y empezamos a recorrer Brooklyn y Manhattan, que son sus rumbos.

Mi instructora me enseñó a deslizar el bastón de una cuneta a la otra. Detecta todas las grietas y hendiduras, así que solo te preocupas de cosas como bicicletas eléctricas en sentido contrario en calles de un sentido. Es como un instructor de bateo: excelente en los conceptos fundamentales. Usar un bastón es como golpear la pelota: debes soltar la muñeca y relajar la mano.

Mi último tutorial fue después del atardecer. Mi instructora me dio un par de lentes oscuros para que me fuera todavía más difícil ver. Mi visión continúa deteriorándose y ella me estaba preparando para un futuro más difuso. Caminamos desde Grand Central hasta Union Square.

Era Navidad y había tienditas por todas partes. Utilicé mi bastón para golpear los costados de las tiendas, para moverme entre una multitud de compradores, para separar el mar de peatones. Era como estar dentro de un videojuego: había cosas que venían de todas direcciones. Mi hermana dice que quedarse ciego no tiene nada de divertido, pero el desafío me pareció estimulante.

Al final, caminamos a través de la construcción de la calle 14 hasta el metro en la Séptima avenida. Navegamos las escaleras. De un tren salía un flujo interminable de pasajeros. Me dijo que nunca me apresurara, pero la así del brazo y me moví rápidamente para subir al último vagón. Ya que nos instalamos, me dijo: “Ese último movimiento va a bajar tu calificación”.

Ahora sé más acerca de mi discapacidad. Detengo a otras personas invidentes para hablar sobre nuestra técnica de bastón. No paro de mostrarles mi bastón a los videntes. Laurie cierra los ojos para que pueda compartirle mis lecciones. Sería una excelente persona casi invidente.

Llevo una lámpara portátil a los restaurantes, pero los gerentes corren a apagarla, pues la luz arruina el ambiente. Les explico que no puedo ver a mis amigos ni la carta ni a ellos. Es un momento mágico cuando una mesera surge de entre las sombras. En los hoteles, les pido a los porteros que me den el brazo. Son caballeros galantes que me escoltan hasta el vestíbulo como a un príncipe maduro.

Alguna vez sentí que preferiría morir a quedarme ciego. Ahora siento lo contrario. La vida diaria tiene un encanto y un vigor renovados. Siempre aprendo algo nuevo. Las tareas más ordinarias, como ir al correo, se han vuelto de lo más interesantes. En cuanto a la vida diaria, siento que por fin la vivo, estoy más consciente y alerta, más presente de verdad. Decidí optar por la curiosidad y no por la desesperanza.

Cuando mi discapacidad era invisible, constantemente molestaba a los extraños, pues creían que era grosero o vacilante o las dos cosas. La gente es impaciente cuando no sabe por qué detienes la fila. Ahora que tengo un bastón blanco que anuncia mi discapacidad, he descubierto que tengo a mi alcance un pozo visible de amabilidad.

Es bueno darles a las personas la oportunidad de ofrecer ayuda. El otro día, alguien corrió para alcanzarme y ofrecerse a atar mis zapatos. Le dije que no. Los he atado mal desde el jardín de niños. Mientras esperaba en un semáforo, alguien me dijo: “Discúlpeme, señor, pero tal vez no sepa que está parado frente a un hidrante de incendios”.

Como una película de Buster Keaton, mi vida está llena de percances y desastres evadidos. Una noche, mi taxista traía un Tesla y no podía encontrar el botón para abrir la puerta. Pero él no dejó de hablar —me contó que tiene un hermano ciego— y esperó hasta que llegué a la puerta del frente de mi casa. Aunque ya no podía verlo, agité la mano para despedirme.

En el aeropuerto, incluso el personal de la Administración de Seguridad en el Transporte abandona su postura gélida y me ayuda a pasar seguridad. Alguien con un chaleco a rayas me preguntó si sabía cuál era mi sala de espera. “Disfrute Atlanta”, dijo.

Cuando vine a casa, una mujer vio que buscaba la fila para los taxis en La Guardia. “Camina detrás de mí”, me dijo. Cuando llegamos a la fila, el controlador me puso de inmediato en un auto e incluso se rio de mi broma favorita: “Espero no verte de nuevo”.

Edward Hirsch, poeta y crítico, es el presidente de la Fundación Memorial John Simon Guggenheim.

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Los días contados de Tik Tok

Los días contados de Tik Tok

José Ignacio Torreblanca en El Mundo, 090423

LA APLICACIÓN funciona en 150 países y dice tener 1.534 millones de usuarios, aunque fuentes del sector rebajan la cifra a 834 millones. Esas cifras convertirían a Tik Tok en la cuarta aplicación más usada del mundo después de Facebook, YouTube e Instagram.

Para muchos, la aplicación es el paradigma de la inocencia: un espacio amable donde amigos y familias graban y comparten simpáticos vídeos. Sin embargo, los gobiernos estadounidense, canadiense, británico y francés, y las instituciones europeas han obligado a los funcionarios que tengan instalada la app en sus teléfonos a eliminarla.

Citan riesgos de seguridad relacionados con los datos de sus usuarios (en especial su geolocalización, el número de teléfono y el correo electrónico, la lista de contactos, las descargas de vídeos y los mensajes que se intercambien con otros usuarios).

Aunque Tik Tok no opera en China como tal (allí lo hace bajo la marca Douyin y con muchos filtros), ambas pertenecen a una empresa china (Byte Dance), así que de acuerdo con la Ley de Seguridad Nacional china está obligada a proporcionar los datos de los usuarios si se los pide el Gobierno chino.

No hay evidencia de que eso haya ocurrido, pero la puerta está abierta, lo que supone un gran riesgo de seguridad nacional (Estados Unidos, con 113 millones, es el primer país en usuarios de Tik Tok).

Con todo, el cerco a la app china tiene algo de hipócrita. El uso y abuso de nuestros datos personales no es exclusivo de Tik Tok, sino de todas las plataformas, y es particularmente laxo en Estados Unidos.

Idealmente, el Congreso estadounidense debería regular cómo todas las apps manejan los datos privados de los usuarios y asegurarse de que protejan a menores y adolescentes de algoritmos adictivos y dañinos para su salud física y mental.

Pero, como en Washington no hay consenso entre republicanos y demócratas sobre cómo hacerlo, resulta más fácil argüir razones de seguridad nacional en un caso singular contra una compañía china que ir contra el modelo de negocio de las plataformas que han hecho grande a Estados Unidos.

En EEUU los datos son de las empresas; en China, del Estado. Pero en la UE son de los usuarios. Ese es el modelo a seguir. Sin embargo, la guerra fría tecnológica entre EEUU y China es ya una realidad, así que, como pasa siempre en tiempos de guerra, estas consideraciones quedarán en segundo lugar. ¿Adiós a Tik Tok?

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Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo.
 
La gestación subrogada de Yolandita  Sánchez Obregón
 

ME ASOMBRA, si es que en esa industria del timo y el maquillaje que es la izquierda actual aún puede sorprendernos algo, que los feroces insultos a cuenta de la gestación subrogada de la nieta de Ana Obregón no se repitan, corregidos y aumentados, acerca de la gestación subrogada de Sumar. Sí, ese añejo bebé al que llamaremos Yolanda, cuyo padre, madre, financiero gestante y futuro marido es Pedro Sánchez; y al que podríamos rebautizar, con permiso de la actriz, Yolandita Sánchez Obregón.

La nieta de Ana Obregón ha venido al mundo por expreso deseo de su difunto padre, que pidió a su madre, ahora abuela, seguir vivo gracias a esa técnica de reproducción asistida que permite a muchas parejas, cuando a la mitad le queda poco de vida, reproducirse cuando quede viuda la otra mitad. Y la madre biológica también puede ser otra mujer, por subrogación.

Aclaremos el lío a los mayores: un Love Story del siglo XXI, nunca tan empalagoso como el de la rubia de bote y comunista condensada, en el que Ryan O’Neal, ya viudo, tendría una nena como Ali MacGraw. Llantina segura, y más con Farrah Fawcett-Majors de mamá biológica y heredera. ¿Alguien los criticaría al salir la noticia en ¡Hola!? Claro, para eso están las revistas del corazón, pero muchos justificarían o no condenarían a los protagonistas del melodrama.

Se podrá decir que ese modo de reproducirse no es natural, y es muy cierto. Pero tampoco lo es que una parte considerable de los embarazos en España lleguen a término gracias a tratamientos de fertilidad, y felizmente pasa. Lo repugnante es que, despreciando la dignidad de muchas mujeres, el partido de los diputeros asocie la maternidad subrogada a la prostitución; y que Ximo Puig, socio de Mónica Oltra, la del marido que violó a la menor bajo tutela de la Generalidad, a la esclavitud.

¿Es Yolandita hija de la trata? Es un partido creado por otro sólo para destruir a un tercero. Ilegítimo, pero legal.

Creo que el socialismo es un error, y que, como en Alemania, los partidos comunistas y nazis deberían estar prohibidos. Pero no puedo oponerme a que Sánchez traiga al mundo una criaturita para seguir en Moncloa sin ganar en las urnas. Me gustaría, pero no.

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El peligroso bucle del olvido
LPO [L. Pérez Ortiz; España,, 1957]

El peligroso bucle del olvido

Ahora hay quienes olvidan voluntariamente la historia y las siglas de su partido, cayendo en la inmoralidad para alcanzar sus objetivos políticos, haciendo valer un precepto simple e interesado: ‘todo vale’.

Claudia Múgica en El Mundo, 100423

 

«Recordar significa dar una dimensión ética a todos los esfuerzos y las aspiraciones» (Elie Wiesel), y la memoria se transmite mediante palabras.

HACE 27 años, un grupo terrorista vasco decidió con un tiro en la nuca uno de sus métodos preferidos el lugar en el que debía estar Fernando Múgica Herzog: el cementerio de San Sebastián. Con él yace también lo mejor del socialismo de este país. 

Desde el cementerio, cada año, sus familiares nos esforzamos en trasladar a la sociedad un mensaje muy simple: nadie quiere enterrar por imposición a un ser querido. Los extremos ideológicos violentos que allí terminan no deben ser objeto de deseo.

Muchas víctimas del terrorismo de ETA insistimos en recordar esta tragedia nacional. Sin embargo, parece que ETA ya no importa. La clase política se esfuerza por relegar este reciente capítulo negro de nuestra historia al rincón menos visible. No conviene. No permite avanzar en la agenda actual. No interesa. Consecuentemente, los jóvenes lo desconocen e ignoran.

Este blanqueamiento no es baladí. Las víctimas de ETA, tampoco. Aquellos como Fernando, que se jugaban la vida desde las instituciones contra la majadería de los matones a sueldo del impuesto revolucionario, representan lo más valioso e interesante de nuestro tiempo: la defensa de la libertad, la cordura y la democracia. Otros prefirieron mirar al suelo, ceder ante la intimidación o, directamente, ejercerla.

Actualmente, hay quienes olvidan voluntariamente la historia y las propias siglas de su partido, cayendo en la inmoralidad, en la antiética, para alcanzar sus objetivos políticos, haciendo valer un precepto tan simple como interesado: todo vale.

Han de olvidar para que sus obscenidades se sostengan. Y lograr, como lo han hecho, que todos aquellos simplones que aún creen escudarse detrás de sus siglas caigan en la trampa. Y así, hasta que tragedias semejantes vuelvan a ocurrir y todos se sorprendan.

Esta amnesia trae una deriva nefasta de repetición. Más, si cabe, en España, donde el cainismo arraigó hace ya siglos. Con un problema añadido, agravado por la arrolladora inercia tecnológica y la velocidad de la información: que se nos olvidan demasiado rápido sus consecuencias.

¿Y qué se puede esperar de una sociedad que olvida y traiciona a sus asesinados mientras aplaude a sus victimarios? La normalización de escándalos insalubres, como las alianzas de poder con quienes celebraban los asesinatos, si es que no los cometían. Todos compañeros de un mismo objetivo: limpiar Euskadi.

La sustitución de aquellos que estaban dispuestos a morir por unos ideales, y lo hicieron, por aquellos que pensaban que matar por los suyos estaba justificado. Asistimos a un fracaso moral colectivo: los cobardes se imponen sobre los valientes.

Decía Fernando que «existe algo todavía peor que la degradación económica, que es la degradación social, la pérdida de moral ciudadana colectiva, la cual, en definitiva, es la única o, por lo menos, decisiva impulsora en la construcción de una sociedad libre, pujante, orgullosa de sí misma».

Precisamente, el País Vasco sentó un precedente de esta actitud: la de mirar para otro lado. Algo que practican con gran habilidad desde los fogones. ¡Ay, las kokotxas, qué ricas les salen! Esta tapadera de la cocina gana. Hoy en día, la gente joven rehúye la política y su propia historia. No le interesa.

Prefiere no ver, no saber. Bendito escudo de la ignorancia patentado por los vascos que tan bien sirve para evitar situaciones incómodas. Y, entonces, ¿qué? Que todo vale. Bien lo decía el vienés Viktor Frankl: «En una situación anormal, una reacción anormal constituye una conducta normal».

Nuestros dirigentes políticos prefieren los pucheros y ceden ante chantajes simbólicos corrosivos del tipo presos por Presupuestos. Todo bajo la cándida justificación de que esto representa el avance. Su progreso, no el nuestro. Ignoran la gran diferencia entre pasar página para avanzar y pasar página para retroceder.

Secuestrados por los nacionalismos identitarios, siempre sonrientes, siempre traicioneros, el diagnóstico a primera vista es simple: síndrome de Estocolmo. Por fortuna, la Constitución del 78 aún nos protege del despotismo y ofrece un tratamiento: las urnas.

¿Cómo hemos permitido que un reducto de la sociedad incapaz de autocrítica y que no concibe cosas tan simples como los derechos humanos, la libertad de expresión y la convivencia sea el que condicione al resto de los ciudadanos? Como sociedad hemos caído víctimas de graves manipulaciones contra las que sólo una minoría se erige crítica y molesta.

Molesta ante un proyecto de ingeniería social que propicia los prejuicios y el enfrentamiento entre los ciudadanos. Llegado este punto, los familiares de Fernando y muchos otros advertimos de que esto no es nuevo y que no todo vale. Ya conocemos el modelo de terror al que fue sometida la sociedad vasca y española durante tanto tiempo. Nada más y nada menos que 43 años de silencio, intimidación, extorsión, secuestros, asesinatos y exilio. Algo que socava e ignora, porque no conviene, la reciente ley denominada de «memoria democrática».

Lo socava mientras unos pocos lo denuncian y otros tantos la centralidad moderada se evaporan. La cordura calla, ahogándose en un pequeño hilo de voz, y la locura grita cada vez más, envalentonada, borracha de sí misma. Atruenan con su vocerío los más radicalizados y alcanzamos una libertad de expresión restringida. En palabras de Primo Levi, «el miedo mueve a uno y el odio a los otros, toda otra fuerza calla».

Esto es lo que se puede esperar de una sociedad que asimila lo indecente. La indiferencia como protección. Jóvenes más desencantados, más alejados de la política. Y los involucrados, cada vez más exaltados en una época que anula las discrepancias. Que no concibe el debate abierto y respetuoso. Resulta más fácil tachar a una persona cuando no hay concordancia de ideas plena en vez de asumir que esto es lo más humano. Lo normal. Incluso, lo deseable.

Consecuentemente, encontramos ciudadanos enfrentados que no alcanzan a compartir más que banalidades, pues el resto de cuestiones son tabú (a los vascos esto también les sonará familiar). Solo sí (yo lo digo) es sí, (des)memoria democráticaigual-dá

Asuntos absurdos, sin sustancia ni contenido, para enemistarnos cada vez más. Señuelos para desviar la atención de lo verdaderamente importante, que todavía damos por hecho aún estando en riesgo: la libertad y la democracia.

LECCIONES desvanecidas ante nuestros ojos, perdidas en una sección oscura y enturbiada de la historia que no genera orgullo ni entusiasmo. No hay referentes respetables. Reina la mediocridad. Reina la insensatez. Esto genera aturdimiento y hartazgo.

Y, como reacción, el desentendimiento de una política que no hace más que bombardearnos con mensajes negativos, ofensas e improperios. Una desconexión casi a regañadientes de una vida pública observada como algo fútil, falta de utilidad y de respuestas a los verdaderos problemas de la sociedad. Todo sin evitar la proliferación de una creciente crispación y ácida polarización ideológica. Una bomba de relojería.

Nadie quiere ser víctima, tampoco molesto. Pero, desde la paradoja de ser víctimas sin haberlo querido ni pedido, y convertidos simultáneamente en incómodos colmo de la mezquindad, se debe seguir molestando. Y no se debe normalizar la barbarie ni ceder ante quienes no la condenan.

Esto lo reivindicamos desde la paz del cementerio al que ETA nos impuso volver cada año. Al hilo de lo que decía Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz y superviviente del Holocausto: «Contamos estas historias porque sabemos que no escuchar ni desear saber lleva a la indiferencia, y la indiferencia nunca es una respuesta».

Claudia Múgica es sobrina de Fernando Múgica, dirigente socialista asesinado por ETA

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. –La agencia española de meteorología reconoce que modifica artificialmente el tiempo. 120423

  • Diario16, 120423: La AEMET publica un artículo «sorprendente» donde reconoce la modificación artificial del tiempo

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Música de Diana Lobos

. ‘Take Care Of Youes un tema de la cantante y compositora inglesa Ella Henderson. La canción se lanzó como sencillo el 12 de junio de 2020 y luego se incluyó en la edición de lujo del segundo álbum de estudio de Henderson, Everything I Didn’t Say (2022), titulado Everything I Didn’t Say and More. Aquí, en la versión de Beth Hart & Joe Bonamassa. Vía Diana Lobos, 160423.

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Humor

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